4. Discurso del maestro Han Shan [1]

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[1. (1546-1623) en.wikipedia.org/wiki/Hanshan_Deqing ]

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Hanshan Deqing

Hanshan Deqing

Referente a este gran asunto, el Tao, todos lo han poseído desde el principio. Siempre está con vosotros. La dificultad consiste en que, desde los principios, la Iluminación Maravillosa, ha sido cubierta con las semillas de la pasión, las corrientes del pensamiento y la conceptualización, las formas estereotipadas y habituales de pensar. Por lo tanto, nunca hemos podido captar esta realización y hemos vagado en medio de las sombras de los pensamientos ilusorios sobre la mente, el cuerpo y el mundo. Es por esto que seguimos dando vueltas en el samsara.

En otros tiempos, los budas y los patriarcas que se encarnaron en este mundo, utilizando millares de palabras y diversos métodos, predicaron o la doctrina o el Zen. [Nota final 2-16] Todas sus enseñanzas no eran nada más que instrumentos para vencer las tendencias habituales que maculan el pensamiento humano. No existe el dharma, en el sentido de algo real o concreto, en lo que ha llegado hasta nosotros. La llamada práctica no es más que un método que procura purificar las sombras de nuestro pensamiento habitual y del curso de nuestras ideas. Concentrar todos los esfuerzos a este fin se llama "la tarea". Si de repente cesan los pensamientos, uno comprueba claramente que la mente es originariamente pura, genuina, vasta, iluminada, perfecta y desprovista de objetos. Esto se llama wu (en japonés: satori). Nada existe fuera de la mente, nada con lo cual se pueda trabajar, nada que pueda ser iluminado. Sin embargo, las pasiones egoístas, acumuladas en el pasado y enraizadas en nosotros, son difíciles de extirpar.

Afortunadamente, en esta encarnación, por medio de la ayuda y la instrucción de maestros (justos), la semilla de prajna en vosotros ha tenido oportunidad de desarrollarse. Es así que vuestras aspiraciones religiosas y vuestra determinación se han despertado. Pero debéis comprender que no resulta fácil arrancar de una vez las raíces del samsara, que están ahincadas en vosotros desde tiempos inmemoriales. ¡La tarea no es frívola! Tan sólo hombres de fuerza y de voluntad, lo bastante fuertes para echarse sobre los hombros este peso y avanzar sin la más leve vacilación o timidez, podrán llegar (al tao). Los otros tienen pocas, muy pocas probabilidades de lograrlo. Un antiguo proverbio dice: "Este asunto es semejante a la lucha de un hombre contra diez mil enemigos". ¡Cuán verdadero es esto!

En general, en nuestros días, en que el budismo está en estado de degeneración, [Nota final 2-17] hay muchos yoguis que practican el tao, pero pocos entre ellos pueden llegar a la verdadera realización. Los atropellados y los laboriosos son muchos, pero los que llegan al Sendero siguen siendo pocos. ¿Por qué? Porque la mayoría de los yoguis no sabe trabajar ¿cómo iniciar la tarea desde un principio? Lo que hacen es llenar sus espíritus con las palabras y las ideas que ellos mismos han encontrado, o medir las cosas con una mente discriminatoria o suprimir la corriente del pensamiento, o deslumbrarse con visiones inducidas. Algunos de ellos se han impregnado de las misteriosas palabras de los antiguos maestros y consideran a las instrucciones y puntos de vista de éstos como si fueran propios. No comprenden que todo esto es inútil. Es esto lo que se quiere dar a entender al decir que "adquirir el conocimiento de manos de los otros equivale a cerrarse la puerta de la iluminación propia".

El primer paso del Zen consiste en olvidar el entendimiento y el conocimiento, y concentrarse en un solo pensamiento (en chino: i nien). Creed firmemente que vuestra mente es originalmente pura y clara, sin la menor traza de ninguna existencia; brillante, perfecta y difundida por todo el universo. Desde el principio no ha habido ni cuerpo ni mente ni mundo ni pensamientos erróneos ni pasiones contagiosas. En este mismo instante, la mente es, en realidad, no existente. Todas las manifestaciones que se presentan ante mis ojos son ilusiones desprovistas de sustancia. No son más que sombras dentro de mi mente.

