3. Discursos del maestro Po Shan

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La sensación de duda

Cuando se trabaja con el Zen, lo importante consiste en generar la I-chin [Nota final 2-9] (sensación de duda). ¿En qué consiste esta sensación de duda? Por ejemplo: ¿de dónde provengo yo?, ¿dónde estaba antes de mi nacimiento y adónde iré después de mi muerte? Como uno ignora la contestación a estas preguntas, en la mente surge un fuerte sentimiento de "duda". Aprieta esta "masa de duda contra tu frente y mantenla ahí incesantemente, hasta que no puedas apartarla o bajarla, aunque ése sea tu deseo. De repente descubrirás que la duda ha sido aplastada, que la has pulverizado". Los antiguos maestros decían:

"Cuanto mayor es la duda, más grande es el despertar: cuanto menor es la duda, más pequeño es el despertar. Cuando no hay duda, no hay despertar".

En el Zen, lo peor que puede hacerse es aferrarse a la quietud, porque entonces la quietud hará que te concentres en la absoluta tranquilidad. De esta manera se desarrollará en ti una fuerte afición a la quietud y una aversión a cualquier clase de actividad. Los que han vivido en medio del tumulto y del ruido de los negocios humanos experimentan la felicidad de la quietud, se sienten seducidos por su dulzura y la echan de menos como un viajero fatigado que busca un retiro apacible para echarse a dormir. ¿Cómo es posible que estas personas retengan una actitud despierta?

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Cuando se trabaja con el Zen, no se ve el cielo al levantar la cabeza, ni la tierra al bajarla. Para el discípulo, una montaña no es una montaña y el agua no es el agua. Cuando camina o está sentado, no es consciente de lo que está haciendo. Aunque esté entre cien mil personas, no ve a nadie. Fuera y dentro de su cuerpo y mente nada existe fuera del peso de la sensación de duda. Este sentimiento puede ser descrito como "la transformación de todo el mundo en un torbellino confuso".

Un yogui Zen debe obrar resueltamente hasta quebrar la masa de dudas. Este punto es fundamental.

¿En qué consiste esta transformación de todo el mundo en un torbellino confuso? Esta es una referencia a la gran Verdad, que desde los principios del tiempo existe en forma latente e inactiva: nunca ha sido extraída. Por lo tanto, un yogui Zen debe lograr que los cielos giren, que la tierra y las aguas se agiten: obtendrá grandes beneficios de las olas movientes.

Cuando se trabaja en el Zen uno no debe preocuparse de la vida después de la muerte; [Nota final 2-10] lo que debe preocuparlo es la necesidad de abandonar el estado viviente. Si uno realmente puede aislarse en la I-chin, el mundo del movimiento será vencido realmente, sin necesidad de realizar ningún esfuerzo específico para vencerlo, y los pensamientos divergentes se purificarán sin que medie ningún esfuerzo para purificarlos. De modo plenamente natural, los seis sentidos deben sentirse espaciosos y vacíos. A1 alcanzar este estado, el yogui se despertará al más leve roce y reaccionará al más leve llamado. ¿Por qué, pues, ha de preocuparse uno por la imposibilidad de revivir?

Cuando se trabaja en el Zen, es menester concentrarse en un solo Koan y no tratar de entender o explicarlos a todos. Aunque uno pueda entenderlos, esto debe ser una comprensión meramente intelectual, no una realización verdadera. El sutra del loto [1] dice: "Este dharma no se comprende por medio del pensamiento y del intelecto". El sutra de la Iluminación total [2a, 2b] declara: "Percibir el reino de la Iluminación del Tathagatha con la mente reflexiva es equivalente al intento de quemar a la montaña Sumeru con la luz de una luciérnaga: el intento está destinado al fracaso".

[1a. en.wikipedia.org/wiki/Lotus_Sutra ]

[2a. en.wikipedia.org/wiki/Sutra_of_Perfect_Enlightenment ]

[2b. PDF de 40 paginas, 233 KB (inglés): buddhistische-gesellschaft-berlin.de ]

Cuando se trabaja en el Zen, el discípulo aplicado tendrá la sensación a veces de haber levantado un peso de mil libras, y de que, aun en el caso de querer bajarlo, no puede hacerlo.

