Capitulo VIII - Inconsciencia

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A square in 3 dimensions, i.e., a cube

"Omne bonum a Deo, imperfectum a Diabalo." – Paracelso

[En la octava edición, este capítulo se titula "Muerte", y algunos párrafos se acortan o eliminan.]

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Conciencia e inconsciencia

Conciencia equivale a conocimiento y vida; inconciencia a ignorancia y muerte. Si somos conscientes de la existencia de una cosa, nos relacionaremos con ella, y si no somos conscientes de su existencia, no es que ni ella ni nosotros dejemos de existir, sino que cesa la relación entre ambos.

Tan pronto como se establece la relación, el carácter del objeto percibido por la mente se asimila a nuestra constitución mental, y vivimos en relación con él. Entonces lo poseemos en nuestra conciencia y podemos retenerlo en ella con nuestra voluntad, Si desaparece podemos recobrarlo por el recuerdo y la memoria. Conocer un objeto es vivir en relación con él; olvidarlo es cesar de relacionarnos con él.

Inconciencia, ignorancia y muerte son, por lo tanto, sinónimos, y todo individuo está muerto en proporción a su ignorancia, pues si algo ignora, estará relativamente muerto para este algo, aunque esté vivo respecto de lo demás. Como no podemos ser conscientes de todo a la vez, al cambiar nuestros pensamientos y emociones, cambia también nuestra conciencia y por lo tanto nuestra relación con los objetos exteriores, cesando de tenerla con unos y muriendo para ellos, al paso que empezamos a vivir para aquellos con los que establecemos relación.

No se concibe la inconciencia absoluta, porque la Vida una existe por sí misma e independientemente de sus manifestaciones, pues si bien se manifiesta en formas, aunque estas formas perezcan, persiste la Vida y envuelve nuevas formas.

La conciencia absoluta no puede cesar porque el "Absoluto" jamás cesa de estar en relación consigo mismo. La muerte y la inconsciencia relativas ocurren a cada momento sin que lo advirtamos. Centenares de gentes encontramos por las calles, que están enteramente muertas e inconscientes respecto de cosas para las cuales vivimos nosotros; y también cabe que nosotros estemos muertos para muchas cosas respecto de las cuales otros viven y son de ellas conscientes.

Tan sólo la omnisciencia simultánea de cuanto existe sería vida absoluta sin mezcla alguna de muerte; pero este estado será imposible para el hombre mientras se halle ligado a una personal y limitada forma y tenga por lo tanto limitadas su conciencia y existencia.

Cada principio humano tiene cierta esfera de actividad cuyos límites no pueden transponer las percepciones. Cada cual está muerto para el modo de actividad que no esté en relación con él. Los minerales son inconscientes de la acción de la inteligencia, pero no de la atracción de la Tierra; el espíritu está muerto para la atracción terrestre y para la presión mecánica, mas no para el amor. Si mudamos la índole de actividad de una forma, provocaremos un nuevo estado de conciencia, porque las nuevas relaciones serán de diferente orden, muriendo entonces la anterior actividad para que viva otra nueva.

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Estados superiores

Si la energía que empleamos en comer, trabajos intelectuales y goces sensuales, la aplicáramos a educir los espirituales gérmenes latentes en la constitución humana, quedaría recompensado en un plazo relativamente corto nuestro esfuerzo, al convertirnos en entidades superiores de condición tan elevada sobre la presente como no cabe concebir, porque ninguna experiencia tenemos de ella.

Todo cuanto de este estado sabemos es lo que nos han dicho quienes en él entraron; y en momentos de tranquilidad o exaltación, aún las gentes de no muy elevada espiritualidad pueden pasar por delante del templo de la divina sabiduría cuando las puertas estén abiertas de par en par, y del vislumbre de la luz que fluye a través de las Puertas de oro presentir las bellezas del recinto interno.

En la constitución del hombre vulgar, la vida es más activa en el cuerpo físico y a ella se apega como si fuese la única modalidad posible de existencia. No conoce otra vida y teme morir. Quien haya concentrado su vida y conciencia en el cuerpo astral, será consciente de otra existencia, y su cuerpo físico sólo tendrá valor para él en cuanto le sirva para actuar en el plano físico. La muerte física es el tránsito a la continuación de la actividad vital en principios superiores. Si por algún medio oculto pudiéramos concentrar la vida en los principios superiores antes de morir el cuerpo, dominaríamos a la muerte y podríamos vivir independientemente del cuerpo físico.*


* Hay seres de esta condición llamados Nirmánakayas. (Blavatsky. Voz del Silencio. Parte III). No se les ha de confundir con los Mahatmas que son adeptos vivientes en la tierra, a quienes algunos fanáticos admiradores consideran como espíritus o espectros.

["La Voz del Silenco", texto completo: /blavatsky/voz-del-silencio/voz-fragmento-3.htm ]


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Principios eternos

Esta transmisión de vida y conciencia no es imposible. Algunos ya la cumplieron y la cumplirán otros. Los elementos materiales del cuerpo físico están continuamente sujetos a desasimilación y asimilación. Si debilitamos gradualmente el cuerpo físico al paso que vigorizamos la espiritualidad, el cuerpo astral asumirá las funciones del físico.

