Capitulo XII - Teosofía

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"Libre es aquel, para quien el tiempo es como la eternidad, y la eternidad como el tiempo." – Jacobo Boehme

[En algunas ediciones, este capítulo se titula "Conclusión".]

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Verdad inexpresable

Tarea cuya dificultad han experimentado cuantos la intentaron es representar en formas lo eterno e intelectualmente incomprensible y describir en palabras lo inimaginable. Lo que no tiene forma no puede ser descrito en formas, sino tan sólo expresado en alegorías únicamente comprendidas por quienes abren su mente a la luz de la verdad.

La tergiversación de las alegorías de los libros sagrados encendió guerras religiosas, llevó al tormento y a la hoguera a miles de inocentes, arrojó en la pira a las viudas indas y a los ignorantes bajo las ruedas del carro de Juggernath, y promovió sempiternas disputas entre doscientas sectas cristianas. Mientras la verdad une a los hombres en armonioso conjunto, su falsa interpretación origina discordias y males sin cuento.

A lo lejos, más allá del alcance de la imaginación humana, en el insondable abismo del espacio, inaccesible aún para el ángel más puro y el más alto entendimiento, está el refulgente Ser, existente de por sí, eterno, resplandeciente en su propia gloria, cuyo centro es descanso, paz y felicidad, cuyo corazón es el invisible Fuego y cuyos rayos son la Luz y Vida que llena los ámbitos del universo y penetra en todas las formas que a su influjo viven y crecen.

Sus armoniosas vibraciones ondulan a través del espacio y alimentan a todo ser animado e inanimado con la substancia del Amor. Al chocar en el espacio con las dormidas formas de pensamiento del procedente día de creación, los divinos rayos de sabiduría las dotan de vida y las convierten en vivientes sistemas planetarios, enlazados por el poder del mutuo reconocimiento que se manifiesta en atracción y los guía en sus incesantes revoluciones.

Al penetrar en el corazón de los animales establecen la sensación y la conciencia relativa, de modo que la forma pueda sentir, percibir y conocer lo que la rodea, provocando emociones e instintos. Al llegar a lo profundo del corazón humano encienden el fuego divino en cuya lumbre ve el hombre la imagen del refulgente Ser y lo reconoce en sí mismo.

Pero el lenguaje humano es incapaz de describir lo indescriptible ni hay palabras cuya combinación conceptúe lo que la limitada mente del hombre no puede concebir. En presencia del supremo e inconcebible ideal, la actuación del entendimiento cede su sitio al reconocimiento espiritual.

"Las cosas secretas son del Señor"; es decir, que únicamente la sabiduría divina puede conocer lo divino, porque el conocimiento de Dios en el hombre, es la comprensión acabada de la verdad. La inteligencia es una función de que con el hombre participan algunos animales, pero la prerrogativa del hombre espiritual es reconocer en la íntima conciencia la presencia de la verdad e identificarse con Dios. Este íntimo reconocimiento de la verdad es la Sabiduría divina o Teosofía. [1]

[1. Ver "Theosophia, o Sabiduría Divina" por Anónimo. hpb.narod.ru/TheosophiaOrDivineWisdom.htm   De Theosophical Siftings, (inglés) Vol 2, 1889-1890. Índice: www.austheos.org.au ]

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Fuente universal

En la eterna y universal fuente de todo cuanto existe está contenido el mágico poder que alcanza a la creación de nuevos mundos. El conocimiento de este mágico poder es la piedra filosofal, el elixir de vida o panacea universal que todos y en cualquier tiempo pueden hallar sin dispendio alguno, con tal que bien lo busquen. Sólo el hombre puede hallarlo, pues los animales inferiores no están todavía bastante adelantados para servir de vehículo a la manifestación de la divina sabiduría; pero quien por este conocimiento haya despertado a la vida, participa de sus atributos y es un templo vivo de Dios.

Arthur Schopenhauer

Arthur Schopenhauer (1851-1927)

El hombre en quien no se ha despertado el divino principio, no es más que un animal racional incapaz de poderes mágicos o espirituales. Tienen razón desde su punto de vista los filósofos modernos que niegan al hombre poderes mágicos, porque el hombre que conoce la ciencia positiva carece de vida espiritual y, por lo tanto, de poderes espirituales. El verdadero hombre empieza a existir cuando reconoce la divinidad de su naturaleza.

Así los admiten los verdaderos filósofos. Dice Schopenhauer:

"Como consecuencia de la acción de gracia, se regenera el hombre tan por entero, que ya no desea lo que antes deseaba, y es, por decirlo así, un hombre nuevo".*


* Y añade Eckarth:

"Dios está tanto en una astilla de madera como en el ser humano, con la sola diferencia que la astilla no conoce a Dios, mientras que el hombre puede reconocerlo en su propio ser".


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El sendero

Todo tiene naturaleza trina, y así las alegorías de los libros sagrados tienen trino significado: exotérico, esotérico y espiritual. El vulgo docto e indocto sólo ve el aspecto exotérico, casi siempre tan absurdo, que debiera precaver el sentido común cotra la interpretación literal de las fábulas.

A los que desean aprender se les puede enseñar, pero quienes se jactan de saber, repugnan toda enseñanza, y por esta razón los que presumen de legítimos depositarios de la verdad y maestros infalibles de la ciencia y la religión, suelen ser los últimos en reconocer la verdad.

¿Cómo entrar en el sendero? La vida está únicamente en la experiencia. En nuestro camino se interponen las estériles especulaciones de la ciencia petrificada, la filosofía mohosa y la teología marchita. La humanidad despierta de su letargo, les pide el pan de la sabiduría y le dan una piedra. La ciencia calla, responde en jerga incomprensible que todavía embrolla más las dudas. La teología amenaza al inoportuno investigador con anatemas y le ordena que se satisfaga con la fe ciega.

Pero las gentes ya no se contentan con tales respuestas, ni les convence el subterfugio de que el conocimiento de la verdad es privilegio de pocos y que la multitud ha de permanecer ignorante. La sabiduría no ha de estar monopolizada por secta ni corporación alguna.

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Si queremos entrar en el sendero de la vida eterna el primer requisito es:

1. CONOCER

Conocimiento es el resultado de percibir y comprender la verdad. Sólo podemos conocer lo que percibimos. Hay dos principales modalidades de percibir: ver y tocar. Cada una de estas modalidades es falaz por sí sola y únicamente cuando a la vez vemos y tocamos una cosa comprobamos su existencia.