En tiempos remotos los hombres podían entrar en Dhyana mientras labraban la tierra, recogían duraznos o se ocupaban de cualquier cosa. Entonces no era necesario sentarse inmóvil por periodos prolongados, procurando suprimir a la fuerza el pensamiento. ¿Quiere decir la palabra Dhyana la supresión del pensamiento? En este caso, se trata de un Dhyana degradado, no el Dhyana del Zen.

Al ocuparse del Zen, el mayor peligro consiste en racionalizar, conceptualizar o intelectualizar el Tao con la propia inteligencia. Si uno hace tal cosa, nunca alcanzará el Tao.

Al ocuparse del Zen, uno no sabe si camina o está sentado. Nada existe para la mente fuera del Hua Tou. Antes de penetrar la masa de duda, el discípulo pierde la sensación de su cuerpo y de su mente, sin que sea necesario mencionar los estados pasajeros, como caminar o estar sentado.

Al trabajar en el Zen no debe esperarse la llegada de la Iluminación con una mente expectante. Esto es como el hombre que se pone de viaje y se sienta en el camino a la espera de que el lugar de destino llegue hasta él. El viajero nunca llegará de esta manera. Para llegar debe ponerse en marcha. Del mismo modo, al trabajar el Zen, nunca se alcanzará la Iluminación esperándola simplemente. Es menester hacer un esfuerzo con toda la mente para lograr la Iluminación. La obtención de la Iluminación es semejante al súbito Florecimiento de la flor de loto o al súbito despertar del hombre que sueña. No es posible despertar de un sueño si uno se pone a esperar este despertar, pero el despertar es automático cuando cesa el dormir. Las flores no esperan para florecer, sino que florecen cuando les llega el momento. Del mismo modo, la Iluminación llega naturalmente cuando las condiciones han madurado. En otras palabras, uno debe ejercer toda su fuerza a fin de penetrar en el Hua Tou, esforzándose al máximo para Lograr la realización. No debéis entender mal lo que he dicho y esperar que se presente el despertar. En el momento de despertar, las nubes se desvanecen y el cielo claro brilla vasto y vacío; nada puede oscurecerlo. En ese momento los cielos dan vueltas y la Tierra hace cabriolas. Se presenta un mundo enteramente diferente.

Los maestros antiguos decían: "El Tao, como el gran Vacío, todo lo incluye. No carece de nada y nada permanece en él". Si uno alcanza el estado de vaciedad flexible [Nota final 2-11] ya no ve ningún mundo fuera y ningún cuerpo o mente dentro. Sólo entonces puede considerarse que se ha aproximado a la entrada del Tao.

Al trabajar el Zen, es menester tener presente los cuatro puntos siguientes: practicar con absoluto desprendimiento y completa libertad, de manera aplicada, directa, continua y flexible.

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Si la práctica no es directa, el esfuerzo se vuelve completamente inútil, y sin esfuerzo el carácter directo es inútil, ya que por si solo no puede llevar a la entrada del Tao. Sin embargo, en cuanto se llega a la entrada, es menester mantener una continuidad in-interrumpida con el fin de lograr un estado de conformidad con la Iluminación. En cuanto se logre este estado, es menester tratar de alcanzar la flexibilidad vacía. Tan sólo de esta manera puede alcanzarse el estado de asombro. [Nota final 2-12]

En la antigüedad los hombres dibujaban círculos en la tierra con cal, para dar a entender su determinación de que, hasta obtener la verdad última, no habrían de abandonar el círculo. Pero ahora los hombres dibujan círculos frívolamente y pretenden estar en posesión de un espíritu libre y vivaz. ¡Qué ridículo es todo esto!