Con esta clara comprensión, debes proceder del siguiente modo: Busca el punto en el cual tus pensamientos surgen y desaparecen. Toma nota de donde surge un pensamiento y donde se desvanece. Tened esto presente y tratad de penetrarlo, tratad de aplastarlo con toda vuestra fuerza. Si sois capaces de romperlo en pedazos, se disolverá y desvanecerá. Por el momento, sin embargo, no debemos tratar de conseguir (la experiencia instantánea) ni tratar de continuarla. El maestro Yung Chia advirtió una vez: "Hay que poner fin inmediatamente al pensamiento de continuación". Esto se debe a que los pensamientos aflorantes, ilusorios, son virtualmente irreales y sin base. Nunca toméis al pensamiento divergente por algo concreto. Cuando surja, tomad nota de él, pero no tratéis de suprimirlo. Dejadlo ir por su camino y observadlo, como se observa una calabaza que flota en la corriente de un río.

Lo que debéis hacer es apoderaros de esta conciencia, como si fuera una daga afilada que tenéis en la mano. No importa que vengan budas o diablos; cortadlos como si fueran un nudo de enmarañadas hebras de seda. Utilizad toda vuestra atención y fuerza, pacientemente, y llevad vuestra mente al fin mismo (de la conciencia): seguid haciendo siempre presión.

Los que deciden practicar el dharma deben creer firmemente la enseñanza de la Mente Única. Buda decía: "Los Tres Reinos [Nota final 2-18] son la mente; los diez mil dharmas son la conciencia". Todo el budismo no es más que una exposición de esta frase. La ignorancia o la Iluminación, la virtud o la maldad, la causa o el efecto, no son nada más que la propia mente. Ni una mota existe fuera de la Mente.

El yogui Zen debe poner a un lado completamente su antiguo conocimiento y comprensión. En este punto, la cultura y la inteligencia de nada sirven. Por el contrario, debe tratar de contemplar al mundo real como si éste fuera una alucinación. Lo que él ve son mirajes, imágenes reflejadas en un espejo, como la luna en el agua. Los sonidos que oye son canciones que el viento entona entre las hojas. Debe ver a todas las manifestaciones como nubes que flotan en el cielo, cambiantes e irreales. No sólo el mundo exterior, sino los pensamientos habituales, pasiones, distracciones y deseos dentro de la mente son, igualmente, insustanciales, no concretos, sin base y flotantes. Cuando surgen pensamientos, es menester encontrar la fuente de éstos; nunca hay que abandonar la atención o dejarse engañar. Si podéis practicar de este modo, haréis grandes progresos.

Hay muchos koans que facilitan el trabajo en medio del tumulto de las actividades mundanas. Por ejemplo: "¿Quién recita el nombre del Buda?" Aunque este koan es muy útil, comprenderéis que no es más que una piedra con la cual se puede abrir una puerta; cuando la puerta ha sido abierta, la piedra se tira. Para practicar un koan se requiere firmeza, determinación inquebrantable y sólida perseverancia. Es menester no tener la más leve duda al día siguiente. No hay que albergar dudas sobre la posibilidad de alcanzar la Iluminación, ni pensar que el koan es demasiado profundo o misterioso, etc. Estos pensamientos son obstáculos. Os los señalo ahora con el fin de que los notéis cuando se presenten.

Cuando se trabaja bien, las cosas del mundo exterior no perturbaran gran cosa. El inconveniente es que surgirán en la mente perturbaciones mentales, sin que haya razón para ello. A veces son los deseos y la lujuria los que importunan, a veces una inquietud inexplicable. Se presentarán innumerables obstáculos. Estas dificultades os cansarán mental y físicamente, de tal modo que no sabréis qué hacer. Debéis comprender entonces que estas experiencias son producidas por el esfuerzo de la meditación, que ha estimulado las semillas del hábito que están profundamente ahincadas en vuestro depósito (alaya) de conciencias desde el no comienzo del tiempo. En este instante crucial, debéis reconocer esto por lo que es, y romper con ello. No toméis a estos pensamientos por reales, nunca os sometáis a su dominio y a sus engaños.

Debéis, en cambio, aligerar vuestra mente. Estad atentos y, con espíritu despierto observad el nacimiento del pensamiento divergente. Observadlo hasta el fondo mismo; empujad con vuestra mente (hasta el estado impenetrable) y decíos: "En mí no hay tal cosa: ¿de dónde venís? ¡Quiero ver vuestro cuerpo desnudo!" De esta manera, poned en tensión vuestra mente hasta el fin, borrad todo rastro (de pensamientos), matadlos y haced gritar a todas las deidades y fantasmas. Si trabajáis da este modo, las buenas nuevas pronto llegarán a vosotros. Si podéis quebrar un pensamiento en pedazos, todos los pensamientos quedarán enseguida descubiertos. Esto será semejante a la superficie de un estanque claro y diáfano, del cual se han ido las brumas. Pasando esta etapa, os sentiréis contentos e infinitamente ligeros, llenos de incalculable alegría. Pero esto no es más que el comienzo del trabajo verdadero: no hay en él nada maravilloso. No os regocijéis ni os complazcáis en esta maravillosa experiencia; si lo hiciereis, el demonio de la alegría se apoderará de vosotros.