Miles de años han pasado desde que la humanidad vio por vez primera los astros que el telescopio moderno acercó a nuestros ojos; y sin embargo, nuestro conocimiento de estos cuerpos cósmicos y sus condiciones de vida no pasan de opiniones especulativas que acaso desvanezcan mejores medios de observación. Damos nombre a las substancias que nos descubre el microscopio; pero desconoceremos la verdadera naturaleza de los astros mientras no nos sea posible participar de su conciencia y experimentar las cualidades de la vida y caracteres encarnados en sus formas.

La humanidad ha sentido intuitivamente durante miles de años la presencia de lo Desconocido. Quienes sintieron la presencia del Espíritu universal, saben que existe. Generaciones tras generaciones han desaparecido de la tierra después de pasar la vida en inútiles esfuerzos para conocer objetivamente a Dios, cuyo poder sentían en su corazón sin poderlo ver cara a cara.

Si pudiéramos ver y tocar las cualidades exteriores de una cosa, las comprenderíamos, aunque desconociendo su interno carácter. Para conocer su espíritu es necesario penetrar su espíritu, y esto sólo puede hacerlo el espíritu del hombre y no los sentidos del cuerpo. Una vez despertado a la conciencia el principio espiritual del hombre, tiene atributos y funciones muy superiores a los del hombre externo. Percibe, ve y toca las internas cualidades de las cosas no perceptibles por los sentidos externos. Puede identificarse con el objeto observado y participar de su conciencia, identificándose con él por cierto tiempo hasta el punto de compartir sus sentimientos y sensaciones subjetivas.

Así, el amante participa de los goces y penas de su amada y se siente uno con el espíritu de ella aunque esté separado en la forma; porque el poder del amor alcanza el estado divino, todo lo llena y del corazón sale para penetrar en el corazón.

¿Qué nos impide amar y conocer todas las cosas, sino nuestros errores y aversiones? No vemos las cosas como son, sino como nos las imaginamos. Quien desee conocer todas las cosas, debe mirarlas con los ojos de la verdad; no debe pensar sugestionado por las apariencias, sino abrir su mente al pensamiento de la Sabiduría divina.

Para alcanzar el verdadero conocimiento hemos de ser capaces de recibir la luz de la verdad y eliminar de nuestra mente cuantos prejuicios hayan acumulado los falaces métodos didácticos de la civilización moderna. Cuantas más falsas sean las doctrinas aprendidas, tanto más difícil será abrir paso a la verdad, y tardaremos años en olvidar lo aprendido a costa de trabajo, dinero y tiempo.

Dice la Biblia que hemos de volvernos niños para entrar en el "reino de los cielos". Lo principal es convencernos a nosotros mismos, para comprender que hemos de ser los reyes del Universo. Esencialmente, el Hombre es Hijo de Dios, mucho mayor, sublime y potente que el insignificante, mudable y transitorio ser a que llama la antroplogía científica.

Apocalipsis

Apocalipsis

El Hombre que conoce su verdadera naturaleza puede enorgullecerse de su dignidad y poderío con tanta razón como el hombre terreno se avergüenza de su flaqueza. El verdadero hombre es un ser divino cuyo poder se extiende hasta donde alcanzan sus pensamientos; el hombre ilusorio es un compuesto de fuerzas semianimales, a cuyos caprichos y antojos está sujeto, aunque en su interior arde la chispa divina que le capacita para dominarlas, pero que en la mayor parte queda sofocada y desvanecida. El hombre verdadero es inmortal; el ilusorio vive unos cuantos años entre las falacias de la vida. El primero es consciente de su inmortalidad, el segundo se engaña con la esperanza de que el favor de un Dios personal le permita llevar sus errores a la esfera en donde sólo domina la verdad.*


* Apocalipsis XXI-27. ["No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero."]


Hay tres clases de conocimiento: el útil, el inútil y el nocivo.

El conocimiento inútil es el apego a las ilusiones y falacias. No es verdadero conocimiento, aunque abarque mucho de lo que los países civilizados creen que es muy importante conocer. Ciertamente que la ciencia moderna ha levantado en parte el velo que encubre las maravillas naturales de la Sabiduría; pero como todavía desconoce los fundamentos de la verdad, está entreverada de ilusiones. Nuestros sistemas científicos fluctúan entre incesantes alteraciones, y lo que una generación admite como verdad inconcusa, lo rechaza la siguiente por error manifiesto. Las conclusiones científicas no dan verdadero conocimiento de las leyes fundamentales de la naturaleza, porque respecto a Dios, están basadas en la ignorancia; y así, por lógicas que parezcan las deducciones de falsas premisas, falsan han de ser también, pues la falsedad sólo puede engendrar falsedad.

Nada más erróneo que la afirmación de las especulaciones racionales, cuando entre otros absurdos y quimeras, dicen que la inteligencia es un producto de la material organización del cuerpo físico; que la vida es resultado de la acción mecánica de una fuerza ciega; que puede haber efectos sin adecuada causa; que la mente humana no traspone los estrechos límites de su cerebro; que la percepción humana no va más allá de la capacidad de sus sentidos; que la conciencia es resultado de la química acción de substancias inconscientes; que el hombre piensa, siente, quiere, imagina, ama y odia sin alma; que el conocimiento, la sabiduría, la percepción espiritual, la profecía, etc., resultan de las condiciones patológicas del cuerpo.

Mientras el hombre no conoce su verdadera naturaleza, toma por superiores los intereses inferiores. Los conocimientos científicos sirven con frecuencia tan sólo para explotar a los ignorantes y prevalerse de sus errores en la adquisión de bienes materiales, retardando de este modo el progreso espiritual del hombre, porque le intensifican el egoísmo, le mueven a adorar la materia y son por lo tanto inservibles para sus verdaderos y permanentes intereses.

Si la ciencia desea hallar los fundamentos de la verdad, debe ante todo reconocer la unidad del universo y advertir que el mundo manifestado en la naturaleza revela la verdad dimanante de la divina sabiduría. Este reconomiento no puede resultar de argumentos y deducciones, sino tan sólo del universal amor equivalente a la verdad.

Así dice Angel Silesio:

"El amor es el camino más corto para llegar a Dios. La ciencia sigue una senda tortuosa y laberíntica".

– Angelus Silesius.

El conocimiento nocivo consiste en la erudición científica, sin la correspondiente percepción del aspecto moral de la verdad. Es conocimiento parcial, porque abarca sólo una parte de la verdad. El talento sin bondad es una maldición para el género humano. El conocimiento valedero ha de estar iluminado por la sabiduría, pues de lo contrario es peligroso. La tergiversación y abuso de la verdad son fuentes del mal.

"Un poco de conocimiento es algo peligroso."