Si durante la práctica experimentáis sensación de ligereza o llegáis a algún descubrimiento o entendimiento, no debéis suponer por esto que la cosa constituye una verdadera "realización". Hace algún tiempo yo, Po Shan, me puse a practicar el koan "Sin rastros". Un día, mientras estaba leyendo el libro de "La Transmisión de la Lámpara", [3] me encontré con la anécdota que cuenta cómo Chao Chou le dijo a un monje: "Tienes que encontrarte con una persona que está a tres mil millas para obtenerlo (el Tao)".

[3. en.wikipedia.org/wiki/Transmission_of_the_Lamp ]

De repente me pareció que había arrojado lejos de mí un peso de mil libras y sentí que había obtenido la gran "realización". Pero cuando me encontré con el maestro Pao Fang, me di cuenta de cuán ignorante era y me avergoncé de mí mismo. Es menester tener presente que, aun después de haber obtenido el Wu (Satori) y sentirse asegurado, no puede considerarse el trabajo realizado mientras no se haya consultado a un gran maestro.

El trabajo Zen no consiste en recitar sencillamente un koan. ¿De qué sirve repetir una frase una y otra vez? Lo esencial es suscitar "la sensación de duda", sea cual sea el koan practicado.

Al practicar el Zen es importante no perder de vista el pensamiento justo. Este es el pensamiento de Tsen, que significa "penetrar". [Nota final 2-13] Si uno se olvida del tsen, naufraga necesariamente. Algunos yoguis Zen se concentran en la meditación serena y se aferran a la sensación de quietud y limpidez. A esta experiencia la consideran una experiencia de absoluta pureza, desprovista de toda mácula, como el budismo. A esto me refiero yo cuando hablo de la perdida del pensamiento justo y de la serenidad lúcida. Algunos yoguis Zen consideran que el alma-conciencia que lee, habla, se sienta y se mueve es el punto de apoyo del budismo. Algunos que controlan los pensamientos divergentes y no permiten que surjan, creen que esto es budismo. Sin embargo, no hacen más que utilizar un pensamiento ilusorio para suprimir un pensamiento ilusorio. La actividad es semejante a la que consiste en aplastar la hierba con una piedra o extraer las hilachas de una banana una tras otra; la operación es interminable. Algunos consideran que la conciencia-alma es espacio, o logran parar completamente sus pensamientos, pero esto es también una manera de equivocarse.

Al practicar el Zen, suscitar "la sensación de duda" no es suficiente. Es necesario perforarla. Si esto no se logra, es menester disponer toda su fuerza, todos sus nervios y continuar el intento.

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Chao Chou decía: "En los últimos treinta anos nunca me he distraído, salvo para comer o vestirme". También decía: "Si concentráis vuestra mente en el principio, os sentáis y pensáis en él durante veinte o treinta años, y aún no entendéis nada, entonces, ¡cortaos el pescuezo!"

Yun Men decía: "Hay dos clases de enfermedad que impiden a la luz [j] ser plenamente libre. En primer término, el yogui piensa que la luz no ilumina incesantemente todos los lugares, y que algo sigue apareciendo ante él. En segundo término, aunque haya penetrado a través de la vaciedad de todos los dharmas, en forma débil y desmayada, parece que, de todos modos, algo sigue existiendo. Esto es un síntoma de que la luz no penetra con entera libertad.

"Asimismo, hay dos enfermedades del Dharmakaya. En primer lugar, si alguien que ya ha obtenido el Dharmakaya sigue aferrado al dharma y mantiene su propio punto de vista, entonces no hace más que adherir a un lado del Dharmakaya. En segundo término, si uno penetra en el Dharmakaya pero no puede apartarse de él, después, es menester ser sumamente precavido y examinar el propio comportamiento: si permanece la más leve traza de un objeto, esto también es una insuficiencia".

A mi modo de ver, la falta proviene aquí de que se toma a un objeto por la Verdad. El discípulo no se ha aislado aún de la cosa misma", ni la ha penetrado ni la ha rodeado con su cuerpo ni ha soplado. [Nota final 2-14] Si una persona que ha alcanzado esta etapa alberga pensamientos divergentes, está poseída por el demonio y, al hacer una vana demostración de sus conocimientos, hace más daño que beneficio.

