IV. Buda y la meditación

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Contrariamente a la creencia de los occidentales, el Zen no puede practicarse ni entenderse sin un cierto conocimiento del concepto de la Budeidad y los principios de la meditación. Todo esto requeriría un libro entero. Pero, de todos modos, el principiante encontrará de alguna utilidad la siguiente exposición abreviada de los tres aspectos de la Budeidad, los seis tipos de pensamiento humano, las siete clases de práctica de la meditación y las tres etapas sucesivas de esta.

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Los tres aspectos de la condicion de buda [la budiedad] en relacion a los seis tipos de pensamiento

¿Qué es el Buda? Muchas respuestas se han dado a esta pregunta. Algunos devotos dicen que el Buda fundó una especie de paganismo llamado "budismo"; el hombre de la calle dice que es un ídolo adorado por los orientales ignorantes; algunos filósofos dicen que fue un pensador que enseñó y fundamentó la filosofía y la religión llamada "budismo"; los historiadores dicen que "el Buda" es un título reverente atribuido a una persona llamada Gautama Sakyamuni, que vivió entre los años 560 y 480 antes de, Cristo, etcétera.

Pero, ¿de qué manera los devotos del budismo ven a Buda desde el punto de vista religioso especifico, cómo lo definen en su condición de meta suprema -algo que debe ser adorado, imitado- y alcanzado? La cuestión tiene mucha importancia, pues penetra directamente en el corazón mismo del budismo y se relaciona con la investigación de la naturaleza de Dios, que siempre ha sido considerado el tema central en el estudio de la mayoría de las religiones. Hay un proverbio tibetano que dice: "Si entiendes el significado del término "Buda" entiendes la totalidad del budismo". Visto desde afuera, esto puede ser una exageración, pero el budista ortodoxo considera que está muy cerca de la verdad. En los últimos veinticinco siglos muchos especialistas en budismo han dedicado vidas enteras al estudio de la cuestión, y han escrito comentarios interminables y complicados al respecto, que sólo sirven para aumentar la confusión. Afortunadamente, el tema puede simplificarse aceptando la siguiente definición, aprobada por la mayoría de los budistas practicantes: Buda es el que posee la Sabiduría Perfecta, la Compasión Perfecta y Poder Perfecto. Consideremos estas tres Cualidades esenciales del Buda.

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La Sabiduría Perfecta de Buda

La Perfecta Sabiduría de Buda tiene dos aspectos, uno de ellos se llama "La Sabiduría que consiste en conocer la Cosa como es" (en chino ju so yu chih), el otro se llama "La Sabiduría que consiste en conocerlo Todo" (en chino chin so yu chih). El primer aspecto se considera la sabiduría "vertical" y el segundo la sabiduría "horizontal".

Pensad en una taza llena de agua. La persona corriente no verá en ella nada más que una taza de agua, es decir, un líquido que sirve para calmar la sed; un químico verá en ella un compuesto de hidrógeno y oxígeno; un físico verá el resultado complejo del movimiento electrónico; un filósofo verá un objeto que expresa "relaciones" y "causalidad"; un bodhisattva iluminado verá el agua como la manifestación de su propia mente y Buda verá en ella la expresión de la perfecta condición del Buda. Sobre este objeto simple -una taza de agua- convergen varios reinos de existencia y profundidades de esencia que nuestra inteligencia puede alcanzar medir y abarcar. La superficialidad o la profundidad de nuestra inteligencia determina las zonas en las cuales es capaz de penetrar. Por lo tanto, la "sabiduría vertical" de Buda equivale a una visión penetrante, que atraviesa sucesivamente los distintos niveles y reinos de la existencia y llega a tocar las profundidades del Ser mismo. Es una sabiduría en profundidad, una sabiduría que va más allá de las zonas del sentido común, la ciencia, la filosofía y la religión, una sabiduría que se interna en las honduras últimas del dharma -la cualidad indescriptible e impensable-. Esta es la "sabiduría vertical".