[– Alexander Pope]

La ciencia incompleta es peor que la completa ignorancia, y si el conocimiento no va acompañado de la sabiduría, resultará perjudicial y nocivo. La invención del fulminante, de la pólvora y la nitroglicerina ha causado grandes daños a la humanidad, no porque estas substancias o la violencia resultante de su estallido sean intrínsecamente malas, sino por la perversa aplicación que les da la malicia o la ignorancia. Si todos los hombres comprendieran las leyes que gobiernan el mundo y las emplearan únicamente con buen fin, no tendrían malas consecuencias.

Uno de los más dañinos conocimientos es el llamado "religioso", es decir, la adhesión a doctrinas teológicas, erróneas o mal comprendidas, sin asomo de genuina espiritualidad. Semejante conocimiento religioso es mojigatería, intolerancia e hipocresía, y está basado en el temor y no en la fe. Una religión sin el universal amor es absurda, porque el amor es el lazo entre el hombre y Dios. La fe sin amor es superstición; y sin embargo, esta fe muerta vocifera en demanda de sus derechos, como declaró Angel Silesio en esta frase:

"La fe sin amor mueve mucho estrépito, porque ya se sabe que cuanto más vacío está un tonel, mejor resuena".

– Angelus Silesius.

Si adelantamos un paso más e imaginamos talentos malvados y egoístas, capaces no sólo de usar explosivos y ponzoñas en daño ajeno, sino también de lanzar siniestros pensamientos a distancia y dejar voluntariamente el cuerpo físico para herir o matar a las gentes, convendremos en que los resultados serían funestísimos. Estos vedados conocimientos los poseen hombres de criminales instintos, según es notorio en Oriente y está comprobado por varios hechos, entre ellos los procesos contra la hechicería medieval.

En nuestros días los científicos se burlan de estas cosas; pero los jurisconsultos, médicos y teólogos de aquella época estaban tan seguros de sus conocimientos, como de los suyos sin más talento que aquellos lo están los modernos. La sola diferencia consiste en que los de ayer reconocieron estos hechos y los explicaron mal; y los de hoy, desdeñan examinarlos y no dan explicación alguna.

El hombre está continuamente rodeado de influencias invisibles, y el mundo astral abunda en entidades y fuerzas que obran sobre el hombre, según sus buenas o malas inclinaciones. En el actual estado de evolución, el hombre tiene un cuerpo físico muy bien adaptado para modificar la influencia del plano astral y defenderse de los monstruos abismales.

La salud del cuerpo físico sirve de escudo; y además, por el acertado ejercicio de su buena voluntad puede el hombre concentrar el aura ódica que le circunda, de tal manera que lo abroquele impenetrablemente contra las influencias del mundo astral y sus habitantes; si por falta de salud, consumo de vitalidad o prácticas mediumnímicas disipa su energía protectora, se debilitará el escudo físico y no podrá protegerle de las fuerzas elementarias y elementales que alterarán el equilibrio de su mente y pronto o tarde se verá desnudo como los simbólicos Adán y Eva, y expuesto a irresistibles influencias.

Esto les sucede a quienes faltos de moralidad anhelan conocimientos. Dotar a los ignorantes y débiles de poderes destructores, es como poner pólvora y cerillas en manos de un niño para que juegue.

Sólo la mente vigorosa y equilibrada juzga co acierto y penetra los misterios de la Naturaleza. "Tan sólo los limpios de corazón verán a Dios". Quien llega a esta etapa no necesita buscar adepto que lo instruya, pues atraerá a las inteligencias superiores y le instruirán, como puede quedar él atraído por la hermosura de un animal o de una flor.

El arpa no suena de por sí, sino que obedece la mano que la pulsa, y cuanto más perfecto sea el instrumento más melódica será la música. Un diamante no produce luz; la refleja con fulgor proporcionado a su pureza. El hombre no crea los pensamientos ni las voliciones; es el espejo en que se reflejan los pensamientos del mundo; el instrumento en que se manifiesta la voluntad de la naturaleza; la perla que encierra una gota del océano mental.

El único conocimiento verdadero es el del Yo superior, que no distingue entre el bien y el mal, porque es la misma verdad. Quien coma el fruto del árbol del conocimiento ilusorio perecerá, porque al adherirse a la ilusión del yo inferior, muere para su naturaleza espiritual y se convierte en ilusión. "Si coméis del árbol del divino conocimiento, moriréis",* es decir, vuestra personalidad morirá absorbida por la experiencia de que el yo inferior es nada y Dios lo es todo en vosotros. Al morir vuestra personalidad no seréis dioses, pero sí tendréis ilimitada e imperecedera potestad en Dios.


* Génesis, II-17.


¿Cómo alcanzar el verdadero conocimiento? Por la posesión de la verdad, que está en todas partes y por doquier nos rodea, siempre dispuesta a manifestarse en nosotros, con tal que estimulemos su manifestación. La sabiduría no requiere otro maestro que la misma sabiduría. Levantad a ella vuestra alma y descenderá para llenar vuestro corazón. Quien sube a la cima de una montaña no pide a nadie aire puro, pues aire puro le rodea por todos lados. El reino de la sabiduría es ilimitado, y a la mente receptiva no le faltará gracia divina que alimente sus santas aspiraciones.

La escuela en que el ocultista se gradúa tiene muchas aulas, y cada una representa una vida. Las vacaciones pueden llegar antes de aprender la lección, y olvidar entretanto lo aprendido; pero siempre queda la impresión, fácil de recordar nuevamente. De aquí los variados talentos de que están dotados los hombres y sus tendencias al bien o el mal.

No se pierde ningún esfuerzo. Toda causa tiene su efecto, y no se conceden favores ni hay injusticias, porque la ley de justicia, ciega al cohecho y sorda al soborno, distribuye a cada cual lo que le corresponde según sus méritos; y quien no desea egoísta recompensa ni teme cobardemente el castigo, sino que ama el bien por el bien, se identifica con la ley en cuyo equilibrio halla el Poder.

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El segundo requisito es:

2. QUERER

Si no queremos recibir la verdad, no la recibiremos.

Los hombres creen que aman la verdad, pero pocos la desean por sí misma. Aman las verdades agradables y repugnan las amargas. Se acepta cuanto lisonjea la vanidad y está de acuerdo con la opinión corriente; pero las verdades desconocidas suelen recibirse con asombro cuando no se rechazan con descreimiento. Los hombres se asustan de lo que no conocen; y como no conocen la verdad, temen recibirla. Piden a las nuevas verdades el salvoconducto, y si no llevan el sello de alguna renombrada autoridad, las diputan por bastardas y se oponen a su propagación.

