Capitulo X

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La ley de Dios y también el camino hacia la vida está escrito en nuestros corazones. No consiste en suposiciones del hombre, ni en ninguna opinión histórica sino en una buena voluntad y en el bien hacer. La voluntad nos conduce hacia Dios o hacia el Diablo Y no te sirve de nada que lleves el nombre de cristiano; la salvación no reside en eso.

Boehme Heart

Un pagano o un turco está tan cerca de Dios como tú que estás bajo el nombre de cristiano; si tú, en tus actos, manifiestas una voluntad falsa y falta de santidad, estás tan desprovisto de Dios como el pagano que no siente el deseo ni la voluntad de buscarle. Y si un turco busca a Dios con fervor, aunque camine a ciegas, él permanece a aquellos que son niños sin comprensión y se esfuerza hacia Dios con los niños que no saben todavía de qué hablan; porque éste no reside en el saber sino en la voluntad.

Todos nosotros somos ciegos en lo que se refiere a Dios. Pero ponemos nuestra decidida voluntad en él y en el bien, y le deseamos, entonces le recibimos en nuestra voluntad, y nacemos en él a través de nuestra voluntad.

Te jactas de tu vocación de cristiano. Entonces permite que tu conversación lo sea, o si no eres un pagano en la voluntad y por tus hechos. Aquel que conoce la voluntad de su Maestro y no la realiza debiera recibir muchos azotes.

¿No sabes lo que dijo Cristo referente a los dos hijos? Cuando el padre dijo a uno de ellos "Anda y haz tal cosa" éste dijo que lo haría y el otro dijo "no". El primero se va y no hace nada, pero el otro, el que dijo "No", fue sin embargo y lo hizo, realizando la voluntad de su padre. El que estaba considerado obediente fue el que no hizo lo que le pedían.

Y nosotros somos de tal clase, los unos y los otros, llevamos el nombre de Cristo y nos llamamos cristianos, y estamos dentro de su alianza. Hemos dicho: "SI; LO HAREMOS" pero los que no lo hacen son servidores infieles y viven sin atender a la voluntad del Padre.

Pero si los turcos y también los judíos, hacen la voluntad del Padre, al mismo tiempo que dicen a Cristo "No" y no lo disciernen; ¿quién es ahora el juez calificado para expulsarlos de la voluntad del Padre? ¿No es el Hijo, el Corazón del Padre? Si ellos honran al Padre, ellos también llegan al Corazón, porque más allá de su Corazón, no hay Dios.

¿Estás suponiendo que yo les estimulo en su ceguera y que soy partidario de que sigan como están? No. Te muestro tu ceguera, ¡oh tú que llevas el nombre de Cristo! Tú juzgas a los otros y sin embargo haces las mismas cosas que juzgas en ellos y así atraes sobre tu cabeza el juicio de Dios.

Aquel que dijo: "Ama a tu enemigo, haz el bien a los que te persiguen", no te enseña ciertamente a condenar y despreciar, sino que te enseña el camino de la mansedumbre: vosotros debéis ser una luz para el mundo, de modo que los incrédulos puedan ver en vosotros a hijos de Dios.

Si nos consideramos de acuerdo con el verdadero hombre, que es una semejanza e imagen de Dios, entonces descubriremos que Dios está en nosotros, pero que nosotros estamos sin Dios. Y el único remedio consiste en esto, en volver a entrar dentro de nosotros, y así entraremos dentro de Dios en nuestro hombre interior. Si inclinamos nuestras voluntades en autentica unilateralidad de mente hacia Dios, entonces, con Dios, nos apartamos de este mundo, de las estrellas y elementos y entramos en Dios; porque en la voluntad de la razón terrenal somos hijos de las estrellas y de los elementos, y el espíritu de este mundo reina sobre nosotros.