Nadie llamaría muerte a este cambio, y sin embargo, no es otra cosa que la lenta muerte del cuerpo físico, al par que la ascensión del hombre verdadero a una superior modalidad de existencia. La muerte, lenta o rápida, es un proceso de purificación que separa lo imperfecto y lo hace inconsciente. Sólo perece lo incapaz de vivir. Los principios no mueren; sólo desaparecen sus formas.

Unicamente lo perfecto es inmutable. Dios no redime la personalidad humana por medio de la muerte, sino que el hombre ha de redimirse a sí mismo libertándose de su personalidad. La verdad, la sabiduría, la justicia, la belleza, la bondad, etc., no se aniquilan; sólo perecen las formas en que se manifiestan.

Si todos los sabios del mundo muriesen, el principio de Sabiduría continuaría existiendo y se manifestaría a su debido tiempo en otras formas receptivas. Si el amor abandonara los corazones humanos, no quedaría aniquilado; sólo dejaría de existir con relación a los hombres, y aunque también éstos dejaran de existir, el amor seguiría existiendo. Los principios eternos existen de por sí, independientemente de las formas y son inmutables; pero las formas son mudables, y no pueden persistir sin los principios a que sirven de instrumento de manifestación.

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La muerte

El cuerpo humano es el instrumento en que se manifiesta la vida. El alma es el de la manifestación del espíritu. Un cuerpo físico sin vida se desintegra; un cuerpo astral sin espíritu se desvanece. Cuando el principio espiritual queda del todo inactivo, está el hombre espiritualmente muerto, aún cuando su cuerpo físico rebose de vida y su cuerpo astral de deseos sensuales. Los cuerpos privados de espíritu se ven lo mismo en la aristocracia que en la plebe.

Quien tiene la razón inactiva, está muerto intelectualmente, aún cuando su cuerpo rebose de vida animal. Los dementes son gentes muertas, en quienes la razón ha cesado de actuar. Si el alma abandona el cuerpo físico, perece su forma y el cuerpo astral sigue viviendo si en él alienta el espíritu; pero si antes o después de la muerte del físico cesa su relación con el espíritu, se desintegra en los elementos del plano astral.

Los cuerpos astral y físico son organismos compuestos de varios elementos, unos capaces y otros no de recibir la luz del espíritu. El que durante su vida terrena no se ha purificado lo bastante para pasar al estado espiritual inmediatamente después de muerto su cuerpo físico, soportará entonces la gradual separación de los elementos puros e impuros, a fin de que los espirituales pasen al estado espiritual (que en realidad siempre tuvieron) y los inferiores, que pueden o no conservar todavía algo de conciencia, se queden en el plano inferior hasta desintegrarse lentamente.

El cuerpo físico cesa de funcionar cuando se deteriora de modo que ya no sirva de instrumento al principio de vida. La muerte puede empezar en la cabeza, en el corazón, en los pulmones; pero la vida permanece más tiempo en la cabeza, y está todavía allí algún tanto activa después que el cuerpo dé señales de muerte.

El pensamiento puede seguir, durante cierto tiempo, actuando según su hábito, aunque ya no sientan los nervios. Esta actividad puede aumentar al desunirse los principios; y si el pensamiento del moribundo se dirige con intensidad hacia un amigo ausente, puede imprimirse en la conciencia de éste, que tal vez vea el espectro del fallecido. Por fin la vitalidad abandona el cerebro, y los principios superiores se llevan consigo su propia actividad, vida y conciencia, y dejan atrás una forma vacía, una máscara, una ilusión.

No ha de haber necesariamente pérdida de conciencia respecto a las personas y cosas que rodean al moribundo; la sola conciencia que necesariamente cesa es la que se refiere a las condiciones de su personalidad, tales como la sensación de dolor, peso, calor y frío, hambre y sed, que pueden haber afectado al cuerpo físico.

Al abandonar la vida al cerebro empieza otro estado de conciencia en relación con diferente orden de cosas.

"El principio activo de la memoria surge del cerebro, y la mente revisa cuadro tras cuadro todos los sucesos de la vida que en aquel momento se acaba, de suerte que en pocos minutos se vive de nuevo toda la vida pasada. Así lo han experimentado quienes estuvieron a punto de ahogarse. La impresión más fuerte sobrevive a las demás, que desaparecen para reaparecer en el estado devánico.

"Nadie muere inconsciente, aunque las apariencias indiquen lo contrario, pues hasta el demente recobra la razón al morir. Quienes presencian el augusto momento de la muerte no han de perturbar con llantos o demostraciones de dolor el proceso por el cual el alma ve los efectos del pasado y forja el plan de su futura existencia.*


* Entresacado de la carta de un adepto.


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Cuerpo astral

La separación del cuerpo astral del cuerpo físico la describe un clarividente como sigue: "Al principio vi una hermosa luz de color azul pálido en que, a cosa de un metro de altura sobre la cabeza, aparecía una porción de substancia de forma ovalada que se movía como un globo aerostático. Gradualmente fue alargándose hasta la longitud del cuerpo, quedando toda ella envuelta en niebla o humo. Percibí unas facciones que correspondían a las del moribundo que luego iba a quedar sin alma; pero eran más resplandecientes, dulces y hermosas, aunque indefinidas y con la falta de expresión que se nota en las de un recién nacido.

