Cuatro puntos vitales del budismo Zen

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Muchos errores de concepto sobre el Zen han surgido en Occidente en relación a varios puntos dados por sabidos en Oriente, pero que no son entendidos ni apreciados por la mente occidental. Primero, en el estudio del Zen, es importante aprender no sólo la enseñanza misma, sino también conocer la forma de vida seguida por los estudiantes Zen en los países orientales. Aplicado íntimamente, el Zen es una "experiencia", una "realización", o una enseñanza que nos lleva a tales estados; pero exteriormente el Zen es principalmente una tradición y una numera de vivir. Así, para entender bien el Zen, tenemos que estudiar no sólo su doctrina, sino también su forma de vida. Por lo menos un conocimiento superficial con la vida de los monjes Zen será muy valioso para un mejor entendimiento del Zen.

Chao Chou

Chao Chou (778-897)
Zhaozhou Congshen

Cuando leemos los koans Zen, con frecuencia encontramos que un monje fue inmediatamente iluminado después de oír alguna frase, o de recibir un golpe de su maestro. Por ejemplo, cuando Chao Chou oyó decir a Nan Chuan: "El Tao no es asunto de conocer o no conocer. ", inmediatamente quedó iluminado; cuando Hung Chou fue pateado por Ma Tsu, inmediatamente fue iluminado, y así prosigue la serie. Esto puede dar la sensación de que la "Iluminación" es muy fácil de obtener. Pero estos pequeños koans, que con frecuencia no cuentan más de cien palabras, son simplemente una fracción de toda la historia. Los orígenes de los protagonistas, raras veces fueron descritos por los monjes Zen que primero escribieron los koans, porque no creyeron necesario mencionar este origen común a gente educada en la tradición Zen y que la conocía claramente. Los monjes creyeron que nadie cometería la tontería de considerar la "Iluminación" como algo que se consigue al oír una frase como "una rama de árbol seco", por recibir una patada o un golpe, sin poseer antes la "preparación" o la madurez mental. Así, es evidente que sólo cuando el estado mental de un estudiante ha llegado a la madurez, puede beneficiarse por los gritos, los golpes, las patadas o los llantos del maestro. Ellos sabían que no era fácil llegar a esta madurez mental. Se conseguía con lágrimas y sudor, tras muchos años de práctica y de duro trabajo. Los estudiantes debían tener esto en la mente y recordar que la mayoría de los koans Zen que conocían eran sólo los puntos culminantes de un drama, y no el drama entero. Estos koans narran la caída de manzanas "maduras", pero no las biografías de esas manzanas, cuyas historias son largos cuentos de deleites y dolores, placeres y angustias, luchas y amargas pruebas. El maestro Zen sacude el manzano y los frutos inmaduros caen; pero, en las ramas agitadas, seguirán todavía los frutos no maduros.