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Por otro lado, el sentido de la "sabiduría horizontal", o la "Sabiduría que consiste en Conocer el Todo", está suficientemente explicado en la designación misma. Indica el aspecto omnisciente de la sabiduría del Buda, que es capaz de conocerlo todo y por lo tanto resulta difícilmente aceptable a los modernos. Un famoso filósofo chino, Chuang Tzu, [1] decía: "La vida es finita, mientras que el conocimiento es infinito. Buscar el conocimiento infinito en esta vida finita es, en verdad, absurdo". Los hombres del siglo XX se sienten muy próximos de las declaraciones de esta clase.

[1. en.wikipedia.org/wiki/Zhuang_Zhou ]

En tiempos antiguos había indudablemente algunos grandes adeptos o sabios que fueron considerados por sus contemporáneos como llenos de sabiduría, hombres que "lo sabían todo". Un proverbio chino dice: "Un adepto de Confucio se avergüenza si existe una rama de la sabiduría que él no conoce". Pero hoy en día nos parece presuntuoso que una persona afirme saberlo todo, aun en un sector aislado del conocimiento. Por lo tanto, a muchas personas les parece que la sabiduría que consiste en conocerlo todo es sobrenatural y está más allá del alcance de la mente humana.

En oposición a esta creencia difundida, el budismo sostiene que todo ser sensible es un Buda en potencia, capaz de alcanzar el estado de Buda (que incluye la sabiduría que todo lo sabe) si realiza un esfuerzo justo y suficiente. Si esto es así, ¿cómo puede explicarnos el budismo convincentemente esta posibilidad de llegar a conocerlo todo? Para responder a esta pregunta debemos empezar por el análisis de las formas o moldes, dentro de los cuales funciona la mente humana.

Como resultado de tales análisis, los teóricos del Mahayana han llegado a la conclusión de que la mente humana funciona de acuerdo con seis esquemas básicos, o maneras de pensar, a saber, en forma acumulativa, limitativa, discordante, engañosa, impotente, derrochada, y adhesiva. Marcados por estas maneras de pensar habituales y arraigadas nos resulta natural creer que la sabiduría omnisciente es una idea atractiva, pero una posibilidad que está más allá de nuestro alcance.

Suponed ahora que pudiéramos transformar estos surcos defectuosos por los cuales corren nuestros pensamientos, en nuevas formas, elevando la mente a nuevos horizontes y liberándola de sus antiguas ataduras, ¿sería entonces la sabiduría omnisciente tan remota e inalcanzable como creemos? La visión del ojo humano es limitada, pero con la ayuda de algunos instrumentos puede alcanzar regiones del espacio hasta ahora inaccesibles.

¿No puede emplearse este símil en relación al problema de la mente humana limitada frente a la sabiduría de la omnisciencia? Antes de intentar la respuesta a esta pregunta debemos empezar por examinar las seis formas básicas del pensamiento humano que se han mencionado y ver de qué manera moldean las funciones de la mente humana.

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Los seis patrones del pensamiento humano

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1. La forma humana de pensar es acumulativa. Esto significa que el conocimiento humano se obtiene por medio de un proceso constructivo, un proceso de acumulación gradual. Por ejemplo, cuando éramos niños e íbamos a la escuela empezamos por aprender el alfabeto, después se nos enseñó a leer palabras y oraciones y, finalmente, a escribir cartas o composiciones con tema. Por último el conocimiento acumulado y el talento desarrollado nos permiten escribir libros o expresar en forma creadora pensamientos y nuevas ideas sumamente complejos. Este proceso por el cual se obtiene el conocimiento es un proceso de construcción y adición, de adquisición de nuevos elementos de conocimiento que se añaden a la masa de los ya adquiridos. Todo está unido por un proceso que es finito, parcial, limitativo y condicional por su naturaleza y su origen. En razón de que este proceso acumulativo tiene un resultado predeterminado y condicionado, nunca puede tener fin. No hay un punto terminal en el camino de la acumulación -siempre encontraremos un espacio libre para agregarle algo más-. Recoger gotas de lluvia en la azotea de una casa, si dedicamos a ello la vida, no agregará nada al nivel de los océanos. Análogamente, mediante la forma acumulativa de pensar, nunca podremos alcanzar la sabiduría omnisciente del estado de Buda.