A cada estertor del agonizante, la forma etérea crecía y se completaba. Luego los pies se definieron, no como los del moribundo, sino colgando unos bajo otro con una rodilla encorvada, como el recién nacido en posición accidental. El cuerpo se envolvía en neblina, y una hueste de innumerables entidades parecía acercarse. Al completarse el conjunto desvanecióse de la vista".*


* A. J. Davis [1] describe una escena análoga.

[1. Andrew Jackson Davis (1826-1910), "El Vidente de Poughkeepsie", también conocido como "Juan el Bautista del Espiritualismo moderno", autor de Stellar Key to the Summerland. en.wikipedia.org/wiki/Andrew_Jackson_Davis ]


Andrew Jackson Davis

Andrew Jackson Davis (1826-1910)

Este cuerpo etérico es el astral del fallecido. No es el espíritu mismo, pero está animado por el espíritu según lo estuviera en vida. Conserva las buenas o malas inclinaciones adquiridas en vida, a no ser que por su intensísima tendencia al bien o al mal se haya separado el principio superior desde antes de la muerte física.

El verdadero hombre es una potencia impersonal y su existencia no depende de una forma física que sólo adquiere para manifestar su actividad en los planos inferiores. Si el espíritu del hombre se sobrepone a las atracciones del yo inferior, éste quedará inconsciente y se desintegrará; pero si con intenso deseo se apega a la naturaleza animal, se establecerá en ella un centro de conciencia, persistiendo su personalidad algún tiempo después de muerto el cuerpo físico. En tales casos, su alma será un habitante semiconsciente del estado de Kama loca.[2]

[2. El lugar del deseo; vea abajo.]

El cuerpo astral puede permanecer en este estado, antes de desintegrarse por completo, horas, días o años, según la densidad y vigor de sus elementos. El hombre está formado de varios elementos vivientes o principios, en su peculiar estado, aunque todos reciben su vida del espíritu; y cuando éste se retira, se separan, aunque pueden retener por algún tiempo su vida y conciencia particular, de la misma manera que una rueda puesta en movimiento continuará dando vueltas hasta que la energía se agote, aunque cese de recibir el impulso que la movía.

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Estado de kama loca [purgatorio]

Así tenemos que los residuos humanos flotantes en el kamaloka no son el hombre, sino una porción elementaria de él, que puede o no ser consciente de su existencia.

[3. También vea Kama Loka por el Teósofo William Q. Judge, (inglés) en www.theosophy-nw.org. Contraste con "Kama-Rupa", el cuerpo del deseo. Vea el glosario oculto en Occult Glossary, theosociety.org ]

El kamaloka es "el país de las sombras", el hades de los antiguos griegos, el "purgatorio" da la iglesia romana. Sus habitantes pueden o no tener conciencia e inteligencia; pero aunque las entidades astrales de los individuos vulgarmente buenos no tengan conciencia de por sí, pueden verse impedidos a obrar inteligentemente por la influencia de los elementales.

Dice Paracelso:

Paracelso

Paracelso (1493-1541)

"Todos los días mueren gentes cuyas almas estuvieron en vida bajo la influencia y guía de los elementales. ¡Cuán más fácil les será a los elementales influir en los cuerpos sidéreos de esas gentes y hacerlos obrar a su antojo después de perdida la protección prestada por sus cuerpos físicos! Pueden utilizar éstos alma-cuerpos para llevar objetos de un lugar a otro, para traer tales objetos de países distantes y para ejecutar otras cosas análogas que les parecen maravillosas a los no iniciados". [4]

[4. Cita exacta no encontrada, pero vea La vida de Paracelso (inglés) por Hartmann en este sitio: /magic/paracelsus/hartmann-life-of-paracelsus/ ]

El estado de conciencia del cuarto principio (alma animal), después de quedar privada de conciencia y vida la triada inferior, difiere notablemente según las condiciones establecidas durante la existencia terrena. El alma de una persona vulgar y no muy egoísta no tendrá en kamaloka bastante conciencia e inteligencia para conocer que su cuerpo físico ha muerto y que sufre el proceso de la desintegración; pero el alma de una persona cuya conciencia se concentró intensamente en sí misma ligándose a la tierra por sentimientos de temor, remordimiento, avaricia o venganza * pueden ser lo bastante conscientes e inteligentes para esforzarse con ahínco en volver a la vida física; y conocedores del destino que les aguarda y deseosos de prolongar su existencia, se adhieren al organismo de algún ser vivo y le obsesionan. No tan sólo los seres humanos de mente débil, sino también los animales, pueden quedar obsesos.


* Los chinos se suicidan con el propósito de acosar espectralmente a un enemigo y vengarse de él. Quienes digan que esto es superstición pueden intentar la prueba.


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Conciencia después de la muerte

A un cuerpo sin sensibilidad ni conciencia no le importan las condiciones en que puede perecer o continuar existiendo, porque no conoce su existencia; mas para un alma en que la chispa de la inteligencia divina ha despertado conciencia y sensibilidad, serán de importancia las condiciones que la rodeen, porque puede conocerlas más o menos vivamente, según su grado de conciencia.