¿Cómo aprenderemos a amar la verdad? Aprendiendo a conocerla. ¿Cómo la conoceremos? Aprendiendo a amarla. El iluso exige pruebas positivas, pero el sabio no pide otro testimonio de la verdad que su propia revelación. No puede haber diferencia entre el conocimiento especulativo y el práctico; la pura especulación no es conocimiento, pues necesita ir acompañada de la experiencia. Quienes anhelen la verdad deben practicarla, ya que la especulación sin práctica es quimera.

El hombre no puede desear lo que no conoce. ¿Cómo podremos amar una cosa si no sabemos que existe? ¿Cómo podremos conocer su existencia sin experimentar su presencia? ¿Cómo experimentar su presencia sin gozarla? ¿Cómo gozarla sin amarla? Ni la inducción ni la deducción nos darán el conocimiento de la verdad. Tan sólo la divina razón puede manifestarla en nosotros.

Conocer la bondad de una cosa equivale a desearla, porque tanto en la constitución interna del hombre como en la de los planetas, rige la ley de atracción a lo bueno y de repulsión a lo malo. El intenso deseo de ser bueno mueve al hombre a cumplir buenas acciones, y las vivas ansias de ser malo le llevan a perpetrar actos criminales. El hombre es producto de sus pensamientos y acciones. Si piensa y obra bien será bueno; si al contrario, malo. En el orden oculto, querer equivale a sentir, porque cuando la voluntad se entrefunde con la conciencia espiritual, siente y percibe su objeto. Conocer, querer y actuar son, en el último término, idénticos, porque sólo podemos querer lo que conocemos y sólo podemos conocer lo que experimentamos y sentimos.

El único medio de lograr el conocimiento práctico de las verdades espirituales, es la práctica de la verdad, o sea el despertar de la conciencia íntima al reconocimiento de la verdad en nosotros existente. Tan sólo la mente purificada de todo deseo egoísta y movida por la firme determinación de aprender la verdad, está preparada para entrar en el templo de la sabiduría. Siempre que por egoísmo, por satisfacer ajenos caprichos o por cualquier otra consideración personal, consentimos en algo que nuestra razón y nuestra conciencia nos representan como injusto, por insignificante que sea, debilitamos nuestra voluntad.

El hombre está sujeto con mil cadenas al reino de las ilusiones, que se le aparecen en seductoras formas, y si las ahuyenta, cambian de máscara y le asedian de distinto modo. Pero las cadenas que aherrojan al hombre las forjan sus propios deseos, pues el vicio no es superior a su voluntad, y lo abandonará tan pronto como en vez de apegarse a él se levante virilmente y lo arroje de sí. El medio de obtener sin esfuerzo activo lo que deseamos, es no desear sino lo que el divino espíritu desea en nuestro corazón.

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El tercer requisito es:

3. OSAR

Hemos de atrevernos a eliminar nuestros bajos deseos, en vez de aguardar ociosamente que de por sí se consuman. Hemos de extirpar los perniciosos hábitos, los malos pensamientos, las consideraciones egoístas, todo cuanto nos impida conocer la verdad. Hemos de decidirnos a vencernos a nosotros mismos y al mundo, como imparciales espectadores ajenos al espectáculo,* no por estúpida indiferencia ni lúgubre resignación a los decretos del hado, ni por pesimismo ni misantropía, sino por haber trascendido las frivolidades de este bajo mundo y vislumbrado las bellezas del mundo superior.


* Bhagavad Gita.


Hemos de vencer nuestra ignorancia, afrontar el ridículo de los necios, las injurias de los fanáticos, la altanería de los presuntuosos, el menosprecio de los pedantes y la envidia de los ruines. Proclamemos la verdad cuando convenga y no respondamos a las burlas del bellaco.* Afrontemos la pobreza, el sufrimiento y la soledad, sobrepongámonos a cuantas calamidades nos asalten y obremos en todas circunstancias de acuerdo con nuestro elevado concepto de la verdad.

** Proverbios, xxvi. 4. [Nunca respondas al necio de acuerdo con su necedad, Para que no seas tú también como él.]


Fácil sería todo esto si la voluntad del hombre fuera libre y dueña de sí y no estuviera ligada al deseo; pero la libertad del hombre es relativa, porque aunque tenga albedrío para obrar, siempre le mueve a ello la sabiduría interna, pues el que sabe y conoce quiere lo que personalmente no desea y rechaza los estímulos de su naturaleza inferior. La acción liberta la voluntad y cada acción desinteresada la robustece e intensifica.

Sólo hay una ley divina y una divina voluntad; la voluntad de la sabiduría divina. Quien se sujeta a la ley cumple la voluntad de Dios. El que a ella se opone podrá prevalecer transitoriamente por la fuerza de su voluntad personal; pero al fin quedará aplastado por la infinitamente más poderosa voluntad de Dios. Obedece a la ley y serás tu propio dueño y señor de todo.

Tres métodos hay de fortalecer la voluntad:

1° Violentar nuestros apetitos y cumplir tareas ingratas y penosas. Este método prevaleció en Occidente durante la Edad Media y lo practican hoy en Oriente los faquires y ascetas de vulgar linaje. Con su auxilio pueden las gentes predispuestas a la hechicería fortalecer su voluntad lo suficientemente para dominar a los elementales inferiores e influir telepáticamente en hombres y animales. Consiste en soportar con indiferencia los sufrimientos; y según relatan los viajeros, estas prácticas llamadas del hatha yoga han llegado en Oriente a extremos de absurda extravagancia. Pero aunque este método fortalezca la voluntad, no desarraiga, sino más bien intensifica el egoísmo. Debidamente considerado el asunto, vemos que las gentes entregadas a tales prácticas no combaten sus deseos, puesto que su deseo es lograr poderes personales.

Por lo tanto, las torturas y maceraciones son peor que inútiles para el superior enaltecimiento del alma.

El valor estoico ha sido admirado por doquier y se basa en la vanidad personal. El indio rojo se jacta de su indiferencia para el dolor físico; el fakir se atormenta para fortalecer su voluntad; el soldado ansía demostrar su desprecio del peligro y medir sus fuerzas con las del enemigo. Pero hay acciones cuyo cumplimiento requiere valor de más alto linaje. En el plano físico no se necesita más que un momentáneo impulso de ambición para realizar una hazaña; mas para dominar las emociones es preciso un continuo y no interrumpido esfuerzo, más fatigoso aún porque depende enteramente de nuestra voluntad sostenerlo o aflojarlo, y si lo relajamos de modo que se desenfrenen las emociones, resultará el deleite sensual.