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2. La manera humana de pensar es limitativa. Es evidente este aserto, ya que todos sabemos que la mente humana sólo puede pensar una cosa por vez. Rara vez nos encontramos con una de esas personas excepcionalmente dotadas que pueden atender a varias cosas al mismo tiempo, o encarar varios problemas a la vez. Recuerdo que, cuando yo era niño y vivía en Pekín, solía pasar mis ratos libres vagando por el mercado. Mi lugar favorito era un almacén de artículos generales, cuyo propietario era un hombre muy notable. Este hombre podía concentrar su atención en una cantidad de cosas distintas a la vez. A menudo se sentaba en una silla alta detrás del mostrador, con un pincel chino en la mano derecha, y anotaba sus cuentas. Al mismo tiempo los cinco dedos de la mano izquierda se movían constantemente a gran velocidad en el ábaco, y al mismo tiempo se las arreglaba para hablar con un cliente y dar instrucciones al muchacho dependiente. Aparte de esto, sus grandes ojos negros no descansaban un momento, observando a los clientes con el fin de que no fueran a robar subrepticiamente algún objeto de algún estante alejado. Este hombre tenía condiciones muy excepcionales. Sin embargo, su genio era básicamente limitado, ya que no hubiera podido atender a diez actividades a la vez, por no decir nada de cien, de mil, o de un número infinito de actividades. Como la mente humana invariablemente funciona ocupándose de una cosa por vez, no tiene más remedio que permanecer en la región de la finitud y la limitación.

3. La forma humana de pensar es discordante. La emoción y la razón son dos elementos fundamentales, aunque contrastados, que constituyen la mayor parte de la fluctuante mente humana. La emoción nos llena de fuertes sentimientos de hacer lo que nos gusta, pero la razón nos advierte fríamente lo que no debemos hacer. Movidos por estas dos fuerzas contrastadas nuestra vida es, en buena parte, una batalla constante entre las fuerzas frías de la razón y las fuerzas calientes de las emociones. Al examinar estos dos elementos, nos encontramos con que no sólo son opuestos, y contrastados, como el agua y el fuego, sino que descubrimos asimismo el hecho interesante de que no surgen simultáneamente. Cuando la razón ha alcanzado su punto más alto, la emoción está en el nadir. Y viceversa. Por ejemplo, cuando tenemos la mente ocupada en la resolución de un difícil problema de filosofía o de matemáticas, las facultades razonantes están en tensión, pero las emociones apenas son perceptibles. Por otro lado, cuando estamos sumidos en la agitación del amor o en la lucha furiosa con el enemigo, las emociones crecen proporcionalmente y la razón desciende a su punto más bajo. Por este motivo nunca hemos oído que un matemático o un hombre de ciencia formule una nueva hipótesis o haga un descubrimiento cuando está peleando o amando. En la mente humana la razón y la emoción son fuerzas hostiles que se excluyen y no coexiste la una al lado de la otra.

Si en la mente de Buda ocurriera lo mismo, las consecuencias serían realmente catastróficas. Imaginad que os veis asediados por un problema grave y no tenéis más remedio que dirigir una plegaria urgente y desesperada a Buda. Pero éste os contesta: "Espera, espera un poco, amigo, no me reces por el momento, pues ahora tengo la razón en actividad y mis emociones están apagadas; no me siento en estado de ánimo para conceder favores. Intenta nuevamente mañana; tal vez me encuentres en un estado de ánimo más apropiado". Esto puede parecer ridículo, pero ilustra una verdad significativa y honda del estado de Buda. Un Buda perfecto debe armonizar su razón y su emoción en forma completa e inalterable antes de alcanzar el estado de Buda. La emoción y la razón, transformadas ahora en Compasión y Sabiduría deben surgir simultáneamente en todas las ocasiones, sin desequilibrio ni fluctuaciones, y deben constituir un todo indivisible. La aparición simultánea de la Compasión y la Sabiduría es en verdad, uno de los prodigios del estado de Buda, un tema fascinante y vital que los estudiosos del budismo Mahayana discuten apasionadamente en todas partes.