Hsuan Sha decía: "Algunas personas sostienen que la naturaleza de la Sabiduría es inherente a la conciencia clara y vivida, que lo que es consciente de ver y de oír es la Sabiduría misma. Ellos consideran a los cinco Skandhas (la conciencia del grupo) como al maestro. ¡Tales maestros llevan los hombres a su perdición! Son elementos de perdición. Permitidme que os formule una pregunta: si esta conciencia clara es la verdadera conciencia, ¿a qué se debe que, durante el sueño, perdéis esta clara conciencia? ¿Entendéis? Este error ha sido descrito como "el reconocimiento del ladrón como el propio hijo". Aquí obra la raíz misma del samsara, que genera y alimenta todo pensamiento habitual y toda clase de ideas ilusorias".

Por último, Hsuan Sha dijo: "... algunas personas concentran sus pensamientos, controlan sus mentes y mezclan todo en el Vacío. Cierran los ojos y se olvidan de todo. En cuanto surgen los pensamientos divergentes, los apartan. Suprimen hasta los pensamientos más sutiles. Esta especie de práctica y de entendimiento constituye una trampa para los herejes del vacío. Estos practicantes son cadáveres vivientes. Se vuelven fríos, impasibles, insensibles y torpes. ¡Son semejantes a estúpidos ladrones, que tratan de robar una campana llenándose los oídos de algodón!"

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Advertencia a Quienes no Pueden Suscitar "La Sensación de Duda"

Al trabajar el Zen, algunas personas, a causa de su incapacidad para suscitar "la sensación de duda", empiezan a estudiar libros y ocuparse de palabras. Es así que utilizan los dichos y las enseñanzas de los budas y los patriarcas, racionalizándolos a fin de explicar los koans. Es así que racionalizan los koans en vez de "perforarlos" (tsen). A éstos no les gusta que se les interrogue sobre koans que son muy difíciles de resolver. Estas personas deben buscar buenos maestros, pues de lo contrario los demonios se posesionarán de ellos y ya nadie podrá salvarlos.

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Al practicar el Zen, algunas personas que no son capaces de producir la "sensación de duda" se ponen a suprimir la aparición de pensamientos. Cuando todos los pensamientos han sido suprimidos, estas personas experimentan una serenidad lúcida y pura, muy clara, sin la menor mácula. Sin embargo, esto constituye la raíz de una conciencia que no puede perforar. Esta es la conciencia en el reino de la vida y de la muerte (samsara). No es el Zen. El error de ellos consiste en que, al iniciar sus prácticas de Zen, no trabajaron suficientemente el Hua Tou, por eso la sensación de duda no se produjo. En consecuencia: o suprimen el pensamiento y se convierten en herejes del vacío o, engañados por una vanidad complaciente, se descarrían y engañan a los ignorantes, impidiendo que los hombres avancen por el camino de la Iluminación.

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Al practicar el Zen, hay personas que, a causa de su incapacidad para suscitar la "sensación de duda", se permiten toda clase de libertades y pretenden vivir y actuar como personas libres y liberadas. Cuando se encuentran con otros, se ponen a cantar, a bailar, a reír y a hacer toda clase de extravagancias. Componen poemas en las riberas de los ríos y cantan himnos en los bosques. Además, hablan de más, cuentan historias humorísticas, se pasean por los bazares y los mercados y se proclaman a si mismas "personas que han llegado", y cuando ven a unos maestros que construyen templos, establecen órdenes religiosas, meditan, oran o se dedican a las buenas obras, se ponen a reír y los ridiculizan. Llenos de orgullo, vanidad y presunción se ponen a ridiculizar a la virtud. Incapaces de practicar el Tao, crean dificultades a los otros. Incapaces de recitar los sutras y hacer prácticas religiosas, las obstaculizan a los demás.