Pero si nos evadimos de la voluntad de este mundo y entramos en Dios, entonces el espíritu de Dios nos gobierna y nos establece como sus hijos. Y entonces la guirnalda del paraíso es colocada en el alma, y se convierte en un niño sin comprensión de este mundo. Ha perdido el gobernador de este mundo, que una vez la dirigió y lo llevó hacia la razón terrenal.

¡Oh, hombre! Ten en cuenta quién te conduce y maneja, porque la eternidad sin fin es muy larga. Los hombres temporales y los bienes materiales no son sino escoria a la vista de Dios; todo ello cae en la tumba contigo y se vuelve nada; pero entrar en la voluntad de Dios es una riqueza eterna y un honor; y allí ya no tienes que preocuparte de nada, pues la Madre cuida de nosotros y en su seno vivimos como niños.

Tus honores temporales son tu trampa y tu miseria; en la esperanza divina y en la confianza consiste tu jardín de rosas.

¿Sigues pensando que hablo de lo que he oído? No, hablo de experiencias vividas por mí; no de opiniones oídas de boca de otro, sino de mi propio conocimiento. Veo con mis propios ojos, de lo cual no estoy jactándome, porque el poder es de la Madre. Te exhorto a entrar en el seno de la Madre, y a que veas con tus propios ojos: por todo el tiempo que toleres que te mezan en una cama y desees los ojos de los otros, eres ciego. Pero si te alzas de la cuna y vas hacia la Madre, entonces tú discernirás la Madre y su hijo.

Oh, ¡qué bueno es ver con los propios ojos! Estamos todos dormidos en el hombre exterior, yacemos en la cuna y permitimos que la razón exterior nos acune hasta dormirnos. Vemos con los ojos del disimulo de nuestros actores, quienes nos cuelgan cascabeles y chucherías cerca de nuestros oídos y de nuestras cunas, para que nos adormezcamos arrullados por ese sonido o jugando con esas chucherías, y así hacerse dueños y señores de nuestra casa

Levántate de la cuna: ¿no eres acaso un hijo de la Madre, y por lo tanto un hijo y señor de la casa y heredero de los bienes? ¿Por qué permites que los sirvientes te utilicen? Cristo dijo: "Yo soy la Luz del Mundo, y el que me siga tendrá la luz de la vida eterna". El no nos encamina hacia los actores sino hacia sí mismo. Con los ojos interiores debemos ver en su luz: y así le veremos porque él es la Luz; y cuando le vemos, caminamos en la luz. Él es la Estrella de la Mañana y se genera y se alza en nosotros, y resplandece en nuestra oscuridad corporal.

Oh, qué gran triunfo hay en el alma cuando él se alza. Entonces el hombre ve con sus propios ojos, y se da cuenta que está en un alojamiento extraño a él, respecto al cual escribo aquí lo que veo y conozco en la luz.

Te declaro que el Ser eterno, y también este mundo, es como el hombre. La Eternidad no hace nacer nada sino aquello que es similar a ella; así como hallas que es el hombre, así es la eternidad. Considera al hombre en cuerpo y alma, en bien y mal, en alegría y tristeza, en luz y tinieblas, en poder y en debilidad, en la vida y en la muerte: todo esto está en el hombre, y también los cielos y la tierra, las estrellas y los elementos, y por supuesto también el Dios triple.

¡Oh, hombre! Búscate a ti mismo y te encontraría. Abre los ojos de tu hombre interior y aprende a ver correctamente.

Esta es la noble piedra preciosa, la piedra filosofal, que los sabios encuentran. Oh, tú, brillante corona de perlas, ¿no eres más resplandeciente que el sol? No hay nada como tú; estás tan manifiesta y sin embargo tan escondida, que entre miles en este mundo, apenas si hay quien debidamente te conoce. _Y eres llevada por muchos que no te conocen.

Cristo dijo "Busca y encontrarás". La noble piedra debe ser buscada; un hombre perezoso no la encuentra; aunque la lleva consigo, no lo sabe. Pero a quien ella se revela, se llena de dicha, porque su virtud es inagotable. El que la tiene no la cede; si la da a otros no le aprovecha a aquel que es perezoso y no se sumerge en su virtud para aprender eso.

