Capitulo IX

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Tú, Sofista, sé que me acusarás de orgullo porque yo he podido ver tan hondo en el abismo. Pero se dice que vosotros miráis solo hacia la sabiduría de este mundo. A mí eso no me importa para nada, ni la estimo. No me proporciona gozo alguno. Yo me regocijo con esto, que hace que mi alma se mueva entre maravillas para alabar a Dios, haciéndome conocer sus soberbias obras en las cuales se deleita mi alma.

Y ¿podría permanecer en silencio, luego de haberlas conocido? No he nacido para esto, como todas las criaturas, para que entreabra las maravillas de Dios? Por lo tanto lo que hago es realizar mi trabajo, así como otros realizan el suyo, y tú, orgulloso Sofista, el que consideras tuyo.

Jacob Boehme, Fruta

Todos pertenecemos al campo de Dios y crecemos para gloria de Dios y de sus obras de maravilla, tanto los perversos como los virtuosos. Pero cada fruto crece a su manera; cuando el segador lo corte será apartado hacia el granero que le corresponde a cada cual lo suyo. Entonces el campo en su naturaleza, de la cual cada uno ha crecido, se hará manifiesto; hay dos centros en la eternidad, el amor y la ira, y cada uno de estos centros produce su propia cosecha.

Por lo tanto, considera, oh hombre, lo que condenas; para no caer sobre la espada del Espíritu de Dios, y que tu trabajo sea consumido por el fuego de la ira.

Tú, Sofista, corres a sabiendas hacia el Diablo, por tu propio provecho, por tu transitoria voluptuosidad y honor y no ves la puerta abierta que te muestra el Espíritu. Si no lo haces, es como ha sido dicho: "Os tocamos flauta y no bailasteis". Les habemos llamado, pero no habéis venido a nosotros; he estado hambriento pero no me habéis alimentado; no habéis crecido en mi jardín de rosas, por lo tanto no sois mi alimento; vuestro corazón no ha cantado mis alabanzas, de modo que no sois mi alimento. Y el novio pasará de largo; entonces pasará el otro y recogerá lo que encuentra para su granero.

* * *

Oh, queridos niños, si ustedes comprendieran esto, ¡cómo pisotearán los argumentos de los Sofistas! Mucho de lo que allí hay, aquí será mostrado a ustedes hasta donde sea posible; que ninguno se ciegue voluntariamente ni se sienta ofendido por la simplicidad de estas frases.

Si vamos a entrar en el reino del cielo debemos ser como niños, y no astutos y expertos en el conocimiento de este mundo; debemos abandonar nuestra razón terrenal y rendir obediencia a nuestra primitiva y eterna Madre. Así recibiremos el Espíritu y vida de nuestra Madre, y entonces conoceremos también su morada.

No hay ingenio nuestro que nos obtenga la corona del misterio de Dios. En realidad ello está revelado en los libros de los Santos, pero el espíritu de este mundo no es capaz de aprehenderlo. No hay Doctores que, por mucho que hayan estudiado, tengan ninguna habilidad en su propio ingenio que los capacite para obtener la corona de los escondidos misterios de Dios.

Nadie puede ser propio poder aprehender nada de las profundidades de Dios y enseñarlo a otro; todos son niños y escolares en el ABC. Aunque yo escribo y hablo de cosas altas, la comprensión de ellas no es mía; el espíritu de la Madre habla por boca de sus hijos lo que desea; se revela de muchas maneras, y en cada uno de distinta forma porque su inagotable sabiduría es un abismo sin fondo, y vosotros no deberíais maravillaros de que los hijos de Dios no tengan todos una misma forma de hablar y un mismo estilo, porque cada uno habla desde la sabiduría de la eterna Madre-Naturaleza cuya diversidad es infinita.

Pero la meta es el Corazón de Dios; todos ellos corren hacia allá y ahí está la prueba que os permitirá saber si el espíritu de un hombre habla desde Dios o desde el Diablo.

* * *

Por esto sabemos que somos los hijos de Dios y habemos sido generados por Dios. Dios es el Ser de los seres, y nosotros somos como dioses en él, a través de quienes él se revela.

Por lo tanto yo extiendo ante ustedes el fundamento de los cielos, las estrellas y los elementos, para que vean lo que es celestial y lo que es terrenal, lo que es transitorio y mortal, y lo que es eterno y perdurable. Para eso me he propuesto escribir; no para jactarme de altos conocimientos sino de mi amor por Cristo, como un simple servidor y ministro de Cristo.

Porque el Señor tiene en sus manos tanto el querer como el hacer; yo soy incapaz de hacer nada; además mi razón terrenal no comprende nada; yo me entrego al seno de nuestra Madre y hago lo que la Madre me señala; no sé a través de nadie más, no he nacido con conocimiento de la sabiduría de este mundo ni lo entiendo; pero lo que me ha sido transmitido, yo a mi vez lo transmití a otros. No tengo otro propósito ni sé con qué fin yo debo escribir estas altas cosas; lo que el Espíritu me muestra, eso pongo por escrito.

Así trabajo yo en mi viña, en la cual me ha colocado el Amo de la casa; y espero comer yo también de esas dulces uvas, que en realidad muy a menudo he recibido del paraíso de Dios. Y hablaré para uso de muchos, y sin embargo creo que lo escribo sólo para mí; esta ardiente compulsión que me hace escribir, determina que yo lo haga como si fuese yo quien habla para muchos; y sin embargo yo no sé nada de esto mientras escribo.

Por lo tanto si esto fuere leído, que nadie piense que corresponde a un trabajo de la razón exterior; porque procede del hombre interior y escondido, de acuerdo con el cual esta mano lo ha escrito sin injerencia de persona alguna.

Exhorto al lector a que entre dentro de sí mismo y se observe a sí mismo en el hombre interior; éste me dará la bienvenida. Esto lo digo fiel y seriamente.

Cuando estamos bien asentados en este conocimiento podemos fácilmente percibir que hemos sido encerrados y conducidos como si tuviésemos los ojos vendados. Los sabios de este mundo nos han cercado y encerrado en su arte y razón y nos han hecho percibir con sus ojos Y este espíritu que por tanto tiempo nos ha mantenido cautivos puede en rigor de verdad, ser llamado Anticristo, no hallo otro nombre en la luz de la naturaleza para designarle sino Anticristo en Babel.

 

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