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4. La forma de pensar de la mente humana es engañosa. Imaginad que nos ponemos a mirar una de las paredes de nuestro cuarto: los ojos nos dicen que es una superficie vertical, plana, que descansa en forma estable, silenciosa ante nosotros. Avanzamos un paso con el fin de tocarla y nos encontramos con que la pared es dura, fría y sólida. Entonces recordamos lo que la química y la física dicen sobre las paredes. Según ellas las paredes se componen de varias mezclas y elementos que contienen innumerables átomos, electrones, protones, etc. que se mueven constantemente a velocidades increíbles en sus órbitas innumerables. Es así que nuestros sentidos y nuestras mentes nos dicen algo totalmente distinto sobre la misma cosa. ¿A cuál debemos hacer caso? Los seres humanos estamos continuamente bombardeados por informaciones discordantes que proceden de los distintos sentidos, pero afortunadamente contamos con un buen árbitro -la mente- que sintetiza, integra y suaviza los conflictos que se presentan entre los sentidos.

Aunque nuestra mente consciente es un agente notable en sí mismo: práctico, inteligente e imaginativo, su principal preocupación en nuestra vida cotidiana no es verificar si los sentidos han transmitido la información más confiable, ni dar un veredicto sobre sus hallazgos discordantes, sino más bien ver que estos agentes trabajen armoniosamente juntos.

Pero aquí surge un problema serio. ¿La actitud pragmática de la mente humana, es necesariamente justa, este proceso de integración y de "transacción", no da como resultado, tal vez, una mutilación de la verdad? Si "la verdad es la verdad" y "el error es el error", como nos dice nuestra razón, y la verdad no puede ser el error al mismo tiempo, ¿qué versión debemos aceptar: la pared estática de los ojos o la pared dinámica de la mente? Desde el punto de vista de los ojos, la pared estática es la verdadera; desde el punto de vista de la mente, la pared dinámica, pero desde el punto de vista de la nariz, ninguno de los dos es exacto. Es imposible definir la verdad y el error mientras no se posee un criterio absoluto. Fundamentalmente la verdad y el error tienen un sentido tan sólo cuando se ha establecido un determinado criterio. Sin tal criterio, la verdad y el error se vuelven sin sentido. Es así que los filósofos y los pensadores de todos los tiempos han buscado un criterio absoluto y definitivo. Algunos sostienen que ésta es la razón; otros que tan sólo Dios o su Voluntad, pueden tenerse por absolutos, etc. La resolución final de este problema parece casi imposible. La búsqueda y los argumentos continúan ad infinitum.

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Si bien no puede extraerse una conclusión final, la filosofía Hua Yen [2] del budismo Mahayana, nos sugiere una solución. Esta filosofía sugiere que, si cualquier criterio es necesariamente exclusivo y, "fijado", mal puede considerarse "absoluto" o definitivo, pues en el caso de ser absoluto debe abarcarlo todo -criterio de la totalidad- y no ser un criterio establecido arbitrariamente para medir una cosa con otra. Tal criterio tiene que ser necesariamente arbitrario y "fijado": por su mismo carácter se aparta de la totalidad dinámica del Dharmadhatu. [Nota final 4-1]

[2. en.wikipedia.org/wiki/Huayan_school ]

El criterio absoluto debe incluir, penetrar y abarcarlo todo. No es un criterio en sí mismo, más bien, una región exaltada, un estado en el cual se produce la perfecta interpenetración de todos los dharmas, la maravilla inexplicable e indescriptible del estado de Buda.

Al parecer hay en nosotros un deseo instintivo de buscar la Verdad, aunque de algún modo carezcamos de la capacidad para encontrarla. El dilema que presenta el establecer un criterio absoluto no es nada más que uno de los muchos problemas que atormentan a la humanidad desde los albores de la civilización. La búsqueda humana de la verdad es una obsesión que no tiene fin. Los pensadores budistas atribuyen esta situación a la manera engañosa que tiene el pensamiento humano de funcionar, y dicen que, si esta manera no se transforma cualitativamente, arrastrará al hombre, para siempre, hacia los pantanos de las búsquedas inútiles.