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Aquellos que encuentran obstáculos demasiado grandes, cuyas semillas de pasión son demasiado fuertes, cuyos pensamientos habituales están afincados en el depósito de Conciencia, que no pueden observar sus mentes y no saben proceder con los koans, deben practicar las posturas rituales ante Buda, recitar los santos sutras y confesar sus pecados. Estas personas, asimismo, deben invocar los mantrams (fórmulas de meditación). Por medio de los símbolos impenetrables de los budas, es posible vencer todas las dificultades. La esencia de la instrucción esotérica de los budas y los patriarcas, en otros tiempos estaba concentrada en los mantrams.

La diferencia radica aquí en que el Buda habla directamente, mientras que los maestros del Zen mantienen el punto en secreto y no hablan de él. Esto proviene de que los maestros Zen tienen miedo de que la gente se aferre a esta práctica, o no la entienda, no porque ellos mismos no la utilicen. De todos modos, si se practican los mantrams, es menester hacerlo regularmente. Al cabo de algún tiempo, uno encontrará en ellos una gran ayuda, pero no hay que esperar una respuesta milagrosa de los budas.

Conviene saber que hay dos clases de (yoguis) Zen: los que alcanzan primero el wu (satori) y luego practican, y los que empiezan practicando y luego llegan al wu. Asimismo, hay dos clases de wu: el wu comprendido (en chino chieh wu) [k] y el wu realizado (en chino cheng wu). El wu comprendido es el que consiste en comprender la mente por medio de las enseñanzas y las palabras de los budas y los patriarcas, pero en este punto la mayor parte de la gente cae en la conceptualización y la intelección, y no está en condiciones de afrontar las actividades y los conflictos de la vida. Sus mentes y los objetos exteriores (en chino: chin) están separados, no se mezclan o funden, de tal modo que continuamente encuentran obstáculos. Esto se llama el wu semejante, no el verdadero wu.

El wu realizado es la consecuencia de una aplicación seria y continua sobre el problema (koan). Los que llevan sus mentes hasta el límite se encontrarán con que sus pensamientos, de repente, se detienen. Inmediatamente contemplan la mente propia, como si un hijo pródigo se encontrara de repente con su amante madre en los pasillos de un bazar. Como el que bebe agua, el yogui sabe si está caliente o fría, y no hay posibilidad de duda, pero no puede trasmitir su sentimiento a nadie. Este es el wu verdadero. Al poseer esta experiencia, no funda su mente con todas las condiciones de la vida, se limpia de todos los karmas presentes y de las corrientes de la pasión y el deseo. Basta las dudas y las divagaciones se funden en una sola mente real.

Sin embargo, este wu realizado tiene distintos grados de profundidad. Si uno es capaz de practicar el principio básico y penetra en el ámbito de las Ocho Conciencias, y pasa por la caverna de la ceguera con un gran salto, ya no le queda nada más que conseguir. Entonces merece consideración como una persona altamente dotada. Su realización es la más profunda. La mayor parte de los que practican en forma gradual obtienen tan sólo realizaciones superficiales. Lo peor de todo es contentarse con una realización pequeña y superficial. No os dejéis llevar nunca por las alucinaciones de la fantasía. Pues si no se penetra en las Ocho Conciencias, todas las maravillas que vemos no son más que producto de la conciencia samsárica y de los sentidos (en chino: shih, sheng). Si uno considera que todos estos fenómenos son reales, esto equivale a aceptar a un ladrón por hijo propio. En otros tiempos, los antiguos dijeron claramente:

"Los yoguis ignorantes, que no conocen la Verdad, se aferran al -espíritu absoluto- imaginado, que en verdad es la causa básica que los obliga a vagar por el samsara desde el no comienzo de los tiempos. Sólo los tontos llaman a este empeño -espíritu absoluto-, -Ser Primordial-".

Esta es una de las puertas que debemos franquear.

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Las así llamadas iluminación repentina y práctica gradual [m] se refieren a la persona que ya ha obtenido el wu de una manera sólida, pero que aún no es capaz de limpiarse de los pensamientos habituales. Esta persona debe procurar identificar su realización del wu con todo lo que encuentra en su actividad diaria y debe utilizar su entendimiento uniéndolo a acontecimientos objetivos. A medida que una parte de la manifestación objetiva se funde con la realización wu, una parte del dharmakaya se revelará; a medida que se disuelve el pensamiento ilusorio, una parte de la sabiduría (Prajna) habrá de emerger.

Lo esencial en esta práctica es la continuidad y la consistencia.

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