También debemos recordar que la mayoría de los estudiantes Zen en Oriente son monjes que han dedicado sus vidas al trabajo del Zen. Tienen sólo una finalidad: conseguir la Iluminación; tienen sólo un punto de mira en sus vidas: practicar el Zen; llevan una vida simple, monástica; y sólo hay una manera por medio de la cual aprenden el Zen: viviendo y practicando con sus maestros por un largo período. En estas circunstancias ven el Zen, oyen el Zen, prueban el Zen, y hasta huelen el Zen todo el tiempo. Antes de convertirse en "graduados" del Zen, han vivido como "aprendices" por muchos años con sus profesores. Han tenido mucho tiempo y oportunidad de hacer preguntas y de recibir instrucciones directamente de los maestros. ¿Cómo puede dejarse de aprender el Zen, cuando se pasa casi toda la vida bajo esas condiciones ideales? Además, estos monjes estudiantes pueden viajar a voluntad para visitar a uno y otro maestro, hasta que encuentran al que pueda ayudarlos más. El celebrado maestro Zen, Chao Chou, viajó hasta los ochenta años a varios lugares para aprender más Zen. Por otro lado, Hui Chung, el maestro nacional de la dinastía Tang, permaneció cuarenta años en una ermita en la montaña. Chang Chin meditó veinte años, gastando así siete asientos de meditación. Estos son ejemplos concretos de vidas Zen. Estos maestros no eran tontos: conocían toda la algarabía referente al "aquí y ahora", "la mente ordinaria" y "la iluminación brusca". Sin embargo siguieron trabajando duramente en el Zen toda su vida. ¿Por qué? Porque sabían, por experiencia directa, que el Zen es como un vasto océano, un tesoro inextinguible lleno de riquezas y maravillas. Podemos ver este tesoro, tender hacia él, hasta apoderarnos de él y, sin embargo, no utilizarlo ni disfrutarlo enteramente. Generalmente toma mucho tiempo aprender a utilizar adecuadamente una enorme herencia, aunque estemos en posesión de ella desde hace tiempo. Esto también se aplica al trabajo del Zen. El Zen sólo empieza en el momento en que por primera vez se llega al satori; antes, sencillamente, estamos fuera y miramos al Zen intelectualmente. En un sentido más profundo el satori es sólo el principio, y no el fin del Zen. Esto se ve claramente en los discursos del maestro Zen, Po Shan y la discusión sobre la "Iluminación Zen" en los capítulos II y III.

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También hay otra importante faceta del Zen, que no ha sido bien explicada en Occidente. En el estudio del Zen es aconsejable conocer dos términos chinos frecuentemente empleados por los budistas Zen: chien y hsing. Utilizado como verbo, chien significa "ver", o "mirar"; utilizado como sustantivo significa "la vista", "el entendimiento", o "la observación". Hsing significa "la práctica", "la acción", "el trabajo". También puede usarse como verbo o como sustantivo. Chien, en su sentido más amplio, significa todo el entendimiento de la enseñanza budista; pero, en el Zen, no sólo denota el entendimiento de los principios y de la verdad Zen, sino que también implica la visión despierta que surge de la experiencia "WU" (Satori). Chien en este sentido puede entenderse como "realidad vista" o "una visión de la realidad". Pero, aunque signifique ver la realidad, no implica la "posesión" o el "dominio" de la realidad. Un proverbio Zen dice: "La realidad (li en chino) puede verse de manera brusca, pero la materia (shih en chino) debe cultivarse paso a paso". En otras palabras, tras haber llegado al Satori, hay que cultivarlo hasta llevarlo a su entera madurez, hasta que haya conquistado gran poder y flexibilidad (en chino ta chi ta yung). [Nota final 1-9] Este cultivo después del Satori, junto con la lucha y la búsqueda de antes del Satori, es lo que los budistas Zen llaman Hsing, "la práctica" o "el trabajo".

El maestro Zen Yuan Chin dice: "Todo el trabajo Zen que podemos realizar en una vida puede reducirse a los siguientes diez pasos, que pueden usarse como medida para conocer nuestra realización, o lo que hemos logrado". Los diez pasos sucesivos [Nota final 1-10] son. [f]

1. Un estudiante Zen debe creer que hay una enseñanza: (Zen) transmitida fuera de la doctrina general budista.

2. Debe tener un conocimiento definido de esta enseñanza.

3. Debe entender por qué el ser sensible y el ser insensible pueden predicar el Dharma.

4. Debe ser capaz de ver la "Esencia" (realidad) como algo vívido y claro, que está en la palma de su mano; y su paso debe ser siempre firme y continuo.

