Capitulo VI

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¿Dónde buscarás a Dios? Búscale en tu alma que procede de la naturaleza eterna, la fuente viva a través de la cual opera lo divino.

¡Oh, si yo tuviera con mi pluma la habilidad de poner en palabras el espíritu de conocimiento! Pero solo puede tartamudear como una criatura que empieza a hablar, sobre esos grandes misterios; tan pobremente puede la lengua terrenal expresar aquello que solo el espíritu comprende. No obstante lo cual voy a tratar de ver si logro inclinar a alguno hacia la búsqueda de la perla del perfecto conocimiento, de trabajar en las obras de Dios en mi paradisíaco jardín de rosas; porque el anhelo por la eterna madre naturaleza me fuerza a escribir y ejercitarme en éste, mi conocimiento.

No hay dinero, ni bienes, ni arte, ni poder alguno que pueda llevarle a usted hacia el eterno descanso del eterno paraíso, sino únicamente el conocimiento en el cual usted esfuerza su alma. Esa es la perla que ningún ladrón puede robarle; búsquela y encontrará ese gran tesoro.

Nuestra habilidad y comprensión son algo tan estrecho y raquítico que ya no tenemos ni idea de lo que pueda ser el paraíso. Y a no ser que nazcamos de nuevo, el velo de Moisés cubre nuestra visión continuamente y seguimos pensando que el paraíso es el lugar del cual él dijo: "Dios colocó a Adán en el jardín del Edén que había creado para establecerlo allí".

¡Oh, hombre bienamado! El paraíso es la Dicha divina. Es el Gozo divino, angélico, que sin embargo no está fuera de este mundo. Cuando yo hablo de la fuente de dicha del paraíso, y de su sustancia, y en qué consiste, no tengo para ello similitud en nuestro pobre lenguaje; necesito del conocimiento y del lenguaje angélico para expresarlo; y aunque dispusiera de él, con esta lengua no podría hacerlo. Es bien comprendido por la mente, solo cuando el alma vuela en alas del Espíritu, pero con la lengua no puedo expresarlo. A pesar de ello, continuaré tartamudeando como los niños, hasta que se me dé otra boca con que hablar.

Sobre todo teniendo en cuenta que algo de la gracia del poder de Dios me ha sido conferida para que pueda conocer el camino hacia el paraíso, y cómo cada uno debe realizar el trabajo que Dios le ha asignado, no descuidaré mi tarea sino que haré todo lo que pueda mientras transito estos caminos.

Aunque apenas seré capaz de deletrear estos temas pienso que mi tarea proporcionará suficientes elementos cuya correcta elaboración les tomará a muchos todo el largo de su vida. El que piensa que lo tiene todo ya sabido a este respecto, no ha empezado todavía por la primera letra del paraíso, porque en esta escuela no hay doctores sino meros aprendices.

Jacob Boehme, The True Principles

No hay nada tan cerca de cada uno de nosotros como el cielo, el paraíso y el infierno. Y es la inclinación que usted demuestre hacia cualquiera de ellos, y hacia cuál se dirige en particular, lo que determina la cercanía a que lo tiene de sí mismo. Hay un movimiento entre cada dos de ellos, y ambos movimientos están en usted. En uno, Dios le llama M y en el otro está el Diablo llamándole. Usted hace la elección. Según con cual anda, es la opción que ha hecho. El Diablo tiene en su mano poderes, honores, placer y dicha mundana. Y en la raíz de todo esto, se agita el fuego del infierno y la muerte. Dios tiene en su mano, cruces, persecuciones, miseria, pobreza, ignominia y penas. Y en la raíz de todo ello también hay fuego. Pero en ese fuego está la luz, y en esa luz la virtud, y en la virtud el paraíso. En el paraíso están los ángeles, y entre los ángeles se encuentra la Dicha. La débil visión humana no puede contemplarla; pero cuando el Espíritu Santo entra al alma, ésta renace en Dios, y entonces se transmuta en criatura del paraíso y posee la llave del paraíso, pudiendo ver a su alrededor.

Si usted ha nacido de Dios, entonces usted puede comprender a Dios, al paraíso, al reino del cielo y el infierno; de cómo las criaturas entran allí y de la creación de este mundo: pero si no es así, entonces el velo cubre sus ojos como cubría los de Moisés. Por lo tanto dijo Cristo: "Busca y encontrarás; golpea y te abrirán".

Si usted ha nacido de Dios, entonces usted puede comprender a Dios, al paraíso, al reino del cielo y el infierno; de cómo las criaturas entran allí y de la creación de este mundo; pero si no es así, entonces el velo cubre sus ojos como cubría los de Moisés. Por lo tanto dijo Cristo: "Busca y encontrarás, golpea y te abrirán".