Cada hombre determina con sus pensamientos, palabras y acciones las circunstancias del estado post-mortem. Durante la vida terrena va formando el hombre el mundo donde vivirá después de morir.

Para quienes viven en el mundo de la mente, el pensamiento es substancial y objetivo, y aún en el plano físico, toda forma es un pensamiento materializado. A los moradores del mundo de las almas el pensamiento les parece material y sólido.

El hombre es un centro del cual emana continuamente el pensamiento que cristaliza en formas en el mundo mental. Sus pensamientos tienen vida, forma y tenacidad, como verdaderas entidades más consistentes y durables que las formas del plano físico. Los buenos pensamientos son leves y se remontan sobre nosotros; pero los malos son pesados y se hunden bajo nosotros en el mundo de los pensamientos groseros, morbosos y torpes que emanan de los malvados e ignorantes. Es un mundo todavía más material y sólido para sus habitantes, que el nuestro para nosotros; es la región de los demonios, deidades infernales y monstruos, inventados por la enfermiza fantasía del hombre.

Aunque no son más que formas mentales, resultan reales y substantivas para quienes viven entre ellas y advierten su existencia. Los mitos del infierno y del purgatorio se basan en hechos mal comprendidos. Hay "infierno", pero el mismo hombre lo forja. El hombre brutal engendra monstruos con sus malos pensamientos, y una vez desprendido del cuerpo, le atraerán sus engendros.

Raro es quien no está sujeto a malos pensamientos que reflejan la cárdena luz de la región de la insanía; pero no pueden tomar forma a no ser que se la demos al acogerlos y alimentarlos con substancia de nuestra voluntad. El amor es la vida del bien, la malicia es la substancia del mal.

Un mal pensamiento no nacido del consentimiento del corazón muere al nacer; un mal pensamiento provocado por la malicia, se vivifica maliciosamente, y si se concreta en acto, engendrará un demonio. Los horrores del infierno sólo existen para quienes consciente, voluntaria y malévolamente los forjan en su funesta fantasía; las bellezas del cielo sólo las gozan quienes crearon en sí mismos un cielo durante la vida.

El dolor sólo aparece cuando un ser está en condiciones anormales. Alegóricamente hablando, los diablos no pueden padecer en el infierno, por encontrarse allí en su natural elemento; y en cambio padecerían en el cielo. Un hombre padece cuando tiene la cabeza dentro del agua; un pez cuando se le saca del agua.

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Relación consciente

Sólo podemos ser conscientes de la existencia de las cosas cuando nos relacionamos con ellas. Quien durante la vida no haya establecido relación alguna con su Yo, no tendrá nada inmortal con que entrar en relación después de la muerte.

Si toda su atención se convierte a las necesidades físicas, su conciencia se contraerá a ellas durante la vida, y como cuando deje el cuerpo material ya no tendrá necesidades materiales, su conciencia cesará de enfocarse en ellas; pero no habiendo establecido ninguna relación con el espíritu, su alma no podrá perder lo que nunca ha poseído ni ganará lo que nunca ha deseado y permanecerá inconsciente.

La muerte desvanecerá cuanto entorpezca nuestra espiritual percepción de la verdad; pero no nos capacitará para desplegar esta potencia. Si estipendiamos a un sacerdote o a un preceptor para que piense por nosotros y sea guardián de nuestras aspiraciones y conocimientos espirituales, no las alimentaremos vívidamente por nosotros mismos.

Angelus Silesius

Angelus Silesius Johann Scheffler (1624-1677)

Si nos contentamos con asimilarnos las opiniones ajenas, no tendremos verdad propia. La conciencia artificial así formada por el ilusorio reflejo del pensamiento ajeno en el espejo de la mente individual no arraiga en el alma espiritual, ni las meras opiniones tienen inmortal existencia. Las mentes que se alimentaron de ilusiones carecerán de substancia cuando las ilusiones se desvanezcan. El único conocimiento permanente en el espíritu es el de sí mismo. Así dice Angel Silesio:

"El hombre se convertirá en lo que ame: en Dios, si ama a Dios, en polvo, si ama al polvo".

– Angelus Silesius  [1624–1677]  [Wikipedia, español]

A toda causa sigue su efecto. Las ilusiones mentales son fuerzas que han de agotarse antes de morir. Seguirán actuando en el estado subjetivo y producirán otras ilusiones por la ley de armonía que preside a la asociación de ideas, hasta que se desvanezcan en su propia esfera.

Los deseos egoístas finirán en la esfera del yo inferior; los pensamientos y aspiraciones entrañarán de por sí la recompensa si fuesen buenos, y el castigo si malos. Después de extinguidos los malos pensamientos en el kamaloka y los buenos en el devakán, [5] sólo quedará en el individuo la conciencia de su Yo, recatado durante la vida terrena en las intimidades del corazón; pero si esta conciencia no existiese por carencia de algo que le mueva a sentir su divina naturaleza y la presencia de la verdad, será una mente rasa y vacía que habrá de reencarnar con objeto de esforzarse de nuevo en adquirir el conocimiento del Yo.

[5. Teosofía: "La morada de los dioses". – Wikipedia, inglés ]

La muerte es una transformación o mudanza de las condiciones de existencia. Antes del nacimiento, el estado de vida depende del claustro materno; pero una vez nacidos nada importan los órganos que nutrieron la vida intrauterina.