El buscador encuentra la piedra y asimismo su virtud y beneficio. Cuando la encuentra, y tiene la certeza de poseerla, hay en él más gozo del que el mundo es capaz de contener; ninguna pluma puede expresarlo a la manera habitual.

En el criterio del mundo es considerada la piedra más insignificante y suele ser pisoteada. Si un hombre da con ella por casualidad, la descarta por inservible. Nadie repara en ella, aunque no hay nadie en el mundo que no la desee. Los grandes del mundo y los sabios la buscan. Y a veces encuentran una y piensan que es la auténtica piedra; pero se equivocan. Le adjudican poder y virtud, y piensan que la han encontrado por fin y que la mantendrán. Pero la verdadera piedra no es así: no necesita que le adjudiquen ninguna virtud, pues todas las virtudes yacen en su interior. El que la tiene, y sabe que la tiene, si busca, puede encontrar todas las cosas imaginables del cielo y de la tierra. Es la piedra que es rechazada por los constructores, la principal piedra angular.

* * *

Oh, Sofistas, que por pura envidia a veces acostumbráis hacer mofa de los corazones honestos para vuestro propio placer, ¿cómo vais a permanecer junto a esas ovejas a quienes debierais haber conducido a los verdes y frescos pastos del sendero de Cristo, en el amor, la pureza y la humildad?

No digo esto por el deseo de reprochar a ningún hombre; hago visible únicamente el humeante foso del Diablo para que pueda verse lo que hay en el hombre, tanto en uno como en otro, a no ser que nazca de nuevo y se haga resistente al espíritu del Diablo y lo expulse de sí.

Hay otro Diablo, más entero y astuto que éste, un resplandeciente ángel que tiene el pie hendido. Él, cuando halla una pobre alma atemorizada, y deseando arrepentirse y enmendarse, le recomienda: Ora y sé devota; arrepiéntete de una vez". Pero cuando la pobre alma se pone a rezar, se desliza dentro de su corazón y le extrae la comprensión del corazón, dejándole en su lugar puras dudas, como si Dios no le oyese.

Así el corazón se queda repitiendo una y otra vez las palabras de la plegaria, como si estuviera memorizando un libro, y el alma es incapaz de alcanzar el centro de la naturaleza; tiene solo palabras ens ayadas, no en el espíritu de un alma en su centro donde se inflama el fuego, sino solo en la boca, en el espíritu de este mundo. Sus palabras se desvanecen en el aire, como cuando se toma el nombre de Dios en vano.

La plegaria debe hacerse con todo fervor; porque orar es visitar a Dios, suplicarle y hablarle, saliendo de la casa del pecado para entrar en la de Dios Si el Diablo quiere impedir algo, toma tú por asalto al infierno. Arremete contra él como él lo hace contigo, y piensa que así podrás comprender que es lo que te estoy diciendo. Si él se opone con gran fuerza, opónete tú con todas las tuyas, que, en Cristo, tendrás mayor poder que él.

Fija tu confianza y esperanza en la promesa de Cristo, y deja que la muerte de Cristo, sus heridas y su sufrimiento como también su amor, constituyen la fuerza de tu acometida. No disputes más por tus pecados, porque el Diablo te envolverá con sus argucias haciéndote desesperar. Si dudas de la gracia de Dios, pecas grandemente, porque él es siempre misericordioso. El no puede ser de otro modo; sus brazos están siempre extendidos, día y noche, hacia el pobre pecador.

Elabora bien todos estos conceptos y rápidamente verás y sentirás aparecer otro hombre con otro sentido, y pensamientos y comprensión. Hablo de lo que sé y he descubierto por experiencia; un soldado entiende de la guerra. Esto lo escribo por amor, como un que dice en su espíritu como le han pasado las cosas a él, para que sirva de ejemplo a otros; para ver si alguno lo quiere seguir y descubra por sí mismo que ha dicho la verdad.

 

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