Libro III, Capítulo XVII EL MAGNETISMO DEL BIEN

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Se dice y repite hasta el cansancio, que las personas de bien son infelices en este mundo, mientras que los malos prosperan y son dichosos. Esto es una estúpida y abominable mentira.

Esta mentira proviene del error vulgar que confunde la riqueza con la felicidad; como si pudiésemos decir, sin estar locos, que Tiberio, Calígula, Nerón, Vitelio fueron felices. Eran ricos, y además de eso eran señores del mundo, y no obstante sus corazones carecían de descanso, sus noches, de sueño y sus conciencias estaban azotadas por las furias.

¿Acaso un cerdo se volvería un hombre si le sirviesen trufas en un balde de oro?.

La felicidad está en nosotros y no en nuestros platos; Malfilatre, muriendo de hambre, habría merecido su destino.

¿Cuál de los dos es más feliz, Sócrates o Trimalción? (este personaje de Pretruvio es la caricatura de Claudio). Trimalción habría muerto de indigestión si no lo hubiesen envenenado.

Hay personas de bien que sufren la pobreza y hasta la miseria, no discuto, pero generalmente es por su culpa y también, muchas veces, es la pobreza la que conserva su honestidad. La riqueza posiblemente las corrompería y perdería. No debemos considerar como verdaderos hombres de bien a aquellos que pertenecen a la multitud de los tontos, de mediocre valor y voluntad nula, aquellos que obedecen las leyes por temor o flaqueza, los devotos que tienen miedo al diablo y los pobres diablos que sienten miedo de Dios. Todas estas personas son los animales de la estulta multitud y no saben aprovechar ni del oro ni de la riqueza, menos de la miseria; ¿Pero podremos ofender seriamente al sabio, al verdadero sabio que cuando se le hace mal es siempre por envidia?. Más, varios lectores van a decirme con despecho; nos prometisteis magia y tratáis aquí de moral. Tenemos suficiente filosofía, habladnos ahora de las ciencias ocultas. - Sea, vosotros que leísteis mis libros sabéis lo que significan las dos serpientes del caduceo, son las dos corrientes contrarias del magnetismo universal. La serpiente de luz creadora y conservadora y la serpiente de fuego eterno que devora para regenerar.

Los buenos son imantados, vivificados y conservados por la luz imperecedera, los malos, quemados por el fuego eterno.

Hay comunión magnética y simpática entre los hijos de la luz, todos se bañan en la misma fuente de vida; son todos felices por la felicidad de unos y otros.

El magnetismo positivo es una fuerza que reúne, y el magnetismo negativo, una fuerza que dispersa.

La luz atrae la vida, y el fuego trae consigo la destrucción.

El magnetismo blanco es simpatía, y el magnetismo negro, la aversión.

Los buenos se aman entre sí, y los malos se odian mutuamente, porque se conocen.

El magnetismo de los buenos les trae todo lo que es bueno, y cuando no les trae las riquezas es porque ellas le estarían demás.

¿No abrazaban los héroes de la antigua filosofía y del cristianismo primitivo la santa pobreza, como una severa guardiana del trabajo y la temperancia?.

¿Entonces no son pobres las personas de bien?. ¿No tienen siempre cosas magníficas que dar?. Ser rico es dar, es acumular, y la fortuna eterna se forma únicamente de lo que damos.

Existe realmente una atmósfera de bien como una atmósfera de mal. En la una respiramos la vida eterna y en la otra la muerte eterna.

El círculo simbólico que forma la buena serpiente que muerde de su propia cola, el pleroma de los gnósticos, el nimbo de los santos de la leyenda áurea, es el magnetismo del bien.

Toda cabeza santa irradia y las irradiaciones de los santos se entrelazan unas con otras para formar cadenas de amor.

Los rayos de gracia se sujetan a los rayos de gloria; las certezas del cielo fecundan los buenos deseos de la tierra. Los justos que murieron no nos dejaron, viven en nosotros y por nosotros inspiran sus pensamientos y se regocijan de nosotros. Vivimos en el cielo con ellos y luchan con nosotros en la tierra, pero repetimos nuevamente, el cielo simbólico, el cielo que las religiones prometen al justo no es un bien, es un estado de las almas; el cielo es la generosa armonía eterna, y el irremediable infierno, el conflicto inevitable de los instintos viles.

Mahoma  (1), siguiendo los hábitos orientales, presentaba a sus discípulos una alegoría que tomaron por cuento absurdo, como lo hace Voltaire con las palabras de la Biblia.