Ellos mismos son incapaces de tsen Zen (penetrar en el Zen) e impiden que los demás lo logren. Aunque son incapaces de fundar templos o predicar el dharma, se ponen en el camino de los demás. Cuando los maestros pronuncian sermones se aproximan y los importunan con preguntas embarazosas, pavoneándose ante el público, exigiendo más y más respuestas, golpeando las manos y haciendo toda clase de observaciones frívolas y tontas. Los maestros son sabios y contemplan estas actitudes como si contemplaran fantasmas. Si el maestro no presta atención a estas frivolidades, estos energúmenos andan diciendo por todas partes que es un ignorante. ¡Qué lamentable es esto! ¡Cuán triste es! Esto ocurre porque los pensamientos samsáricos se han apoderado de estas personas, que han tomado el camino del diablo y cometen innumerables pecados. En cuanto agoten su karma benéfico, irán derechos al infierno. ¡Es una historia triste!

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Advertencia a Quienes Pueden Suscitar la "Sensación de Duda"

Al practicar el Zen, se está en conformidad con el principio del dharmakaya si se logra producir la "sensación de duda". El practicante ve a la tierra iluminada, no ve obstáculos ante si. Pero si supone que éste es el Tao y no quiere abandonarlo, no hace más que ver un lado del dharmakaya y no logra cortar la raíz de la vida. El practicante cree que aún queda algo del dharmakaya que ha de ser entendido, algo de lo cual puede apropiarse y gozar. No comprende que estos pensamientos son infantiles. Una persona de este tipo no ha cortado la raíz de la vida (la causa del samsara) y está enteramente echada a perder. Esto no es Zen. Si se llega a este estado, es menester poner en movimiento el cuerpo y la mente y meditar, sabiendo que no hay nada que hacer, Los maestros de la antigüedad decían:

"Valerosamente avanza hasta el borde del abismo; arrójate al abismo con decisión y valor. Vivirás después de muerto: créeme, ésta es la verdad".

Al practicar el Zen, si se logra producir la "sensación de duda" se está en conformidad con el principio del dharmakaya y todo el mundo se convierte en un torbellino. En medio de las olas y los remolinos, el practicante alcanzará una gran felicidad. Sin embargo, al alcanzar este estado, el yogui Zen puede aferrarse a esta maravillosa experiencia que lo embarga. Es así que no avanzará ya, aun en el caso de que se lo empuje, ni retrocederá, aunque se lo detenga. Por lo tanto, no puede poner todo su cuerpo, toda su mente a la obra. Es como un mendigo que ha encontrado una montaña de oro. Aunque sabe que es de oro, no puede llevársela consigo y gozar de ella a voluntad. Esto es lo que los viejos maestros llamaban "la guardia del tesoro". Un hombre de esta clase está completamente enfermo. Esto no es el Zen. Cuando se llega a este estado, es menester no atender al peligro y a la muerte; sólo así puede estarse de acuerdo con el dharma.

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Como dijo el maestro Tien Tung: "Todo el universo se convierte en arroz cocido. Uno puede meter las narices en el plato y comer todo lo que uno quiere". Por lo tanto, si a esta altura no puede hacer tal, es como si estuviera sentado junto a una fuente de arroz o flotara en el océano -no puede comer el arroz ni beber el agua-. ¡Está muerto de hambre y de sed! ¿De qué sirve esto? Por lo tanto, el proverbio dice: "Después de la Iluminación, es menester visitar a los maestros Zen". Los antiguos sabios demostraron la sabiduría de esto cuando, después de su iluminación, visitaban a los maestros Zen y realizaban grandes progresos. Una persona que se aferra a su realización y no quiere visitar a los maestros es una persona que se engaña a sí misma.