5. Debe tener el "Ojo de Dharma" que distingue.

6. Debe caminar por "El sendero de los pájaros" y "El camino del más allá" ("Camino del Asombro").

7. Debe ser capaz de desempeñar el papel positivo y el papel negativo en el drama Zen.

8. Debe destruir todas las enseñanzas heréticas y equivocadas, y señalar las justas.

9. Debe adquirir gran poder y flexibilidad.

10. Debe entrar en la acción y en la práctica por diferentes caminos de la vida.

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Así, el trabajo Zen consiste en dos aspectos principales, la "Visión" y la "Acción" y ambos son indispensables. Un proverbio Zen dice: "Para tener una visión hay que subir hasta lo más alto de una montaña y mirar desde allí; para iniciar el viaje (del Zen) hay que bajar hasta el fondo del mar, y empezar a caminar desde allí". Aunque el edificio del Zen está sostenido por los dos pilares de la "Visión" y la "Acción", la enseñanza Zen pone especial énfasis en el primero. Esto está reconocido por el gran maestro. I Shan, quien dijo: "Tu visión y no tu acción es lo que me importa". Es por esto que los maestros Zen ponen todo el énfasis en el Satori y concentran sus esfuerzos en llevar directamente sus discípulos a él. Siendo una enseñanza práctica y directa, el Zen tiende a hacer a un lado todos los asuntos secundarios y las discusiones y a señalar directamente el chien, la vista o visión de la Realidad. Esto se demuestra en toda la tradición Zen. El acento en la "Visión" se recalca en numerosos koans Zen y en los dichos Zen. Quizás el más notable sea el comentario del maestro Pai Chang: "Si el discípulo tiene una visión igual a la del maestro, podrá, como mucho, realizar la mitad de lo que el maestro ha realizado. Sólo cuando el discípulo tiene una visión que sobrepasa a la del maestro, merece la Instrucción".

Mientras tengamos esta visión dentro de nosotros mismos, estamos en el Zen: acarrear leña, buscar agua, dormir, caminar., todas estas actividades diarias se han convertido en la milagrosa acción del Zen. Así, la mente simple y ordinaria es la mente del Buda; "Aquí y ahora" es el paraíso de la Tierra Pura; sin llegar al Trikaya [Nota final 1-11] del budismo, se es igual a Buda.

Porque el budista Zen despierto contiene la Esencia de Dios -el corazón de Buda- en su mano. Con este incalculable tesoro en su poder: ¿qué más necesita? Es por esto que el notable budista Zen, Pang Wen, dice: "Acarrear leña y llevar agua son cosas milagrosas, y yo y todos los Budas en las Tres Veces respiramos por un solo agujero de la nariz". Esta Visión altamente espiritual y atrevida es el verdadero pináculo del Zen.

El espíritu, como la tradición Zen, se refleja enteramente con toda su Fuerza en el chien más bien que en el hsing. Así, aunque Satori no es más que el comienzo, es, sin embargo, la esencia del Zen. No es todo el Zen, pero es su corazón.

Finalmente, el Zen tiene un lado místico y sobrenatural que es parte esencial de su naturaleza. Sin esto, no podría ser la religión que es básicamente, y perdería su posición como el actor más caprichoso en el drama budista. Las cinco historias que siguen ilustran la manera Zen de obrar milagros, y su manera cínica de burlarse de ellos.

Mount Wutai aka Ching Liang

Mount Wutai (Ching Liang)

A. El maestro Zen, Yin Feng, del período Yuan Ho, de la dinastía Tang, tenía la costumbre de quedarse en el monte Heng, en la provincia de Hu Nan, en el centro de China del Sur, durante el invierno; y se quedaba en el monte Ching Liang en la provincia de Shan Hsi, China del Norte, en el verano. Un verano estalló una revolución cuando él llegó a Huai Ssu, en camino al monte Wu Tai (otro nombre del monte Ching Liang). El general rebelde Wu Uan Chi, y sus soldados, combatían al ejército nacional. La batalla proseguía sin que ninguna de las partes sacara ventaja. El maestro Yin Feng se dijo entonces: "Creo que iré al frente e intentaré reconciliarlos". Diciendo esto tiró sus cosas al cielo y, cabalgando sobre ellas, llegó perfectamente al campo de batalla. Los soldados de ambas partes, sorprendidos al ver a un hombre volando, dejaron de pelear. Sus odios y mala voluntad fueron así pacificados y, como resultado, terminó la batalla.