Existe, decía él, un árbol llamado Tuba, tan vasto y tan frondoso, que un caballo, suelto al galope y partiendo de su pie, galoparía cien años antes de salir de su sombra. El tronco de este árbol es de oro, sus ramas traen por hojas talismanes hechos de piedras maravillosas que dejan caer, desde que se las toca, todo lo que los verdaderos creyentes puedan desear, sean deliciosos manjares o espléndidos vestuarios. Es invisible para los impíos, más introduce una de sus ramas en casa de todos los justos y cada rama tiene la propiedad del árbol entero. Este árbol alegórico es el magnetismo del bien. Es lo que los cristianos llaman la gracia. Lo que el simbolismo del Génesis designa con el nombre de árbol de la vida. Mahoma había adivinado los secretos de la ciencia y habla como un iniciado, cuando cuenta las bellezas y las maravillas del árbol de oro, el gigantesco Tuba.

No es bueno que el hombre esté solo, dice la sabiduría eterna, y ello expresa una ley. El hombre nunca está solo, sea en el bien, sea en el mal. Su existencia y sus sensaciones son al mismo tiempo individuales y colectivas.

Todo lo que los hombres de genio encuentran o atraen de la luz, irradia para la humanidad entera. Todo lo que los justos hacen de bien, aprovecha al mismo tiempo a todos los justos y merece gracias de arrepentimiento de los malos. El corazón de la humanidad tiene fibras en todos los corazones.

Todo lo que es verdad, es bello. Solo hay de vano bajo el sol el error y la mentira. El propio dolor y la muerte son bellos, porque son el trabajo que purifica y la transfiguración que liberta. Las formas pasajeras son verdaderas, porque son manifestaciones de la fuerza y de la belleza eterna. El amor es verdadero, la mujer es santa y su concepción es inmaculada.

La verdadera ciencia nunca engaña, la fe razonable no es una ilusión. La risa de alegría simpática es un acto de fe, de esperanza y de caridad. Temer a Dios es desconocerlo, sólo debemos temer el error. El hombre puede todo lo que quiere, cuando sólo quiere la justicia. Puede, si lo quiere, hasta precipitarse en la injusticia, pero en ella se destruirá. Dios se revela al hombre en el hombre y por el hombre. Su verdadero culto es la caridad. Los dogmas y los ritos mudan y se suceden, la caridad no muda y su poder es eterno.

Hay apenas un único y verdadero poder en la tierra como en el cielo: es el del bien. Los justos son los únicos señores del mundo. El mundo tiene convulsiones cuando ellos sufren y se transforma cuando mueren. La opresión de la justicia es una comprensión de una fuerza mucho más terrible que la de las materias fulminantes. No son los pueblos los que hacen las revoluciones, son los reyes. La persona justa es inviolable; ¡Infeliz de quien la toca!. Los césares quedarán en cenizas, quemados por la sangre de los mártires. Lo que un justo quiere, Dios lo aprueba. Lo que un justo escribe, Dios lo afirma y es un testamento eterno.

La clave del enigma de la Esfinge es Dios en el hombre y en la Naturaleza. Los que separan el bien de Dios lo separan de la Naturaleza, porque la Naturaleza está llena de Dios y repele con horror al ateísmo. Los que separan al hombre de la Naturaleza son como los hijos que para honrar a su padre le cortasen la cabeza. Dios es, por decirlo así, la cabeza de la Naturaleza; sin él, ella no existiría, sin ella, él no se manifestaría.

Dios es nuestro padre y la Naturaleza es nuestra madre. Honra a tu padre y a tu madre dice el Decálogo, a fin de que vivas largamente en la tierra. Emmanuel, Dios está con nosotros, tal es la palabra sagrada de los iniciados conocidos solamente con el nombre de hermanos de la Rosa Cruz.  (2) Es en este sentido que Jesucristo pudo, sin blasfemar, llamarse hijo de Dios y el propio Dios, y querer que no hagamos más que uno con él, como él no hace más que uno con su padre, y es así como la humanidad regenerada realiza en este mundo el Gran Arcano del hombre-Dios.

Amemos a Dios los unos en los otros, porque Dios jamás se mostrará de otra manera en nosotros. Todo lo que en nosotros es amable es Dios que está en nosotros, y sólo podemos amar a Dios, ya que es siempre a Dios que la gente ama cuando sabe amar de verdad.

Dios es luz y no gusta de las tinieblas. Si queremos pues, sentir a Dios en nosotros, esclarezcamos nuestras almas. El árbol de la ciencia no es un árbol de muerte sino para Satán y sus apóstoles, es el manzanillero de las supersticiones, pero para nosotros, es el árbol de la vida.

Extendamos las manos y tomemos los frutos de este árbol, ellos nos curarán de las aprehenciones de la muerte.