Otro abismo que la mente humana no puede franquear, separa al reino de la "comprensión indirecta" y la "realización directa". Podemos entender la estructura atómica de una cosa, pero no podemos verla o experimentarla directamente. Nuestras mentes sólo pueden darnos la medida indirecta de una cosa; no pueden ponernos en contacto directo con ella. Podemos apreciar la grandiosa idea de "todo en uno y uno en todo" pero lo que realmente vemos a nuestro alrededor es "todo en todo, y uno en uno". Trabajando duramente y pensando profundamente podremos llegar a entender la profunda verdad de Sunyata., la naturaleza vacía del ser según se enseña en el Prajnaparamita; [3] pero todo lo que vemos y experimentamos diariamente está en el reino Sangsarie de la existencia y la subsistencia. Todas estas cosas son provocadas por lo que los budistas llaman "la forma engañosa del pensamiento humano".

[3. en.wikipedia.org/wiki/Prajnaparamita ]

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5. La forma humana del pensamiento es impotente y derrochada. Según los sabios budistas, la mayor parte de nuestro poder mental o de nuestro talento nunca ha sido enteramente utilizado, y yace perezoso y adormilado en las profundidades de nuestra conciencia; hasta la pequeña cantidad de poder mental usado por la mente humana es con frecuencia difuso y disperso. Si aprendemos a concentrarnos, y a utilizar así más ampliamente nuestros poderes mentales, la habilidad y perspectivas de la mente se abrirán grandemente. Una gran mente no es rígida ni aburrida, y tampoco es débil o caprichosa. Los jefes poseen siempre una mente más aguda y más estable que la de las personas normales. Su magnetismo es también mayor. El ser jefe es característico de una forma de "concentración natural", de la que carece el hombre común. Las cualidades que convierten a un hombre en más eficiente y más exitoso son el resultado de poderes innatos o adquiridos de concentración, por medio de los cuales un hombre concentra todas sus fuerzas y finalidades directamente en el problema que tiene en mano.

Pero, de acuerdo con la opinión de experimentados yoguis budistas, aun en los casos en que se logra concentrar y controlar satisfactoriamente a la mente, aún se está lejos de poder utilizar la mayor parte de la fuerza latente que yace en el alaya (depósito de la conciencia); este depósito de la conciencia es un vasto almacén de fuerza, talento y conocimiento que han sido acumulados a través de innumerables vidas pasadas. Ignorante e incapaz de utilizar la fuerza potencial del depósito de conciencia, el hombre corriente pasa su vida en actividades triviales y empresas fútiles, mientras que este inagotable tesoro permanece intacto. Los sabios budistas han llegado por esto a la conclusión de que el modo humano de pensar es impotente y derrochador.

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6. La forma humana de pensar es "adhesiva". Este sexto punto, tal vez el más importante de todos, toma en cuenta la innata tendencia de la mente humana a adherirse a lo aparentemente "existente" o "substancial" en el objeto. También observa que los pensamientos humanos tienen un carácter "rígido y fijo". La mente humana rara vez o nunca reconoce el aspecto vacío, insustancial e indefinido de las cosas. La adhesividad se refiere a una manera de aferrarse al lado "existente" de los objetos, a los cuales se los tiene por reales y definitivos, como si poseyeran sus propias naturalezas.

En una palabra, la tendencia humana a aferrarse a los objetos, es por naturaleza arbitraria, definitiva y exclusiva y, por lo tanto, diametralmente opuesta a las enseñanzas búdicas del Vacío y del Todo. Todos los pensamientos humanos se derivan, o surgen, de la idea fundamental de identidad, que es esencialmente arbitraria, terca y fija. Si penetramos hasta el fondo de esta idea de identidad nos damos cuenta que no es más que más que una "adhesión" colosal y profundamente arraigada.

El estudio de la naturaleza adhesiva de lo humano es un punto fundamental en el budismo y se refleja en la religión, la filosofía, la psicología, la literatura y el arte budistas, prácticamente en todos los terrenos del pensamiento budista. La importancia que se atribuye al estudio de este tema significativo es uno de los rasgos más notables que distinguen al budismo de otras religiones y filosofías. Por lo tanto, es conveniente que el lector estudie el punto utilizando los medios a su alcance.