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Tras realizar este milagro, Yin Feng tuvo miedo de que la gente creyera en desinteligencias y, así, se dirigió a la Caverna del Diamante del monte Wu Tai, y decidió dejar este mundo. Dijo a los monjes de allí: "En muchas ocasiones he visto morir a monjes, cuando estaban echados o sentados: ¿ha visto alguno de ustedes a un monje que muriera cabeza para abajo?" Los monjes replicaron: "Nunca lo hemos visto". Yin Feng declaró entonces: "En tal caso moriré cabeza para abajo". Diciendo esto puso la cabeza en el suelo e irguió las piernas hacia el cielo, se balanceó en aquella posición y murió. El cuerpo permaneció tieso, con las ropas pegadas, y nada cayó.

Los monjes conferenciaron entonces sobre aquel molesto cadáver y, finalmente, decidieron cremarlo. La noticia corrió como el relámpago, y la gente de cerca y de lejos vino a ver aquel espectáculo único, todos atónitos ante el milagro. Pero el problema de llevar el cadáver para su cremación seguía sin resolverse, porque nadie podía mover el cadáver.

Entretanto la hermana de Yin Feng, que era monja, pasó por allí. Viendo la confusión se abrió camino entre la gente, se acercó al cadáver y gritó: "¡Eh, hermano, canallita inútil, cuando estabas vivo nunca supiste comportarte, y ahora ni siquiera mueres decentemente y tratas de sorprender a la gente con todas esas tretas!" Al decir esto abofeteó el cadáver y le dio un empujoncito, e inmediatamente el cadáver cayó al suelo. (A partir de entonces no hubo dificultades para el funeral.)

yun men

Yun Men (864-949)
Yunmen Wenyan

B. Tao Tsung era maestro del famoso profesor Zen Yun Men. Fue él quien abrió la mente de Yun Men hiriéndolo en la pierna. Después Tao Tsung regresó a su país natal de Mu Chow, porque su madre era muy vieja y necesitaba de alguien que la mantuviera. Desde entonces vivió con su madre, y se ganaba la vida haciendo sandalias de paja.

En esta época estalló una gran rebelión, dirigida por un hombre llamado Huang Tsao. Cuando el ejército rebelde se acercaba a Mu Chow, Tao Tsung fue a la puerta de la ciudad y colgó en ella una gran sandalia. Cuando el ejército de Huang Tsao llegó a la puerta de la ciudad, no pudieron abrirla por muchos esfuerzos que hicieron. Huang Tsao dijo resignado a sus hombres: "En esta ciudad vive un gran sabio; es mejor que la dejemos en paz". Diciendo esto retiró su ejército y la ciudad de Mu Chow no fue saqueada.

C. El maestro Zen Pu Hua había sido ayudante de Lin Chi. Un día decidió que había llegado el momento de morir y, entonces se dirigió al mercado y pidió a la gente que le dieran por caridad un vestido. Pero, cuando algunas personas le ofrecieron el vestido, y otras ropas, él las rehusó. Otros le ofrecieron una manta y una frazada, y él también las rehusó, y siguió marchando con el bastón en la mano. Cuando Lin Chi oyó esto, persuadió a algunas personas que dieran a Pu Hua un ataúd. Así, ofrecieron un ataúd a Pu Hua. El sonrió y dijo a los donadores: "Este individuo, Lin Chi, es realmente malo y charlatán". Después aceptó el ataúd y anunció a la gente: "Mañana saldré de la ciudad por la puerta del este y moriré en algún rincón de los suburbios del este". Al día siguiente mucha gente de la ciudad, llevando el ataúd, lo escoltó hasta la puerta del este. Pero súbitamente él se detuvo y exclamó: "Oh, no, no. Según la geomancia, este día no es auspicioso. Es mejor que muera mañana en un suburbio del sur". Así, al día siguiente, todos se encaminaron a la puerta del sur. Pero Pu Hua cambió otra vez de idea, y dijo a la gente que prefería morir al día siguiente, en el suburbio del oeste. Mucha menos gente fue a escoltarle al día siguiente. Y nuevamente Pu Hua cambió de idea, diciendo que postergaba un día más su partida del mundo, y que, entonces, moriría en el suburbio del norte. Para entonces la gente se había cansado del asunto y, así, nadie lo escoltó al día siguiente. Pu Hua tuvo que llevar él mismo el ataúd hasta el suburbio norte. Cuando llegó se metió en el ataúd, siempre con el bastón en la mano, y esperó que llegaran algunos transeúntes. Entonces les pidió que clavaran el ataúd una vez que él hubiera muerto. Cuando ellos consintieron, él se echó y murió. Entonces los transeúntes clavaron el cajón, como lo habían prometido.