El interés del mamoncillo se concentra en los pechos de la madre, que olvida después del destete. Lo que absorbió nuestra atención en la juventud, ningún atractivo tiene para nosotros en la virilidad. Al desprendernos del cuerpo físico, desecharemos con él los deseos de lo necesario para su existencia, o se extinguirán poco después.

Pero si el alma separada del cuerpo es atraída de nuevo al plano material y por mediumnidad se relaciona otra vez con este plano, la conciencia y deseos adormecidos despiertan de nuevo y vuelven las sensaciones físicas, hasta desvanecerse al cesar la influencia del médium. Entonces el elementario recae en su estado inconsciente.*


* Los aparecidos no recuerdan sus apariciones anteriores.


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La muerte mística

Cristo con Nicodemo

Cristo con Nicodemo ( ilustración 1904)

Así el mundo espiritual como el astral y el físico tienen infinita variedad de condiciones y posibilidades. Si la mente intenta investigar estos fenómenos por separado y sin comprender las leyes fundamentales de la naturaleza en que se basan, no podrá formar concepto exacto de ellos.

Si el botánico examinara una por una los miles de hojas de un árbol, con propósito de conocer la verdadera naturaleza del árbol, nunca cumpliría su tarea; pero una vez conocido el árbol en conjunto, será de importancia secundaria el color y forma de las hojas. De la misma manera, si llegamos al exacto concepto de la naturaleza espiritual del hombre, será fácil seguir las varias ramificaciones de la única ley universal.

Lo perfecto es imperecedero; lo imperecedero perece más o menos tarde. La muerte es un procedimiento eliminatorio de lo inútil. En este sentido todos morimos continuamente cada día, y aún deseamos morir, porque toda persona razonable desea desprenderse de sus imperfecciones y consiguientes sufrimientos.

Nadie teme perder lo que no necesita, y quien se apega a lo inútil es porque ignora o desconoce lo útil. En este caso ya está parcialmente muerto para lo bueno, y ha de volver a la vida y conocer lo útil, muriendo para lo inútil. Esta es la muerte mística, que vivifica a los iluminados y entraña necesariamente la inconsciencia de los inútiles deseos y pasiones terrenales, estableciendo la conciencia de lo inmortal y verdadero.

El temor a la muerte dimana de confundir lo inferior con lo superior, y anteponer las ilusiones materiales a las verdades espirituales. No hemos de vivir con temor a la muerte sino con la esperanza de mejor vida. El perfecto no muere y el imperfecto ha de arrojar de sí su imperfección para vivificar conscientemente cuanto tenga de perfecto. Los sabios recomiendan esta muerte mística como remedio supremo contra la muerte. La muerte mística es idéntica al renacimiento espiritual.*


* S. Juan, III, 3. [Jesús le respondió a Nicodemo y le dijo: "De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios."]


Dice Hermes Trismegisto: [6a] "Bienaventurado aquel cuyos vicios mueren antes que él". Y el gran maestro Tomás de Kempis [6b] escribe: "Aprended a morir ahora para el mundo (para las atracciones de la materia) a fin de que empecéis a vivir en Cristo".

[6a. español: es.wikipedia.org/wiki/Hermes_Trismegisto ]

[6b. español: es.wikipedia.org/wiki/Tomás_de_Kempis ]

Añade Angelus Silesio: [6c] "Cristo está todavía en el sepulcro para quienes lo desconocen. El verdadero y único salvador de todo hombre es el conocimiento íntimo de la verdad divina.

[6c. español: es.wikipedia.org/wiki/Angelus_Silesius ]

Quien mató sus vicios en vida no necesita morir de nuevo. Su cuerpo astral se desintegrará como nube argentina, inconsciente de bajos deseos, y su espíritu estará en plena conciencia de lo bello, armónico y verdadero; pero aquel cuya conciencia se concentre en las pasiones desencadenadas en su alma durante la vida, no puede conocer nada superior a lo que por tal tuvo en la tierra, ni la muerte puede ampliar su conciencia.

La muerte física no supone ganancia alguna, porque no puede darnos lo que no poseemos. La inconsciencia no puede conferir conciencia ni la ignorancia dar conocimiento. Por la muerte mística alcanzamos vida y conciencia, conocimiento y felicidad, porque al despertar a la vida los elementos superiores, mueren los inferiores e inútiles. "Ni circuncisión ni prepucio valen de por sí, sino la nueva criatura".*


* Gálatas, VI, 15.


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Muerte prematura

Hay almas en pena o espectros, que son los cuerpos astrales de las víctimas de muerte prematura, cuyas formas físicas perecieron antes de tiempo. Permanecen en la esfera de atracción de la tierra, hasta el momento en que según la ley kármica debió terminar su vida física.

Están en condiciones normales, aunque no plenamente conscientes de ellas; pero puede reavivarlos temporalmente la influencia de la mediumnidad. Entonces recobran sus casi olvidados deseos y recuerdos, con el consiguiente sufrimiento. Cruel es despertar a estas entidades de su estupor a una realidad penosa con objeto de satisfacer estériles curiosidades, pues se las puede dañar gravemente al estimular sus ansias de vida y satisfacción de terrenos deseos.