Al practicar el Zen, si uno puede suscitar la sensación de duda, de conformidad con el principio del dharmakaya, comprenderá que las montañas no son las montañas y el agua no es el agua. La tierra entera se vuelve de repente completa, no carece de nada. De la misma manera, cuando surge en la mente un pensamiento discriminatorio, se levanta un telón ante él, que cubre su cuerpo y su mente. Cuando quiere recobrar esta realización, ésta se niega a volver. Procura penetrarla, pero esto no es posible. A veces, cuando practica, cree que está allí, pero cuando la deja, se convierte en nada. Este es un hombre "que no puede abrir la boca y respirar, un hombre que no puede mover el cuerpo y cambiar el paso". En ese momento no puede hacer nada por si mismo. Al alcanzar este estado, todo su cuerpo aparece completamente enfermo. Esto no es Zen.

En tiempos antiguos, los hombres practicaban el Zen en forma simple. Sus mentes estaban concentradas sinceramente. Cuando producían la sensación de duda, comprobaban que la montaña no era una montaña y que el agua no era el agua, pero no hacían reflexiones discriminatorias ni suscitaban ideas derivadas. En forma tenaz hacían sus prácticas y, de repente, la sensación de duda se quebraba y sus cuerpos se llenaban de ojos. Entonces veían que la montaña seguía siendo una montaña y el agua seguía siendo el agua. Aquí no podía encontrarse ni rastros de vaciedad. ¿De dónde habían provenido estas montañas, estos ríos y la misma Tierra?

En realidad, nada de esto ha existido realmente. Cuando uno llega a este estado, debe visitar a los maestros Zen; de lo contrario, puede equivocarse nuevamente. Porque el camino erróneo tiene muchos vericuetos. Si uno llega a este estado, pero sigue esforzándose por lograr progresos y no tropieza con los árboles caídos, yo, Po Shan, tendré el placer de trabajar con él como mi compañero y mi amigo.

Al practicar el Zen, si uno puede producir "la sensación de duda", entonces está de acuerdo con el principio del dharmakaya. Sin embargo, a veces, parece que hubiera algo brumoso ante el practicante, como si hubiera allí algo concreto. Aferrándose aún a esta bruma y dudando de una cosa y de otra, el practicante se dice que ha entendido la verdad del dharmakaya y que ha entendido la naturaleza del Universo. No se da cuenta que está viendo una visión ilusoria, una visión creada por el pestañeo. Está completamente enfermo. El hombre que se ha sumergido realmente en la Verdad debe sentir que:

Cuando el mundo se extiende diez pies el antiguo espejo se ensancha para darle cabida. Con su cuerpo intrépido frente a todo el universo es incapaz de encontrar los seis sentidos, los objetos de los sentidos o la ancha Tierra.

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Como en este estado los órganos, los sentidos, todos los objetos y hasta la misma Tierra se vacían y ya nada existe, ¿dónde es posible encontrar rastros del cuerpo, de los objetos, de la materia, la nebulosa apariencia de algo que existe? El maestro Yun Men nos ha indicado esta trampa. Si uno puede aclarar este error, las otras faltas se disolverán automáticamente. Yo siempre advierto a mis estudiantes de que muchas clases de deficiencias predominan en el reino del dharmakaya. Lo más importante consiste aquí en adquirir de golpe la enfermedad más grave. Tan sólo así es posible reconocer las raíces mismas de la enfermedad. Aunque todos los seres sensibles sobre la tierra practicaran el Zen, ninguno de ellos sería inmune a la enfermedad del dharmakaya. Por supuesto, esto no se aplica a las personas llenas de ceguera y estupidez.

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Al practicar el Zen, si uno logra producir la sensación de duda, está de acuerdo con el principio del dharmakaya. El discípulo considera entonces lo dicho por los antiguos maestros:

"Toda la Tierra no es más que uno de mis ojos, nada más que una chispa de mi luz esclarecedora. Toda la Tierra está encerrada en esta chispita dentro de mí".