Las noticias de este hecho llegaron pronto a la ciudad, y la gente empezó a llegar a montones. Alguien sugirió entonces que abrieran el ataúd para echar un vistazo al cadáver. Pero, al hacerlo, ante su sorpresa, no encontraron nada. Antes de recobrarse de la sorpresa oyeron, desde el cielo, el sonido familiar de las campanillas del bastón que Pu Hua había llevado toda su vida. Al principio el campanilleo era violento, porque estaba muy cerca; después se volvió más y más débil, hasta que finalmente desapareció enteramente. Nadie supo adónde había ido Pu Hua.

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Estas tres historias revelan que el Zen no carece de elementos "sobrenaturales" y que comparte historias milagrosas y maravillas con otras religiones. Pero el Zen jamás se enorgullece de sus conquistas, ni recurre a poderes sobrenaturales para glorificar sus enseñanzas. Por el contrario, la tradición Zen ha mostrado indudablemente una actitud burlona hacia las realizaciones de milagros. El Zen no corteja y no toma en cuenta los poderes milagrosos de ningún tipo. Lo que le importa es el entendimiento y la realización de la maravilla de todas las maravillas, el indescriptible Dharmakaya, que puede encontrarse en todos los lugares y en todos los tiempos. Esto se demuestra claramente en las palabras de Pang Wen cuando dice: "Acarrear agua y recoger leña son dos actos milagrosos".

Muchos koans prueban la actitud desdeñosa hacia los poderes sobrenaturales adoptada por el Zen. El Zen no sólo no alienta a sus seguidores a que busquen esos poderes, sino que también procura disolverlos si es posible, pues considera estos "poderes", "visiones" y "revelaciones" como distracciones que con frecuencia apartan del sendero verdadero. La historia siguiente es un buen ejemplo de este espíritu:

D. Huang Po [Huangbo Xiyun] encontró una vez a un monje y caminó junto con él. Cuando llegaron cerca de un río, Huang Po se quitó el sombrero de bambú y, dejando a un lado su bastón, se detuvo a pensar cómo podrían pasar. Pero el otro monje caminó sobre el río sin dejar que sus pies tocaran el agua, y llegó en seguida a la otra orilla. Cuando Huang Po vio el milagro, se mordió los labios y dijo: "Oh, no sabía que podía hacer eso; de saberlo lo hubiera empujado hasta el fondo del río".

Pese a todas las burlas y al desagrado ante las maravillas y los poderes sobrenaturales, los maestros Zen no eran por cierto incapaces de realizarlos. Podían hacerlo si juzgaban que la cosa valía la pena, para algún propósito digno. Estos poderes milagrosos son sencillamente los productos naturales de la verdadera Iluminación. Un ser perfectamente iluminado debe poseerlos; de otro modo su Iluminación sólo podrá ser considerada parcial.