Sin embargo, el ama del suicida o de malvado puede estar enteramente consciente de su situación. Estas entidades suelen vagar en torno de la tierra, apegados a la vida material con el vano intento de escapar de la desolación que los amenaza. Privadas en parte de razón y cediendo a sus instintos animales, pueden convertirse en íncubos, súcubos y vampiros que roban a los hombres la vida para prolongar la suya, sin miramiento a la suerte de sus víctimas.

Los cuerpos astrales de los muertos pueden ser atraídos consciente o inconscientemente por los médiums, para ponerles en comunicación con los vivos, utilizando las emanaciones astrales del médium a fin de materializarse visible y tangiblemente con el mismo aspecto del difunto. Pero si éste poseyó en vida aspiraciones y virtudes elevadas, su cadáver astral no será la verdadera entidad que represente, aunque parezca ser la misma.

Una trompeta dará el sonido propio de este instrumento y no el de otro distinto. Si al cadáver astral de una persona buena se le infunde vida artificialmente, expresará los pensamientos que acostumbraba a expresar en vida; pero no habrá entre el cadáver y la nueva entidad más relación que la que puede haber entre un amigo y su voz en el fonógrafo.

Las comunicaciones dadas por los supuestos "espíritus" son eco de sus pensamientos anteriores, o de los que les sugieren los vivos, a manera de espejo que refleja el rostro de quienes en él se miran. No describen fielmente la condición del espíritu en el mundo astral, porque la ignoran.

En tiempo de Platón, las entidades astrales describían el Hades y las deidades que creyeron existían en este lugar. Actualmente las almas de los católicos piden misas para salir del purgatorio, mientras que las de los protestantes rehúsan los beneficios de las ceremonias católicas. Las almas de los indios suelen demandar sacrificios para sus dioses, y todo "espíritu" parece estar dominado por las ideas que mantuvo en vida. La discrepancia de sus declaraciones denota que lo que dicen es producto de la imaginación del alma irracional.*


* No negamos la certeza de los llamados fenómenos espiritistas ni combatimos el espiritismo sino su tergiversación. A nuestro parecer el espiritismo es una rama de la ciencia de la naturaleza y ha prestado el valioso servicio de confundir al ciego materialismo. También distinguimos entre el espiritualismo que implica espiritualidad y por lo tanto ennoblecimiento del alma y el espiritismo, que consiste en comunicarse con los habitantes del mundo astral. Desgraciadamente no se conocen cual fuera necesario los peligros de esta comunicación.


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Espíritu inmortal

Si el hombre tiene "espíritu" ha de ser inmortal; pero no será inmortal el hombre mientras no advierta la presencia en él del espíritu inmortal. Una vez consciente en el hombre, no puede ser inconsciente después, porque existe por sí mismo, independientemente de toda condición que no haya establecido él mismo.

En el que ES, la conciencia del Yo soy es indestructible, porque existe en el Uno absoluto y eternal. Si pereciese esta conciencia, perecería el mundo con ella, porque el mundo surgió a la existencia en la conciencia del Yo soy, por cuyo poder continúa existiendo. Esta conciencia mantiene el mundo, y su inconsciencia lo aniquilaría. Lo que no ES en verdad, no puede tener verdadera conciencia del ser, y a lo sumo se imagina ser. Existe en ilusión y no en realidad. El objeto de la vida del hombre es conocer que es una realidad individual e inmortal y no una forma ilusoria personal.

El objeto de su existencia es convertir al espíritu de inconsciente en consciente, y capacitar al alma para reconocer su inmortalidad. El objeto de la muerte es libertar a lo consciente de lo inconsciente, y a lo inmortal de los lazos de la materia.

El árbol de vida crece y produce una semilla que ha de sembrarse otra vez para que brote un nuevo árbol que produzca otra semilla, y así repetidamente hasta que la conciencia espiritual dormida en la semilla despierte a la vida inmortal.

Inconsciente de toda relación con la personalidad, e inconsciente de su verdadero ser, quedará atraída por las condiciones que mejor convengan a su ulterior progreso, según su karma. Quedará atraída para cobijar a un hombre cuyas tendencias y cualidades morales e intelectuales correspondan a las suyas, sin reparar si entra en el mundo como niño recién nacido por la choza de un mendigo o el palacio de un rey.

No le preocupan las condiciones futuras, porque las desconoce. La inconsciente mónada espiritual, al descender al mundo inferior, reúne de nuevo los elementos que pertenecieron a la precedente personalidad y reconstruye el cuerpo mental, formado en vidas anteriores, que constituyó su carácter terreno. Después se pone nuevamente en relación con un organismo físico y nace una vez más en el mundo de tristezas, fabrica la casa de carne y emprende otra vez la batalla de la vida, la lucha con su naturaleza inferior, para adelantar otro paso en el camino que le conduce a Dios.

Así el que fue rey en una encarnación, puede ser mendigo en otra, si tales son las condiciones de su carácter; y un mendigo liberal puede nacer como rey o como noble. Ambos actúan sin libertad de elección en la hora de volver a la Tierra, pues obedecen inconscientemente a su karma.