Así no diremos más, como estúpidos esclavos: esto es bien, porque nos lo ordenan, prometiéndonos una recompensa; y esto es mal, porque nos lo prohiben, amenazándonos con suplicio.

Diremos entonces: hacemos esto, porque sabemos que es bueno, y no hacemos aquello otro, porque sabemos que es malo.

Y así será realizada la promesa de la serpiente simbólica:

Seréis como Dioses, conociendo el bien y el mal.

notas del traductor

(1)  Mahoma. Fundador de la religión musulmana. Nació en la Meca en el 571, y a los 40 años comenzó a predicar el Islamismo, inspirándose en las tradiciones judaicas y cristianas. Tuvo que huir de la Meca en el año 622, fecha que señala el principio de la era musulmana. Sometió la Meca en el año 630 y la hizo ciudad santa. Una tarde dijo a su mujer que ya había llegado la ocasión de revelarle el secreto de la misión que el ángel San Gabriel le había encomendado, apareciéndosele muy brillante y llamándole "apóstol de Dios".

El gusto de los orientales por las cosas extraordinarias hicieron que bien pronto las palabras de Mahoma fueran recibidas por todos como verdades. Desde entonces, juntó Mahoma a sus discípulos, organizó un ejército e inspiró a todos, diciéndoles: "Fieles creyentes, Dios os manda desenvainar la espada contra el incrédulo y el infiel. Volad al combate contra ellos, herid, exterminad a todos cuantos se atrevan a resistir a la verdad de vuestra santa religión. Dios guiará vuestros golpes y su brazo terrible extinguirá a vuestros enemigos". Según él, el cielo estaba cerrado a los cobardes y a los corazones indecisos, y así arraigó en el alma de sus discípulos los transportes de ese celo devorador y fanático que les hizo arrostrar impávidos todos los peligros.

(2)  Rosa Cruz. De los muchos griegos que durante siglos acudieron a Egipto en busca de nuevos conocimientos, algunos fueron iniciados en la Fraternidad Rosa Cruz, entre los que se cuenta a Solón, el insigne legislador ateniense, a los filósofos Anaximandro y Pitágoras, cuya escuela era copia de la de Egipto.

Se lee en el Apocalipsis Hermético, o libro de los Rosacruces: "Se asegura que de la Fraternidad Rosa Cruz se destacaron con fines de apostolado y propaganda, dos ramas, una de las cuales se estableció en Palestina con la denominación de Esenios y la otra en Grecia, con la de Terapeutas. El advenimiento del cristianismo dio nuevo empuje a la que ya tenía todos los caracteres distintivos de las órdenes, y cuando el movimiento Rosa Cruz llegó a Francia, en el siglo IX, influyó poderosamente en el establecimiento de la escuela de Carlomagno, quien favoreció la fundación de una Logia Rosa Cruz en un monasterio cercano a la antigua Tolosa. Cuando los terrores del año 1000, la Logia de Tolosa fundó en Nimes un monasterio Rosa Cruz, que fue más tarde núcleo del colegio tan floreciente desde el siglo XII a mediados del siglo XV, y que revivió en 1882 en Montpellier. Desde 1187 residió en Tolosa el Colegio Supremo de la Orden de Francia, aunque continuaba en Egipto la Sede Central. Se difundió la Orden por Alemania, donde se estableció en Worms una Logia; más tarde, trasladada a Leipzing, fue la gran Logia Alemana. La mayor parte de los historiadores profanos atribuyen su fundación a un personaje llamado Christian Rosenkreuz; pero no hubo tal, sino que por una ley secreta, en cada nación había de tener la Orden un ciclo de 108 años de actividad y otros 108 de reposo, sin que durante estos últimos diese señal de actividad externa. El tercer renacimiento de la Orden en Alemania coincidió con la Reforma, y fue anunciado por público pregón en que se participaba simbólicamente el descubrimiento de una tumba en que se había encontrado el cuerpo de un gran maestro llamado C. R. C., cuyas iniciales se tradujeron por Christian Rosenkreuz, sin que jamás haya existido este imaginario personaje"...

Las enseñanzas de los Rosacruces constituyen una moral elevadísima y un conocimiento profundo de la Naturaleza y del Hombre Interno. No sólo predican el bien, sino que lo practican constantemente, son, en fin, unos perfectos cristianos. Estudian con fervor la Cábala, practican la Astrología y meditan los inefables paradigmas de la Alquimia Espiritual. (De El Apocalipsis Hermético, por el filaleta Juan Bautista Duchamps).

FIN DE LA SEGUNDA PARTE

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