El practicante empieza entonces a intelectualizar y cita frases de los sutras, como "todas las verdades de los infinitos universos están encerradas en una minúscula partícula de polvo". Con estas sentencias intenta llegar a un concepto de la verdad, y no está dispuesto a avanzar por este camino. En realidad, se ve atrapado dentro de una situación en la cual no puede morir ni seguir viviendo. En realidad, aunque con su intelecto raciocinante se tiene a sí mismo por un ser esclarecido, lo cierto es que su cuerpo está lleno de enfermedad. Aun no ha adquirido el Zen. Sus experiencias pueden estar de acuerdo con el principio (li), pero si no puede pulverizar esta experiencia y reducirla a la nada, todo su entendimiento adquirido no es nada más que un obstáculo para li (la verdad). El practicante se ha detenido al borde mismo del dharmakaya y como ha sido llevado por su mente razonadora, nunca podrá penetrar en la profundidad del li. Incapaz de terminar con este mono agitado, ¿cómo podrá revivir después de la muerte?

Un estudiante de Zen debe saber esto desde el principio mismo, cuando se presenta la sensación de duda, y debe tratar de vivir de conformidad con li. Lograda esta conformidad, debe tratar de llegar a las profundidades de ésta. Al llegar aquí, debe intentar dar una voltereta desde la cumbre del risco de ocho mil pies de altura y lanzarse a la llanura, emergiendo luego del río Yang mediante movimientos de las manos. Esta es la forma en que un gran hombre debe practicar el Zen.

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Al practicar el Zen, uno está de acuerdo con el principio del dharmakaya si logra reproducir la "sensación de duda". En marcha, parado, sentado o durmiendo, el practicante siempre tiene la sensación de estar envuelto en luz solar o en el calor de una lámpara. Pero a veces la experiencia es chata e insípida. Entonces el practicante deja todo de lado y medita hasta que llega a un estado diáfano como el agua, brillante como una perla, claro como el viento, refulgente como la luna. Entonces el practicante siente que cuerpo y mente, la Tierra y los Cielos se funden en un todo transparente -puro, alerta y despierto-. Entonces empieza a pensar que ésta es la Iluminación final. Lo cierto es que no puede olvidar su cuerpo ni marchar por el mercado con las manos a ambos lados del cuerpo, ni está dispuesto a visitar a los maestros Zen en busca de advertencias y consejos. Asimismo, el practicante puede hacerse algunas curiosas ideas sobre la pureza de la Iluminación y declarar que su experiencia constituye la verdadera Iluminación. En realidad, su cuerpo está rebosante de enfermedad. Este hombre no ha alcanzado el Zen.

Al practicar el Zen, se estará de acuerdo con el principio del dharmakaya si se recrea la "sensación de duda". El practicante puede considerar entonces que el dharmakaya es algo sobrenatural. Atento a esta idea, empieza a ver luces, auras, y toda clase de visiones. Cree que éstas son revelaciones divinas y lleno de orgullo empieza a contarlas, diciendo que ha obtenido la Gran Iluminación. Lo cierto es que su cuerpo está lleno de enfermedad. Esto no es el Zen. El practicante debería saber que estas visiones son consecuencia de su concentración en los propios pensamientos engañosos, o que son combinaciones demoníacas que aprovechan la oportunidad, o, posiblemente, visiones enviadas por seres celestiales o dioses –Indra, [4] por ejemplo– a fin de ponerlo a prueba.

[4. en.wikipedia.org/wiki/Indra ]

Las prácticas de meditación de la Escuela de la Tierra Pura, proporcionan un ejemplo del primer caso, es decir, la creación de visiones mediante la concentración en pensamientos ilusorios. Los practicantes de la Escuela de la Tierra Pura meditan sobre imágenes de los budas y los bodhisattvas, como están descritas en los sutras de las Dieciséis Observaciones. Todas estas experiencias, de acuerdo con las enseñanzas de la Escuela de la Tierra Pura, son buenas, pero no son Zen.

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Del segundo caso, la oportunidad tomada por los demonios para invadir la mente del practicante y confundirlo con visiones engañosas, hay una clara descripción en el sutra Surangama: [5a, 5b] "Si en el momento de lograr el vacío la mente del yogui sigue aferrada a alguna cosa, los demonios presentarán formas engañosas ante sus ojos".