Pero el adepto, que ya tiene conciencia espiritual, se guiará a sí mismo, pues conoce su verdadero ser y se percata de su inmortal existencia por haber trascendido el sentimiento de la personalidad y alcanzado la conciencia inmortal durante su vida terrestre. Ha desechado el yo inferior, y la muerte no puede arrebatarse lo que ya no posee ni nada vale para él. Consciente de su existencia y de las condiciones en que existe, puede escoger el cuerpo en que quiera reencarnar en beneficio de la humanidad o para conseguir mayor progreso individual. Desprendido del todo de las atracciones terrenas, es verdaderamente libre. Está muerto e inconsciente para dichas atracciones, pero consciente de la mayor felicidad asequible al hombre. La ilusión de los sentidos no puede modelar para él otro tabernáculo en que aprisionar su alma, porque se abre ante sus pasos el eterno descanso del nirvana.*


*
" Por ahora, ¡oh! constructor del tabernáculo, te conozco. Ya no volverás a levantar estos muros de dolor ni erguirás el copudo árbol de los desengaños ni armarás a nuevos caballetes en la argamasa. Tu mansión está rota y hendida la viga maestra que fabricó la ilusión. No pases de aquí y libérate."

– Sir Edwin Arnold: "La Luz de Asia." [Wikipedia, inglés] Descargue pdf (inglés, 215 páginas): www.buddhanet.net


Quien ha logrado conocimiento espiritual, no necesitará seguir la ciega ley de la atracción, sino que podrá escoger el cuerpo y condiciones más favorables para reencarnar en el cuerpo de un niño o en el de un adulto cuya alma, por enfermedad o por accidente, se hubiese separado del cuerpo, el cual se vivificará de nuevo, siempre que los órganos vitales estén lo bastante sanos para seguir funcionando.

Casos hubo en que después de aparentemente muerto un individuo resucitó enteramente transformado. Así, por ejemplo, un malhechor se convirtió repentinamente en santo, pareciendo inexplicable un cambio tan repentino, a no ser por la hipótesis de que un carácter enteramente distinto había tomado posesión del mismo cuerpo. Se sabe de enfermos que, después de recobrada la salud, hablaron idiomas que jamás aprendieron, trataron con familiaridad de cosas que no habían visto, llamaron a otras personas por sus nombres, aunque no las conocían, y dieron pormenores de lugares en donde no habían estado. Si los fenómenos algo prueban, éstos pudieran confirmar la hipótesis de la reencarnación de adeptos vivientes.

A menudo oímos preguntar: ¿Reconoceremos a los seres queridos después de la muerte? La respuesta es evidente por sí misma cuando se conoce la verdadera naturaleza del Ego. En todos los mundos rige la ley de armonía y cada cosa atrae a su semejante; pero, por lo mismo, la ilusión sólo puede conocer ilusiones. No conoceremos a los demás en la otra vida si no nos conocemos a nosotros mismos.

Quien por haber alcanzado la conciencia de su naturaleza espiritual conoce su verdadero ser, puede ascender en espíritu al mundo de los bienaventurados y penetrando en sus individuales esferas disfrutar de su dicha y compartir su gozo; pero las almas que viven en el cielo y están sumidas en felicidad, no vuelven al palenque de la tierra antes de que suene la hora de su reencarnación; porque si volvieran prematuramente se degradarían. El cielo no baja a la tierra. Si la tierra asciende al cielo, en cielo se convierte.

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Degradación

Morir es quedar inconsciente con relación a determinadas cosas. Si llegamos a ser inconscientes de un estado inferior y conscientes de una existencia superior, no debemos llamar muerte a esta mudanza. Si llegamos a ser inconscientes de una condición superior y conscientes de otra inferior, seguirá la degradación a este cambio, y por lo tanto la degradación es la única muerte temible.

La degradación consiste en aplicar una facultad humana a fines inferiores al que la destinó la naturaleza. La degradación de tipo más vulgar, bajo y material, consiste en emplear los órganos del cuerpo físico en fines viles de que resultan, por lo general, la enfermedad, la atrofia y la muerte.

Mayor y más perjudicial degradación dimana de aplicar las facultades intelectuales a fines egoístas y deshonrosos. En estos casos, la inteligencia que debe servir de base a las aspiraciones espirituales, se entremezcla con la materia, la conciencia se sume en el plano de la personalidad y egoísmo, y queda inactiva en la región de la espiritualidad.

La degradación más ínfima y duradera es la de quien habiendo logrado entrefundir hasta cierto punto su personalidad con su Yo impersonal, emplea los poderes que semejante fusión confiere en viles propósitos. Tales son las prácticas de magia negra. Quien por falta de mejor comprensión emplea sus facultades intelectuales en satisfacciones egoístas, sin miramiento al principio de justicia, no es malvado, sino tan sólo insensato.

El asesino puede cometer un asesinato para evitar el descubrimiento de algún otro crimen que haya cometido y no por el gusto de quitar la vida a la víctima. Un ladrón puede robar para enriquecerse y no con ánimo de dejar pobre al robado. Estos delitos resultan de la ignorancia, pues por lo general, las gentes obran mal con intenciones egoístas y no por amor al mal, y la causa de estas malas acciones son los sentimientos personales que dejan de existir cuando muere la personalidad a que pertenecen. La existencia personal cesa cuando la vida deja de obrar en el plano físico o en kamaloka. El Yo superior, inmortal e impersonal no pierde ni gana con ello, siempre permanece lo mismo que antes de nacer el conjunto de fuerzas constitutivas de la desintegrada personalidad.