2° Reprimir nuestros pasionales deseos por temor de las dolorosas consecuencias de quebrantar la ley. Esta es la clase de moral corriente en el mundo, fundada no en el reconocimiento de la verdad, sino en la cobardía que renuncia a un placer con la idea de disfrutar otro mayor, pero igualmente egoísta.

Para cumplir hazañas morales no basta el valor estoico, sino que es indispensable el valor teosófico, esto es, el valor de cumplir con nuestro deber porque es tal deber sin ninguna otra consideración.

3° Por lo tanto, el mejor método de fortalecer la voluntad es vencer nuestros deseos inferiores por el reconocimiento de la verdad, sin ningún propósito egoísta, y sacrificar no sólo nuestros deseos sino toda nuestra naturaleza inferior en el ara de la divina sabiduría, cuyo altar se alza en el templo de nuestro corazón, sin perjuicio de cumplir con los deberes de la vida ordinaria. Si nos retiramos al íntimo santuario, quedarán fuera todos los deseos sin poder penetrar en el sagrado recinto.

Se necesita extraordinario valor para obrar en toda circunstancia con obediencia a la ley. Podrá durar mucho la batalla; pero cada victoria robustecerá la voluntad, cada acto de sumisión a la ley acrecentará su poderío, hasta que acabado al combate queden tendidos los muertos deseos en el campo de batalla, como cadáveres expuestos a la disgregante acción de los elementos, de entre los que surja el águila espiritual y remonte el vuelo hacia el sol para gozar la serena tranquilidad del reino etéreo.

Mabel Collins

Mabel Collins (1851-1927)

El fuego purifica los metales y el sufrimiento purifica el espíritu. Cuando se enfría la masa derretida observamos su grado de purificación, y una vez vencidas las emociones, cuando la paz sigue a la lucha, descansa el espíritu para contemplar la hermosura de la verdad eterna. En vano los hombres intentan oír la voz de la verdad en el entrechoque de los deseos y opiniones. Sólo puede oírse en la calma que sigue a la tormenta.*


* Luz en el Sendero, por Mabel Collins. [Inglés, publicado 1888. Texto completo en html: /blavatsky/light-on-the-path/contents-and-title.htm ]


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El cuarto requisito es:

4. ESTAR EN SILENCIO

Esto significa que no debemos consentir que ningún deseo hable en nuestro corazón, sino la voz de la verdad, que como celosa matrona no tolera rivales. Quien elige a la sabiduría por esposa espiritual ha de entregarse a ella de todo corazón y arrojar a las concubinas del tálamo nupcial de su alma. Ha de revestirla con la pureza de su afecto y adornarla con el oro de su amor, porque la sabiduría es modesta y no se adorna a sí misma, sino que espera que su amante la adorne. No se la compra con dinero ni con promesas; su amor sólo se gana con actos de devoción. La ciencia es la doncella de la sabiduría, y el que corteje a una será rechazado por la otra; pero el que sacrifique todo su ser a la sabiduría quedará unido a ella.

Dice el Bhagavad Gita:

"Quien piensa de continuo en Mí sin divertir su mente a ningún otro objeto, Me halla. Fácilmente Me halla en todo tiempo la constante devoción a Mí".

El místico cristiano e iluminado vidente, Jacobo Boheme, expresa la misma verdad en el siguiente diálogo:

Discípulo: "¿cómo alcanzaré la vida suprasensoria, en que pueda ver y oír al Supremo?"

El maestro respondió: "Si solo puedes por un momento entrar en pensamiento en lo sin forma, donde no reside ninguna criatura, escucharás la voz del Supremo".

El discípulo dijo: "¿Está esto lejos o cerca?"

Maestro: "En tí mismo, y si durante una hora acallaras tus deseos, oirías las inefables palabras del Supremo. Si tu voluntad y tu yo callan en tí, la percepción de lo eterno se manifestará por ti; Dios oirá y verá y hablará por ti. Tu oído, deseo y vista te impiden ver y oír al Supremo".*


* Jacobo Boehme: Escritos Teosóficos, Libro VI.


Raja Yoga

Estos consejos son idénticos a los que se dan para la práctica del raja yoga,[1.5] en que los ascetas orientales unen su mente con lo arrúpico e infinito. Las ceremonias religiosas sirven para elevar la mente a la región arrúpica, y el legítimo objeto de todo sistema religioso no puede ser otro que enseñar el método de alcanzar este estado.

[1.5. El famoso Swami Vivekananda visitó Occidente por primera vez en 1893 y publicó su Raja Yoga en 1896, varios años después de la primera publicación de este volumen. PDF: /yoga/Vivekananda-Raja-Yoga.pdf ]

Las iglesias no merecen tal nombre, que significa unión espiritual, a menos que sean escuelas prácticas de unión con la eterna fuente de vida. Pero es más cómodo distraer la mente hacia las multiformes atracciones del mundo físico y adorar formas externas, que entrar en el silencio, donde al principio sólo se oye el eco de nuestra voz.

Es más cómodo abandonar la mente a los pensamientos que la asalten, que cerrar las puertas del alma al que no lleve estampado en su forma el sello de la verdad. Por esta razón, la mayoría de las gentes prefieren las ilusiones de la vida temporal a las realidades de la eterna, y la ignorancia al conocimiento de la verdad.

Estar silente significa no escuchar dentro del corazón otro lenguaje que el de Dios, es decir, escuchar la voz de la Sabiduría divina que habla en el corazó.*


* H. P. Blavatsky. La voz del silencio. [Texto completo en español, sección Blavatsky: /blavatsky/voz-del-silencio/contenido.htm ]


Quien aprenda a conocer, querer, osar y callar hollará el verdadero sendero de la vida inmortal; pero cuantos actúen tan sólo en el mundo sensual, o concentren su mente en las afueras del mundo intelectual, ni siquiera comprenderán el significado de estas palabras.

Los libros orientales dan varios consejos respecto a la práctica del silencio y de la meditación interna; pero todos a una enseñan a concentrar la conciencia superior en su propio centro.

El Upnekhata [2] da los consejos siguientes:

[2. Una revisión (1801) de uno de los Upanishads hindúes. Ver en ingles encyclopedia.com y en español es.wikipedia.org/wiki/Upanishads ]

"Respira profundamente y despacio, y concentra fijamente la atención en medio de tu cuerpo, en la región del corazón. La lámpara de tu cuerpo quedará así protegida contra el viento y la turbación e iluminará tu cuerpo. Retrae los sentidos hacia dentro como la tortuga recoge sus miembros en la concha. Entra en tu corazón y guárdalo para que Braham entre en él como fuego o relámpago. En medio del fuego de tu corazón arderá una llama centro es Atma."