[5a. en.wikipedia.org/wiki/Surangama_Sutra ]

[5b. Inglés, traducido por Charles Luk. El enlace abre un archivo pdf de 352 paginas (2 megs) /buddhism/Surangama-Sutra-Charles-Luk.pdf ]

Ejemplo del tercer caso es el del dios Indra, que evocó figuras aterradoras con el fin de asustar al Gautama Buda antes de su Iluminación. Como el Buda no se asustó, Indra suscitó formas de bellas mujeres para tentarlo, pero el Buda no las deseó. Entonces Indra se presentó ante el Buda en su forma originaria, le rindió pleitesía y dijo: "Es posible mover las grandes montañas, es posible agotar los océanos, pero no es posible conmover a tu mente". También hay un proverbio Zen que dice:

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"Las prácticas de los demonios son agotables pero no lo es la mente de un viejo.

¿Cómo podrá agotarse si nada ve y nada oye?"

El hombre que practica realmente el Zen no tiene tiempo para visiones ilusorias ni para pensamientos adventicios, aunque le aprieten la garganta con un cuchillo afilado. Si la experiencia está de acuerdo con la Verdad, el practicante comprende que no existe ninguno objeto fuera de su propia mente. ¿Es posible que exista una visión fuera de la mente que la refleja?

Al practicar el Zen, uno está de acuerdo con el principio del dharmakaya si reproduce la "sensación de duda". En tal caso es capaz en todo momento de experimentar una ligereza y soltura de cuerpo y de mente, una plena libertad en todas las actividades y circunstancias, la sensación de que nada se le opone. Esto, sin embargo, no es más que el indicio de que se está en el estado inicial del encuentro con el Tao. Esto no es más que la acción de los cuatro elementos que obran armónicamente sobre el cuerpo físico. Es un estado temporal y contingente, en modo alguno absoluto o permanente. Las personas poco instruidas que lo alcanzan imaginan que ésta es la gran Iluminación, abandonan la "sensación de duda" y ya no realizan ningún esfuerzo para progresar en la labor Zen.

Aunque hasta cierto punto son capaces de penetrar en la Verdad (li), no comprenden que las raíces de la vida aun no están cortadas en ellos. Por lo tanto, lo que ellos han adquirido permanece en el borde y funciona de acuerdo con la conciencia deductiva. Estas personas están plenamente enfermas y no han alcanzado el Zen. No han alcanzado el estado profundo de la Verdad en el principio, y se han detenido demasiado pronto. Aunque pueden haber adquirido una comprensión, profunda, todavía no pueden aplicarla; aunque hayan adquirido las "frases vivas" (en chino huo chu) [Nota final 2-15] deben seguir cultivándose y protegiéndose en lugares tranquilos, junto a un río o en un bosque. No deben tratar de convertirse inmediatamente en maestros Zen o dejarse dominar por el orgullo y la vanidad.

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Lo cierto es que en el comienzo, cuando surge la "sensación de duda", ésta suele endurecerse en una masa espesa, como una pelota. En este punto crucial lo importante consiste en dejar que esta masa de duda se rompa sola. Es la única forma de lograr resultados positivos. De otro modo, una comprensión tan sólo parcial del principio li aparta inmediatamente a la masa de duda y el practicante no logrará tener así una muerte plena y una perforación real de la "sensación de duda" (I chin). Así no se practica el Zen. Quien esto hace puede llamarse a sí mismo un seguidor del Zen, pero no hace más que malgastar su vida. En lugar de ello debería visitar a los grandes maestros Zen, que son los grandes médicos del Zen, y pueden curar las graves enfermedades de los estudiantes Zen. Asimismo, son protectores generosos y sagaces que satisfacen los deseos de los discípulos. En esta etapa uno no puede permitir que la satisfacción propia o la vanidad aconsejen no visitar a los maestros Zen. El practicante debe reconocer que su falta de disposición a ver a quienes saben más que él es la semilla de una actitud egotista. En el Zen hay muchas enfermedades, pero ésta es la peor de todas.

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