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Magia negra

El verdadero malvado es quien obra mal por el amor al mal, sin consideraciones personales. Es mago todo el que no está guiado por el sentimiento de personalidad por haber alcanzado conocimiento espiritual. A los que emplean sus poderes con mal fin, se les llama magos negros o Hermanos de la Sombra, y a los que los emplean con buen fin, magos blancos o Hermanos de la Luz.

Sello de salomón, Éliphas Lévi

Sello de salomón Éliphas Lévi

El mago blanco es un poder espiritual para el bien; el mago negro es un poder viviente para el mal, apegado a una personalidad que obra mal instintivamente y por amor al mal mismo. El mago negro puede matar a un hombre que no le haya ofendido, y cuya muerte no le allegue beneficio alguno; destruye por gusto de destruir, causa sufrimiento sin esperanza de provecho, roba para tirar lo robado y le deleitan los tormentos y la muerte.

El mago negro atrae y llama en su ayuda otros malignos poderes impersonales que con él se identifican y continúan existiendo al morir la personalidad en el plano físico. Se necesitan muchas encarnaciones para vigorizar este poder; pero una vez desarrollado irá pereciendo con la misma lentitud que creció. En el mundo nacen "ángeles" y "diablos", pues no son raros los niños de perversas inclinaciones y maligno carácter como resultante de las fuerzas que en encarnaciones anteriores formaron una conciencia espiritual aplicada al mal.

Todo poder empleado en el bien puede emplearse también en el mal. Si por magnetismo cabe disminuir el pulso febril de un enfermo, podemos también disminuirlo hasta ocasionarle la muerte. Si podemos impulsar a una persona a hacer una buena acción, también podemos inducirla a cometer un crimen. Todo es bueno o malo según lo empleemos.

No es necesario entrar en detalles respecto de las prácticas de magia negra y hechicería. Es más noble y útil beneficiar a la humanidad, que satisfacer nuestra curiosidad respecto a los poderes del mal. Ejemplo de las aberraciones mentales a que lleva el ansia de magia negra, nos ofrece Giles de Rays, [7] mariscal de Francia, más conocido por el remoquete de "Barba Azul", que quiso ser mago negro y fue condenado a la pena capital en Nantes por haber atormentado y muerto en pocos años a ciento sesenta mujeres y niños, para satisfacer su curiosidad en las prácticas de magia negra.

[7. Ahorcado en 1440. Wikipedia, español: es.wikipedia.org/wiki/Gilles_de_Rais ]

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La verdad está en todas partes

El mago blanco se complace en el bien; el mago negro se regocija en la crueldad. El primero es fiel cooperador del divino espíritu de la Sabiduría, y el segundo es auxiliar de las fuerzas psíquicas de la naturaleza; el uno será ensalzado en Dios y unido a Él; el otro se identificará al fin con los seres que evocó en su auxilio y con los cuales estuvo asociado.

Ennoblecer nuestro carácter y elevar nuestra conciencia al plano espiritual es realmente vivir; sumirla en un plano inferior es morir. El natural orden del universo es que lo superior realce a lo inferior; pero si lo superior se somete a lo inferior, resultará la degradación.

En el laboratorio de la naturaleza, lo superior actúa sobre lo inferior por el poder de lo supremo en que no cabe degradación. La verdad en sí no puede trocarse en error, sólo puede repudiarse o tergiversarse. La razón en sí no puede convertirse en locura, sólo se puede desfigurar con sofismas. Lo universal e impersonal no puede ser limitado; sólo puede ponerse en contacto con las personalidades capaces de ello. La ley no padece al romper su conexión con la forma; sólo la forma sufre y muere.

La verdad está por doquier dispuesta a manifestarse en la conciencia humana que gira entre los dos polos del bien y del mal, del espíritu y de la materia. La influencia omnipresente del gran Sol espiritual da fuerza al hombre para vencer la atracción de la materia, y le ayuda a triunfar en la lucha contra el mal.

El hombre no es enteramente libre hasta que alcanza el conocimiento perfecto que significa plena conciencia de la verdad; pero es libre de dejarse llevar del amor a la verdad o cerrarle la puerta. Puede unirse con el principio de sabiduría o romper su conexión con él, vendiendo su derecho a la inmortalidad por un miserable plato de lentejas. El centauro de su naturaleza, cuyos inferiores principios son animales, mientras que los superiores son racionales, puede dar al traste con sus aspiraciones espirituales y adormecerlas en la inconsciencia con la música de sus ilusiones.

Cuerpos hay relativamente longevos y algunas formas mucho más duraderas que otras; pero sólo es perdurable la conciencia del amor y la del odio. El amor es luz; el odio tinieblas y obscuridad. Al fin el amor vencerá al odio, porque las tinieblas no son poderosas contra la luz, y doquiera la luz rasgue las tinieblas vencerá el amor y desaparecerán el odio y las tinieblas.

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