Capitulo XI

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Dios ha puesto la luz y las tinieblas delante de cada uno; tú puedes abrazar la que prefieras, pero no por ellos mueves a Dios en su Ser. Su Espíritu sale de él y va hacia todos los que le buscan. La búsqueda de ellos es su búsqueda, aquélla en la cual desea a la humanidad; porque la humanidad es su imagen, la cual ha sido creada en todo d acuerdo a su Ser, donde él verá y se conocerá a sí mismo. Sí. Él reside en el hombre, ¿por qué entonces es que nosotros, los hombres, tardamos tanto en buscarle? Esforcémonos por conocernos a nosotros mismos y cuando nos encontremos, encontraremos todo; no necesitamos correr a buscar a Dios, porque así no le hacemos ningún servicio; si nosotros nos buscamos y amamos mutuamente, entonces amamos a Dios; lo que nos hacemos unos a otros, es a Dios a quien estamos haciéndolo; el que busca y encuentra a su hermano y hermana ha buscado y encontrado a Dios. En él somos todos un solo cuerpo de muchos miembros, cada uno con su oficio, gobierno, y trabajo, y esa es la maravilla de Dios.

Antes que se creara el mundo él nos conocía ya en su sabiduría, y él nos creó para recrearse. Los niños son nuestros maestros; con todo nuestro ingenio y astucia somos solo unos estúpidos para ellos; su primera lección consiste en aprender a jugar con ellos mismos, y cuando crecen, entonces juegan unos con otros. Así, desde la eternidad, en su sabiduría, él ha jugado con nosotros, en nuestra niñez oculta; cuando él nos creó en conocimiento y destreza, debiéramos haber jugado unos con otros; pero el Diablo nos escatimó eso nos hizo querellarnos en nuestro juego. Por lo tanto, a eso se debe que estamos siempre de punta, en disputa; pero el asunto es que no tenemos ninguna necesidad de estar disputando como no sea la propia diversión; cuando aquello termina, nos acostamos a descansar y regresamos a nuestro propio lugar. Entonces vienen otros a jugar y luchar y disputar, también hasta el atardecer, cuando se van a dormir a su propio país del cual han salido.

¿Queridos niños, qué queremos significar con ser tan obedientes del Diablo? ¿Por qué discutimos tanto acerca de un tabernáculo que no hemos construido? Ahora nos peleamos por un vestido, porque nuestro hermano tiene un vestido más hermoso que el nuestro, ¿pero no somos todos hijos de nuestra Madre? Seamos niños obedientes, y regocijémonos.

Vamos al jardín de las rosas, y allí hay lirios y flores suficientes, haremos una guirnalda para nuestra hermana y entonces ella se alegrará con nosotros; haremos una ronda y bailaremos todos juntos de la mano. Seamos dichosos; no hay poder que pueda dañarnos, nuestra Madre cuida de nosotros. Iremos bajo la higuera. ¡Qué abundancia de frutos!

¡Qué hermosos son los cedros del Líbano! Estemos contentos y regocijémonos para que nuestra Madre pueda estar dichosa con nosotros. Cantemos una canción sobre el Opresor que nos hace disputar. ¡Cómo le aprisionamos! ¿Dónde está su poder? ¡Qué pobre es! Él nos dominaba, pero ahora está bien atado. ¡Oh, gran Poder, cómo estás ahora, que causas desprecio! Tú que te remontabas sobre los cedros, ahora yaces derribado a nuestros pies y careces de poder. Regocíjense los cielos y los hijos de Dios; porque aquel que era nuestro opresor; que era nuestra plaga día y noche, ahora está cautivo. Regocíjense, ángeles del Señor, porque los hombres están libres, y la malicia y la maldad están de baja.

* * *

Queridos niños y hermanos en Cristo, juntemos en este mundo nuestros corazones, mentes y voluntades en un solo amor, para que podamos ser uno en Cristo. Si has progresado mucho hacia el poder, la autoridad y el honor, entonces sé humilde, no desprecies a los simples y miserables no abuses de los oprimidos, no causes dolor a los afligidos. Si eres bello, si tu físico es gentil y hermoso, no seas orgulloso; sé humilde para que tu hermano y hermana puedan regocijarse en ti, y presenten tu belleza como alabanza a Dios.

Tú, que eres rico, deja que lo tuyo fluya como una corriente hacia la casa de los miserables, para que sus almas se bendigan.

Queridos hermanos y hermanas en la congregación de Cristo, tengan paciencia conmigo; regocijémonos un poquito unos con otros. Tengo un cordial amor por ustedes y les hablo a nombre del Espíritu de la Eterna Sabiduría de Dios.

Cristo insistentemente nos enseña amor, humildad y misericordia; y la causa por la que se hace hombre es nuestra salvación y felicidad, para que no repudiemos su amor; Dios ha agotado su corazón para que seamos sus hijos y permanezcamos así para siempre. Por lo tanto, niños bienamados, no rechacen y arranque n de sí el amor y la gracia de Dios, a riesgo de que lo lamenten para siempre. Aprendan divina sabiduría, y traten de entender lo que Dios es; no coloquéis imágenes delante vuestro; no hay ninguna imagen de él, excepto en Cristo.

Vivimos y somos en Dios; tenemos al cielo y al infierno dentro de nosotros. Lo que hagamos de nosotros, eso somos: si hacemos de nosotros un ángel que vive en la Luz y en el Amor de Dios en Cristo, somos así; pero si hacemos de nosotros un arrogante; falso y fiero demonio que desprecia todo amor y mansedumbre por la codicia, hambre y sed de avidez, entonces eso es lo que somos. Después de esta vida, las cosas son de otra manera en lo que a nosotros respecta; lo que aquí abraza nuestra alma, allá lo tiene, y así aunque lo exterior se destruye en la muerte, la voluntad retiene lo que perseguía como propio y se alimenta de ello. El modo en que ese subsistirá en el paraíso de Dios y delante de sus ángeles, vosotros mismos tenéis que considerarlo: me limito a poner este aviso delante de vosotros, como me ha sido dado a mí

 

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