Herocarcas, abad del convento del monte Athos, dio a sus monjes las siguientes reglas para adquirir la clarividencia:

"Recógete en tu aposento, cierra la puerta, siéntate y concentra tu atención en la región del ombligo y procura ver con él. Sume la conciencia en el corazón donde reside el centro del poder. Al principio encontrarás obscuridad, pero si continúas días y noches sin cansancio, verás luz y experimentarás cosas indecibles. Cuando el espíritu reconozca su centro en el corazón, sabrá lo que jamás ha sabido, y nada se le ocultará ni en los cielos ni en la tierra".

Comparemos estos consejos con los que da un iluminado analfabeto que nunca oyó hablar del Upnekhata ni del abad Herocarcas, pero que ve las cosas interiores. Dice así:

"Enfoca tus pensamientos en el centro de tu ser, y allí encontrarás un germen que, si continuamente lo nutres de pensamientos puros y santos, crecerá con poder que se extienda y ramifique por todo tu cuerpo. Tus manos, pies y todo tu cuerpo estarán vivificados, un sol aparecerá en tu corazón e iluminará tu ser. En esta luz verás el presente, el pasado y el futuro, y con su ayuda alcanzarás el verdadero conocimiento de ti mismo".

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Sabiduría

El hombre es una creación mental que penetra en el océano de la Mente. Si su alma está en perfecto acuerdo con la verdad, se unirá con ella. Un músico experto no necesitará del cálculo científico para saber si las vibraciones de una melodía están o no a tono. Quien esté unido a la verdad se reconocerá en el espejo de todas las manifestaciones externas de la verdad.

El supremo poder mágico de la naturaleza es la Sabiduría resultante de la trínica unión de la Inteligencia, la Voluntad y la Ley. Es el supremo ideal del hombre, así como el mayor poder del alma es hablar con palabras de sabiduría, y el mayor poder del hombre físico es concretar estas palabras en acciones.

Todas las formas de la Naturaleza simbolizan una idea y representan signos, letras o palabras cuya serie forma un lenguaje. [3]

[3. Ver Jacob Boehme, La firma de todas las cosas. Sacred-Texts.Com, inglés ]

La naturaleza es, por lo tanto, el divino lenguaje en que la Mente universal expresa sus ideas, y será capaz de interpretarlo la mente individual desarrollada hasta tal punto de perfección, que sirva de instrumento a la suprema Inteligencia. Los más profundos misterios de la Naturaleza descubrirá quien con mente perfecta comprenda su lenguaje.

Este lenguaje entraña la radiación de la esencia de las cosas al centro de la mente humana y desde este centro al océano universal. El hombre puro es imagen y expresión del supremo poder espiritual capaz de reflejar y reproducir la verdad suprema en su pureza original, por lo que la palabra del hombre debe ser perfecto eco de las impresiones que recibe de la esfera de la verdad eterna.

Pero el hombre vulgar, sumergido en la materia como resultado de una combinación de principios en escala inferior de evolución, recibe refractados los puros rayos originales y sólo puede reproducirlos en condición imperfecta. Se ha desviado del sol de la verdad, y como lo ve a distancia, le parece una estrella de ínfima magnitud, casi perdida de vista.

Todo tiene nombre en la Naturaleza, y quien sabe llamar cada cosa por su verdadero nombre, puede evocar la existencia de las formas. El verdadero nombre de una cosa es su carácter, la expresión total de sus potencias y atributos; y manifestar la verdad en una cosa por el espiritual poder de la viviente palabra equivale a evocar su existencia. Esto no se consigue por medio del lenguaje externo, sino por el viviente poder del espíritu del que es mero símbolo y forma la expresión externa.*


* "Hay tres órdenes de palabra (vach) cada uno más interno que el precedente; y cada orden comprende tres elementos: el significado, el pensamiento y la expresión fonética".

–Subba Rao [theosophy.wiki español] Conferencias sobre el Bhagavad Cita.


Sólo hay un genuino lenguaje interno para el hombre, con símbolos naturales inteligibles para todos. Este lenguaje interno es el antecedente del lenguaje externo. Su origen es la radiación de la primera causa, la unidad que entrefunde a todos los hombres; por lo que si la irradiación original del rayo supremo existiera en todos los hombres en su primaria pureza, todos entenderían el mismo lenguaje.

Hay también un lenguaje externo que es perfecta expresión del interno, aunque pocos lo entienden y nadie puede aprenderlo por reglas artificiales. El lenguaje interior alienta en el espíritu, mientras que el exterior es una sucesión de sonidos. [4]

[4. Vea los comentarios de Gurdjieff sobre el lenguaje en el Capítulo 6 de Ouspensky, Fragmentos de una enseñanza desconocida. Pdf en español esta en esta página: /gurdjieff/ ]

La clave del lenguaje interno es la divina Palabra; la del externo es la organización mental de las sociedades humanas. En su presente estado oye el hombre la voz que habla el lenguaje interno, y no la escucha; [5] ve los símbolos sagrados y no los comprende; su oído está acostumbrado a enlazar ciertos sonidos con ciertos significados; pero no recoge las verdaderas vibraciones; entiende los libros escritos por mano de hombre y es incapaz de interpretar los jeroglíficos que expresan la verdadera naturaleza de las cosas.

[5. Gurdjieff: El centro intelectual superior y el centro emocional superior ya están funcionando, pero los centros inferiores no están conectados a ellos.]

Cada carácter tiene su genuino símbolo y verdadera forma expresivos de su naturaleza. Cada símbolo es una cosa representativa del carácter esencial de determinada fuerza; y por lo tanto, reconocerá este carácter quien conozca el lenguaje de la naturaleza, de la propia manera que un artista conoce el carácter de otro artista al ver sus obras.

Los hombres anhelan poseer un lenguaje universal, que no puede ser arbitrario porque resultaría más difícil de aprender que otro cualquiera. El verdadero lenguaje ha de expresar la armonía del alma con la naturaleza de las cosas; y mientras haya distintos caracteres nacionales y discordancia entre los hombres, será imposible el lenguaje universal.

Hay una trina expresión de la esencia divina: una palabra física, una mental y otra divina. La primera es el lenguaje de la naturaleza; la segunda el de la razón; la tercera el poder de Dios, que a un mismo tiempo es pensamiento, palabra y acción y entraña por lo tanto poder creador. Todo símbolo genuino y toda forma verdadera son imagen externa de su estado interno. Todo cuerpo simboliza un invisible poder, y el hombre, en quien laten poderes superiores, es el más noble símbolo de la naturaleza, la primera y más hermosa letra del alfabeto terrestre.