La última historia de esta serie es particularmente significativa:

E. Chiu Feng era discípulo del maestro Shih Shuang. Cuando Shih Shuang murió, todos los monjes del monasterio realizaron una asamblea y decidieron nombrar al Monje Principal como nuevo abad. Pero Chiu Feng se puso de pie y dijo: "Debemos saber primero si realmente entiende las enseñanzas de nuestro difunto maestro". El Monje Principal preguntó entonces: "¿Qué dudas tienes en la mente respecto a las enseñanzas de nuestro difunto maestro?" Chiu Feng, replicó: "Nuestro difunto maestro dijo: -Olvida todo, deja de hacer todo y procura descansar completamente. Procura pasar diez mil años en un solo pensamiento. Procura ser las frías cenizas y el árbol gastado. Trata de estar cerca del incensario en el viejo templo. Procura ser un hilo de blanca seda. No pregunto sobre el principio de esta recomendación, sino sobre la última frase: -Trata de ser un hilo de blanca seda. ¿Qué significa?" El Monje Principal contestó: "Es sólo una frase que ilustra el tema de la Forma Uno". [Nota final 1-12]

Chiu Feng exclamó entonces: "¿Ves? Yo sabía que no entendías las enseñanzas de nuestro difunto maestro". El Monje Principal preguntó entonces: "¿Qué entendimiento mío es el que no aceptas? Enciende una vara de incienso para mí. Si no puedo morir antes que haya quemado, entonces reconoceré que no entiendo lo que ha querido decirnos nuestro difunto maestro". Entonces se encendió el incienso y el Monje Principal volvió a su asiento, y quedó tieso como un palo. Y, antes de que la vara de incienso se consumiera del todo, el Monje Principal realmente había muerto, allí, donde estaba. Chiu Feng tocó entonces el hombro del cadáver y dijo: "Puedes sentarte y morir perfectamente, pero sigues sin tener la menor idea de las palabras de nuestro difunto maestro".

Si el Zen debe considerarse como la quintaesencia y suprema enseñanza del budismo, una enseñanza que puede liberarnos de las miserias de la vida y de la muerte, y no simplemente como una charla inútil, un pasatiempo, debe dar concreta e indiscutida prueba de su validez. Las meras palabras no pueden sustentar una religión: la conversación vacía no puede convencer a la gente ni sostener la fe de los creyentes. Si el Zen no produjera "seres dotados" que, por un lado, realizan la Verdad Interior y, por el otro, dan pruebas concretas de su Iluminación, no podría haber eclipsado a todas las otras escuelas del budismo en la Madre Patria y sobrevivido más de mil años. La Iluminación Budista no es una teoría vacía ni asunto exclusivo de nuestro deseo. Es un hecho concreto que puede ser probado y demostrado. En la historia precedente, cuando el Monje Principal fue provocado por Chiu Feng, valerosamente testimonió su entendimiento liberando su alma-conciencia del cuerpo físico en unos minutos. ¿Quién, sin poseer alguna realización interior de la Verdad Zen, puede realizar un hecho tan notable? Pero, sorprendentemente, hasta este entendimiento no estaba a la altura del Zen. Ser capaz de liberarse de la vida y de la muerte en su sentido literal dista todavía mucho de ser el objetivo de la enseñanza de los maestros Zen.

Juzgando el Zen desde este punto de vista, ¡qué penosas nos parecen las habladurías de esos "expertos", que sólo conocen charlas sobre el Zen y que no sólo aborrecen la existencia de este tipo de koan, sino que deliberadamente lo interpretan mal en sus prácticas y escritos "Zen"., o que lo omiten completamente, como si no existiera! Se recomienda, por esto, que el lector de este libro analice atentamente las diferencias entre el Zen genuino y el Zen imitado., entre el Zen que proviene del corazón y el que sale de la boca, entre la concreta realización Zen y las meras palabras, entre el Zen del verdadero conocimiento y el de la prevaricación. Trazando estas líneas discriminatorias, el lector ya no será engañado ni sorprendido por los falsos profetas del Zen.

Puede decirse, con cierta verdad, que la aproximación analítica y algo conservadora que hemos esbozado "asesina" al Zen. Pero es el Único camino para presentar al Zen auténticamente y, al mismo tiempo, volverlo claro para los occidentales que, sin medios a mano, deben acercarse al tema intelectualmente y seguir un camino más seguro, aunque más lento que el del Oriente, para encontrar y dar los primeros pasos por el camino que lleva a la Iluminación.

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