El examen de estas seis formas del pensamiento humano muestra sin lugar a dudas que, en el caso de que se lograra la sabiduría omnisciente del estado de Buda, nunca podría lograrse a través de uno de estos seis senderos defectuosos. Todas las innumerables enseñanzas budistas intentan corregir estas costumbres defectuosas con el fin de lograr el estado de Buda. Entre estas enseñanzas el Dhyana (meditación) y el Prajna (sabiduría intuitiva) son fundamentales. Por medio de ellas la conciencia humana puede transformarse, lográndose el perfecto estado de Buda. Ya que Prajna es, por una parte, la esencia del budismo Zen, a la cual nos hemos referido brevemente en los capítulos precedentes y, por otra parte, un tema vasto y de largos alcances que ha de estudiarse exhaustivamente con el fin de entenderlo correctamente, este capítulo se limitará a dar una idea de los distintos aspectos de la práctica de la meditación en su relación con el estado de Buda.

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La Perfecta Compasión de Buda

La Perfecta Compasión de Buda es total y no discriminada. Es un Amor absoluto e incondicional. Como todo en este mundo, el amor tiene muchas profundidades y grados de profundidad. Cuanto más grande es el amor, menos puede ser limitado por "condiciones". El amor religioso, en su alcance y hondura, es más grande que el amor personal o de familia, o patriótico, etc., porque estas últimas formas están condicionadas, y por lo tanto, están confinadas por los estrechos márgenes de las limitaciones humanas.

Sin embargo, hay otro límite que ni siquiera el amor religioso es capaz de franquear. Por ejemplo, la religión nos enseña a amar a nuestros amigos y enemigos, pero rara vez nos dice que debemos amar a los "paganos". Nos recomienda el amor a Dios, pero nos prohíbe amar a los "diablos". La herejía siempre ha pasado por ser uno de los pecados más grandes. "No adorarás dioses falsos" es un mandamiento que se encuentra en muchas religiones. El espíritu y el amor de una religión pueden trascender fácilmente los límites de la familia y de la raza, de la vida y de la muerte, pero rara vez pueden trascender los de su propia naturaleza. Esta limitación está implícita en los grandes fundadores de una religión. La fervorosa declaración de muchos fieles que afirman que el amor que tienen por su dios es indiscriminado e incondicionado, sólo es verdad cuando adoran a su propio dios y cuando se aceptan sus dogmas y sus credos.

La doctrina exclusivista que ha causado tantas desdichas y confusiones, parece haber impregnado hasta el fondo la intolerancia religiosa reflejada en los fundadores de muchos credos. Si estudiamos los principios de las religiones a la luz del Prajnaparamita nos encontraremos con que, detrás del amor y la gracia que se exaltan en las escrituras, hay una adhesión arraigada, una adhesión al "único Dios verdadero", a la "única religión verdadera", al ''único principio verdadero", etc., que caracteriza y restringe sus pretensiones.

Según los budistas, el Amor último e incondicionado sólo puede obtenerse mediante la realización del Vacío (Sunyata). La Compasión más elevada sólo se logra junto con la Sabiduría más alta. En otras palabras, la Compasión del estado de Buda se logra mediante la destrucción de la tendencia adhesiva, al captar las verdades de la Maya y el Sunyata. En último análisis, la Compasión de Buda surge, no porque él tenga un ojo que ve o un corazón que siente las miserias que existen realmente en la tierra, sino que surge en forma natural y espontánea. Esta compasión espontánea, notable adquisición del estado de Buda, sólo puede lograrse mediante una honda realización del Sunyata y una completa identificación con la totalidad.

Tan sólo mediante la supresión de la tendencia adhesiva puede lograrse la última Compasión; tan sólo mediante la negación del estado de Buda, puede este estado lograrse. Por el hecho de que no hay seres sensibles a quienes compadecer, es que Buda experimenta una intensa piedad; es porque desde los principios nunca ha existido un ser sensible, que Buda bajó a la tierra para salvar a los seres sensibles. ¿Es esto una paradoja? Lo es, pero sólo porque nosotros somos paradójicos, no la Verdad. Desde el punto de vista humano una paradoja es algo contradictorio e inarmónico, pero desde el punto de vista del Buda es armonía y unidad.

De tal modo que la perfecta Compasión del Buda es un Amor total e incondicional, un Amor que consiste en la perfecta sabiduría y es idéntico a ella, un Amor que no surge de ninguna forma de adhesión, sino de la total liberación de toda clase de ataduras.