Si fuese fiel a su divina naturaleza, su cuerpo sería luminoso y expresión perfecta de la belleza. Todo pensamiento tiene su expresión, y si no lo sabemos expresar por símbolos será porque no los conocemos.

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Acciones del hombre

La palabra es expresión del pensamiento, y para que sea perfecta ha de expresarse perfectamente, porque si la expresión es falsa pierde el lenguaje todo su poder. En el actual estado de civilización, las palabras sirven generalmente para encubrir el pensamiento. La mentira entraña la pérdida del poder espiritual.

Expresar pura y perfectamente el pensamiento es magia blanca. Herir artificiosamente la imaginación para forjar engaños es magia negra, hechicería, dolo y falsedad. Esta magia negra es corriente y diaria en todas las condiciones de la vida. Desde el sacerdote que sugestiona a sus fieles diciéndoles que posee las llaves del cielo, hasta el comerciante fraudulento y la muchacha que pesca marido con dentadura artificial y cabellera postiza.

Todos abominan en público de estas falsías y muchos son los que a la callada las manejan con riesgo de matar la fe y la confianza y avivar la maldad en la nación donde prevalezcan, pues tanto el mal como el bien se acrecientan por el ejercicio.

El deber del hombre es practicar el mayor bien posible por su perfeccionamiento, y como su verdadera naturaleza es universal e ilimitada, sólo le cabe obtener el supremo bien trabajando en beneficio del mundo entero y no en su limitada personalidad.

De esta suerte se irá refinando cada vez más su naturaleza y la luz de la divina sabiduría iluminará su interior; pero si vive apegado al yo personal atraerá los principios materiales e ininteligentes de la naturaleza, y su constitución se irá degradando hasta que, incapaz de alzarse a la verdadera luz, quede metafísicamente petrificada y perdida en el mundo astral.

Al hombre se le conoce por sus obras, pues cuando convierte en acto el pensamiento lo expresa y registra en el libro de la vida. Toda mala acción degrada el carácter e incrusta metafísicamente el alma; pero las buenas obras disuelven las incrustaciones producidas por las malas y reponen el alma en su condición anterior. El arrepentimiento es inútil si no le acompaña y sigue la enmienda. Es como la inflamación causada por una espina en la carne, que si no se arranca, levantará gangrena. Las obras del hombre son concreción de sus pensamientos. El motivo les da carácter y la voluntad vida.

Inútil es el propósito mientras no se cumple. Un signo, una letra o una palabra de nada sirven si nada significan. Todo símbolo representa una idea, pero ninguna eficacia tendrá para quien no sepa interpretarlo. Los más poderosos signos mágicos nada valen para quien no obra de acuerdo con su significado, mientras que para el ocultista, un punto, una línea o una figura geométrica pueden actualizar potencias espirituales.

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Símbolos mágicos

Tratemos de explicar exotérica y esotéricamente algunos de los más importantes signos mágicos, aunque no sea posible expresar su íntimo sentido en lenguaje humano ni siquiera en el musical, pues el lenguaje tan sólo conducirá al lector a la región mental donde fuese capaz de percibir espiritualmente el significado oculto.

A 5-pointed star drawn by double lines,
                                the intersections being under and over, creting a 3D effect.

El pentagrama o la estrella de cinco puntas.

Exotéricamente es una figura geométrica que por doquier se emplea como adorno o marca de fábrica. Las gentes crédulas y supersticiosas creyeron que dibujada en las puertas de sus casas los protegería contra hechiceros y brujas.

Esotéricamente es símbolo del hombre. Los cuatro triángulos inferiores representan las cuatro fuerzas elementales de la Naturaleza, y como las líneas de cada triángulo están íntimamente unidas o entrelazadas con las de los demás, todas ellas forman en conjunto una sola línea quebrada, sin claro alguno, de la misma manera que los cuatro elementos inferiores están íntimamente entrelazados con el quinto elemento o quintaesencia de las cosas, situado en la cima de la figura, símbolo de la cabeza o asiento de la inteligencia humana.

El conocimiento espiritual de la Estrella de cinco puntas se identifica con su aplicación práctica. Es preciso dibujar la figura sin espacio abierto por donde entre en el centro del Pentágono el enemigo perturbador de la armonía. Ha de estar la figura siempre enhiesta, con el triángulo superior dirigido al cielo, asiento de la Sabiduría, pues la figura vuelta del revés denotaría malicia e ignorancia.

Las líneas han de ser rectas para que los triángulos armonicen por su igualdad y no prevalezca anormalmente un principio contra otro. así los triángulos inferiores envían su esencia a la cima, asiento de la sabiduría, y la cima les proporciona poder y estímulo de crecimiento. Acabado el período de prueba y desarrollo, los triángulos quedarán absorbidos por el Pentágono hacia el centro, formando un cuadrado inscrito en el círculo invisible que une los vértices de los triángulos. Entonces se cumplirá nuestro destino.

El superior deber del hombre es conservar intacta la espiritual Estrella de cinco puntas. Lo protegerá en vida y lo salvará después de la muerte.

A 6-pointed star drawn as two interlocking triangles, with both of the
                                    stars drawn with double lines.

Doble Triángulo o Estrella de Seis Puntas

Es uno de los más importantes signos mágicos, y su aplicación práctica confiere al hombre mágico poder. Exotéricamente consta de dos triángulos enlazados de suerte que parte de uno cubra parte de otro, con el vértice de uno hacia arriba y el del otro hacia abajo. A veces le rodea un círculo o una serpiente que se muerde la cola, y a veces tiene una tau en el centro.

Su significado esotérico es muy amplio. Entre otras cosas simboliza el descenso del espíritu a la materia y la ascensión de la materia al espíritu, que perpetuamente se efectúa en el círculo de la eternidad representado por la serpiente, símbolo de la Sabiduría. La estrella tiene seis puntas aparentes y un centro oculto e inmanifestado, porque toda figura ha de tener su centro.

Pero ¿quién describirá con palabras el oculto y universal significado espiritual de la estrella de seis puntas y su centro invisible? ¿Qué entendimiento abarcará las verdades y bellezas que simbolizan? Sólo quien experimente en su divina naturaleza el poder de este signo podrá aplicarlo prácticamente, y quien sea capaz de aplicarlo logrará la condición de adepto.

El conocimiento práctico de este signo equivale a conocer la naturaleza de Dios, las leyes de la Naturaleza eterna, la involución y evolución de la materia y el espíritu y como la oleada de vida pasa de planeta a planeta, empezando en la evolución del reino elemental para ascender sucesivamente a los reinos mineral, vegetal y animal, hasta convertir al hombre terreno en hombre celeste.