Si usted no es capaz de comprender esta frase, busque la humildad profunda del Corazón de Dios, y éste aportará una pequeña semilla del árbol del paraíso a su alma; y si tiene paciencia, un enorme árbol surgirá de esa semilla, como piensa usted que ha sucedido con el autor de este libro. Pues él debe ser entendido como una persona muy simple, en comparación con los hombres doctos; pero Cristo dijo: "Mi padre se perfecciona en la debilidad; sí, Padre, te ha complacido esconder estas cosas de los sabios y prudentes, y las has revelado a los niños". La sabiduría de este mundo son más sabios en su generación que los hijos de la luz, su sabiduría es algo ciertamente corruptible mientras que esta sabiduría de que hablo continúa eternamente.

Busque esa noble perla; vale más que todo este mundo junto; y nunca se separará de usted. Donde está la perla, ahí también estará su corazón. No es necesario en esta vida que busque más el paraíso, la dicha y la delicia celestial; busque solo la perla y cuando la encuentre, habrá encontrado el paraíso y el reino del cielo.

He escudriñado muchas obras maestras de la literatura, esperando encontrar la alta y profunda sabiduría de Dios, la perla de la comprensión del hombre; pero no pude hallar nada de lo que anhelaba mi alma. Solo he hallado contradicciones y a veces me he encontrado con que me prohibían seguir buscando, ignoro por cuál razón; a no ser que fuese por el resentimiento que significa que otros vean o encuentren.

Por todo esto mi alma se ha agitado y se ha llenado de dolor y angustia, como mujer en trabajo de parto; y esto continuó en vano hasta que logré entender el sentido de las palabras de Cristo, cuando dijo: "Debéis nacer de nuevo, si queréis conocer el reino de Dios". Esto al principio me confundió. Supuse que esto no podía ser realizado en este mundo, sino solo cuando se hubiese salido de él- Y entonces mi alma se angustió, codiciando la perla; pero, sometiéndose, pudo al fin obtener la joya. Por lo tanto escribiré para conmemorar esto y para dar una luz a los que buscan. Porque Cristo dijo: "Nadie prende una luz y la pone bajo un almud, sino sobre el candelero y alumbra a todos los que están en casa". Con este fin, es que él da la perla de la divina sabiduría y conocimiento, a los que la buscan; con el objeto de que ellos la den para calmar el ansia de los buscadores, como ha recomendado encarecidamente.

Es efectivo que Moisés dice que Dios hizo al hombre del polvo de la tierra. Y esa es la opinión de muchos. Yo tampoco sabía cómo debía ser eso interpretado y por lo que Moisés dice tampoco lo habría aprendido, mucho menos con los comentarios que se hacen a esas palabras. El velo estaría sobre mis ojos todavía, aunque ello me perturbaba muchísimo. Pero cuando hallé la perla, entonces miré a Moisés cara a cara y percibí que él había escrito bien las cosas, pero no habíamos sabido entenderlas.

Ahora la cuestión es: ¿Cuál es la imagen de Dios? Contemplen y consideren a la Deidad, y entonces ustedes darán con ella. Dios no es un hombre animal; y el hombre debiera ser la imagen y semejanza de Dios, el lugar de residencia de Dios. Dios es espíritu; en él hay tres espíritus, esto es, las fuentes y poderes de la oscuridad, de la luz y de este mundo. Él tuvo que haber hecho una imagen que contuviera estos tres elementos, para que correctamente constituyera su semejanza. De modo que podemos entender que Moisés dice que: Dios creó al hombre pero no de un terrón. El poder formativo de donde lo arrancó es la matriz de la tierra, una quintaesencia de las estrellas y elementos, que procedía de la matriz celestial que es también la raíz de la tierra.

Ahora bien, el alma se establece en dos puertas y toca dos principios, la oscuridad eterna y la eterna luz del Hijo de Dios, como el Padre. Así puede estar en el cielo y en el paraíso, gozando de la inefable Dicha de Dios el Padre, que se recrea en su Hijo, y puede oír las inexpresables palabras del Corazón de Dios.

Allí el alma se nutre de todas las palabras de Dios, pues no se alimenta de otra cosa; y allí canta las canciones paradisíacas de alabanza a la exquisita fruta del paraíso que crece en la virtud divina y constituye el alimento del cuerpo celestial y eterno.

¿Y puede no ser esto la dicha y el regocijo? ¿Podría no ser cosa agradable, el comer pan celestial en compañía de miles de ángeles de todas clases y gozar de su comunión y fraternidad? ¿Puede existir algo superior a esto? Allí no hay temor, ni cólera ni muerte; y cada voz y cada palabra proclaman la salvación divina, su vigor, fuerza y poderío, y eso por toda la eternidad. Ese es el lugar donde Pablo oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar.

 

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