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El perfecto poder de Buda

El perfecto poder de Buda es el poder más grande y más puro que puede existir, pero no es omnipotente. Buda es omnisciente y todo misericordioso, pero no es todopoderoso. Un ser todopoderoso es un ser que puede hacer todo lo que quiere. En otras palabras, un ser todopoderoso podría darle una patada a este globo y mandarlo a los cielos, como una pelota, eliminando así todas las miserias y tribulaciones de este planeta en un instante, si éste fuera su deseo. Pero Buda no tiene este poder arbitrario, ni nunca pretendió tenerlo, aunque muchas otras religiones se lo atribuyen a sus dioses. Es bastante evidente que la omnisciencia, la total misericordia y el poder total no pueden existir en un mismo ser al mismo tiempo. Un dios todopoderoso y omnisciente no podría ser también todo misericordioso; de no ser así su intención da crear este mundo con sus consecuentes miserias, pecados e imaginarios infiernos, etc., sería inexplicable y ridícula. Si bien se piensa, su buena conciencia y su sabia previsión se convierten en este caso en una verdadera broma.

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Buda es poderoso, pero no todopoderoso. Buda no puede imponer su voluntad a nadie, y no puede realizar en beneficio de alguien una violación a la Ley de la Causa y Efecto. Buda no castiga a nadie y no manda a nadie a un infierno eterno. Tal proceder resulta inconcebible en un Buda todo misericordioso. Si alguien va al infierno va allí a consecuencia de sus propias acciones malvadas. En las escrituras budistas nunca se dice que Buda habrá de castigar a alguien mandándolo al infierno cuando ese alguien no se doblega ante su voluntad. Al contrario, el espíritu del budismo incita a los hombres a que bajen a los infiernos como dijo el compasivo Bodhisattva Ksitirbha: [4] "Si no bajo a los infiernos, ¿quién querrá hacerse cargo de esos infelices?".

[4. en.wikipedia.org/wiki/Ksitigarbha ]

El poder de bendición del Buda es como el sol, sin el cual ninguna planta puede crecer. Pero el crecimiento de la planta no depende enteramente del sol: el aire, el agua, el suelo, y, lo más importante de todo, la semilla, son indispensables. El aire, el agua y el suelo son comparables a los esfuerzos personales por obtener la Iluminación, y la semilla es comparable a la naturaleza búdica, que está latente en nuestras mentes. La combinación de estos tres factores distintos hace posible la obtención del estado de Buda. Si falta uno de ellos, este estado se vuelve inalcanzable. En una palabra, el perfecto poder de Buda nos proporciona gran ayuda y condiciones favorables para nuestro crecimiento espiritual, pero no lo puede todo por nosotros. Tal vez sea ésta una de las diferencias mayores entre el budismo y otras religiones.

Desde el punto de vista Mahayana, aunque el perfecto poder de Buda no implica una total omnipotencia, no está demasiado alejado de esta concepción. El budismo Mahayana sostiene que el perfecto poder de Buda, como el poder del sol, es infinito e inagotable, pero que el beneficio que podemos obtener de él, depende enteramente de la capacidad y esfuerzos personales. Con un pequeño vidrio de aumento es posible concentrar los rayos del sol y prender un fósforo, pero con lentes más poderosos es posible concentrar el calor suficiente para quemar una casa entera. Si el poder total de la divinidad se entiende de esta manera, entonces es posible encontrar un terreno común entre el budismo y otras religiones.

Los budistas Mahayana creen que las diferentes enseñanzas de varias religiones son todas beneficiosas y necesarias para las personas según sus capacidades distintas y diversas perspectivas. Algunas de estas enseñanzas tienen un carácter "expeditivo o persuasivo" y están hechas para las mentes incultas de las masas; otras son más elaboradas y, en nuestro actual estado de evolución, aptas tan sólo para una minoría de personas excepcionalmente dotadas. Pero todas las religiones han desempeñado un papel constructivo, favoreciendo el progreso humano y el crecimiento espiritual. Para un budista, en la gran familia de las doctrinas religiosas, hay una distinción tan sólo entre lo "preliminar" y lo "avanzado", lo "expeditivo" y lo "elaborado", pero no entre lo "verdadero" y lo "falso".

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