Para quien no descubre en su corazón los divinos misterios de la Naturaleza, no existe la luz deslumbradora que brilla en el centro de la figura; pero el adepto ve en aquel centro invisible el gran Sol espiritual, el corazón del Cosmos, del que eternamente irradian amor, luz y vida.

También ve los siete rayos primarios que iluminan la materia invisible y forma los visibles mundos en que hombres y animales viven y mueren y son dichosos o infelices según su condición. Ve cómo el aliento del centro invisible forma soles, estrellas, planetas y satélites, para reabsorberlos el día en que termine la creación de formas. Verdaderamente, la estrella de seis puntas es un potísimo signo mágico, y para comprenderla se necesita la sabiduría de Dios y la omnipotencia de Vida para aplicarla en su más amplio significado.

La Cruz cristiana exotéricamente es símbolo de tormento y muerte. La cruz aviva en las mentes piadosas el recuerdo de un suceso ocurrido, según se dice, en Palestina hace dos mil años; la crucifixión de un hombre noble, bueno y justo, encarnación de Dios.

Cross of single lines, Hebrew
                                letters at each endpoint. Clockwise from top marked I-N--R-I, 
                                and water, fire, air, earth.

LA CRUZ

(8) Comparar J.R. Skinner: "Clave de los misterios egipcio-hebraicos". [Enlace en archive.org, en inglés ]

Muy antiguo es el significado esotérico de la cruz, pues fue símbolo secreto miles de años antes de la era cristiana, y se la encuentra esculpida en las criptas de los templos de la India y Egipto. La cruz filosófica representa, entre otras cosas, la intersección de la materia y el espíritu en forma de cuaternario que, inscrito en el cuadrado, es la base del conocimiento oculto.

El travesaño horizontal representa el principio animal, porque los animales inclinan la cabeza hacia la tierra. El hombre es el único ser del globo de estación perpendicular, y el principio divino que en él late lo mantiene moralmente erguido. De aquí que el trazo perpendicular simbolice su divinidad. La cruz representa al hombre que, por haber infringido la Ley, se transforma en instrumento de su propia tortura.

Desde el principio de su existencia, como rayo del divino Sol espiritual, representó una línea perpendicular, trazada en dirección de la fuente originaria. Al separarse el rayo de la fuente y penetrar en la materia, se desvió quebradamente de la línea recta, dividiendo en dos la original unidad, con deseos opuestos a la Ley. Si el hombre vuelve a la obediencia de la Ley, recobrará su primitiva posición. Así, "tomar la cruz", significa subordinar los deseos personales a la divina Ley.

Unicamente el hombre espiritual es capaz de conocer el significado prácticamente espiritual de la cruz; el que al encarnar en la materia quedó clavado en la cruz de los sufrimientos, las enfermedades y las tentaciones de la carne, y para recobrar la libertad ha de morir el hombre terrestre clavando sus deseos en la cruz de la ley para que viva el hombre verdadero.

En el tope de la cruz cristiana aparecen inscritas las letras I.N.R.I. que exotéricamente se leen: Iesus Nazarenus Rex Iudeorum y esotéricamente significan que la luz de la sabiduría divina es rey de todo conocimiento y ha de regir toda especulación intelectual a que tan aficionados fueron los judíos y lo son los filósofos modernos. Pero el sentido rosacruciano de estas iniciales fue: In Nobis Regnat Iesus.

En su aplicación práctica representa la cruz el reconocimiento de la verdad divina. Quien espiritualmente percibe, ve la viviente cruz en toda su gloria, enarbolada con celestial magnificencia en la cumbre del conocimiento.

Allá, en la lejanía de los cielos, fulgura la luz que de su centro irradia iluminando las tinieblas con sus benéficos rayos. ¡Álzate, hombre, a la altura de tu dignidad, para comprender el significado de la verdadera cruz! No la cruz de madera, emblema de ignorancia y sufrimiento; no la reluciente cruz de bronce, emblema de vanidad, sectarismo y superstición, sino la verdadera cruz, fabricada con el oro purísimo de la luz de sabiduría que todo rosacruz lleva profundamente incrustada en su corazón.

Esta cruz es el frondoso árbol de vida y conocimiento que protege contra el mal y lleva frutos de salvación e inmortalidad. Quien prácticamente conoce el verdadero misterio de la Cruz se relaciona con la suprema sabiduría y, adornado con la legítima cruz, queda libre de todo peligro.

¡Oh!, poder infinito de la cruz. En Tí la verdad se revela. Hundido en la tenebrosa tierra está tu pie para enseñarnos la virtud de la paciencia. Alzas en la luz de los cielos tu corona para aleccionarnos en la fe. Levantados por la esperanza y tendidos por la caridad están tus brazos, y luz y fulgores te rodean. Eslabón tras eslabón circunda la cruz la cadena de la creación con sus mundos, formas e ilusiones; pero en el centro está la Realidad, que oculta la inestimable joya de la Verdad.

Que el celeste rocío bajado de la cruz refrigere nuestros corazones y penetre en nuestros cuerpos y almas de modo que cristalice en formas. Entonces se disiparán las tinieblas de nuestra mente, se rasgará el velo de materia y ante nuestros ojos espirituales aparecerá el ángel de la verdad. Ciertamente que nadie podrá ser buen cristiano si no transporta a su alma el simbólico significado de la cruz: la revelación de la verdad.

Nuestra materialista época siempre está pronta a rechazar sin examen los símbolos del pasado, cuyo significado no comprende, porque no posee los tesoros que representan. Desalada en pos de goces materiales, pierde de vista la divina sabiduría y pospone las riquezas espirituales a inútiles fruslerías. El hombre va tras una sombra sin atender a su destino y cierra los ojos a la Luz del mundo.

Dominado por el temor, se inclina ante el Moloch de la superstición e ignorancia, y locamente se arroja en los mortíferos brazos de una helada ciencia agnóstica; pero el sabio cuya previdente percepción transpone el estrecho círculo del ambiente material y el corto tiempo de su vida terrena sabe que es dueño de su destino.

Levanta muy en alto la mágica y divina vara de su voluntad y apacigua las tormentas de su alma. Las fuerzas que contra él se rebelaban, sumisas le obedecen y cumplen sus mandatos. Anda seguro sobre las aguas cuya tranquila superficie oculta el abismo de la muerte, mientras sobre su cabeza refulge la espléndida constelación de la Verdad, Conocimiento y Poder, cuyo centro es la Ley y cuyos gérmenes laten en la conciencia espiritual de todo ser humano.

[ Fin cp. 12. AVer también Apéndice: Nueva guía del Sendero ]

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