Libro III, Capítulo III EL ENCANTAMIENTO DEL DEMONIO

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El placer es un enemigo que debe, fatalmente, volverse nuestro esclavo o nuestro señor. Para poseerlo es preciso combatir, y para gozarlo es necesario haberlo vencido.

El placer es un esclavo encantador, pero un señor cruel, implacable y asesino. A aquellos a quienes posee, los cansa, los agota, los mata, después de haber engañado sus deseos y traicionado todas sus esperanzas. La esclavitud de un placer se llama pasión. El dominio de un placer puede convertirse en un poder.

La Naturaleza puso el placer junto al deber; si lo separamos del deber, se corrompe y nos envenena. Si lo juntamos con el deber, el placer no se separará más de él, nos seguirá y será nuestra recompensa. El placer es inseparable del bien. El hombre de bien puede sufrir, es verdad, pero, para él, un placer inmenso se desprenderá del dolor. Job, en su estercolero, recibe la visita de Dios que lo consuela y lo absuelve, mientras que Nabucodonosor, en su trono, se inclina bajo un mal fatal que le quita la razón y lo transforma en bestia. Jesús, expirando en la cruz, da un grito de triunfo, como si sintiese su próxima resurrección, mientras que Tiberio,  (1) en Caprea, en medio de sus criminales delicias, soporta las angustias de su alma y confiesa, en una carta dirigida al Senado, que todos los días se siente morir.

El mal sólo puede asirnos por nuestros vicios y por el temor que nos inspira. EL diablo persigue a los que les temen y huye de los que le desprecian. Obrar bien y no temer a nada es el arte de encadenar al demonio.

Pero no pretendemos dar aquí un tratado de moral. Revelamos los secretos de la ciencia mágica aplicada a la medicina de los espíritus. Pero es necesario decir algo sobre las posesiones y exorcismos.

Todos tenemos, en nosotros mismos, el presentimiento de una doble vida. Las luchas del espíritu contra la conciencia, del deseo cobarde contra el sentimiento generoso, en fin, de la bestia contra la criatura inteligente; las flaquezas de la voluntad, arrastrada muchas veces por la pasión, las reprobaciones que nosotros mismos nos dirigimos, nuestra propia desconfianza, las fantasías concebidas; todo esto parece revelar en nosotros la presencia de dos personas de carácter diferente, una de las cuales nos exhorta al bien mientras que la otra nos querría arrastrar al mal.

De estas ansiedades naturales de nuestra naturaleza dual, se deduce, que existen dos ángeles cautivos en cada uno de nosotros, uno bueno y uno malo, siempre presentes, uno a nuestra derecha y otro a nuestra izquierda. Pero, decimos, es pura y simplemente simbolismo, esto es un arcano de la ciencia, y la imaginación del hombre es lo suficientemente poderosa para dar formas pasajeramente reales a los seres que su verbo afirma. Más de una religiosa vio y tocó su ángel de la guarda; más de un asceta se halló frente a frente y luchó realmente con su demonio familiar.

En las visiones que provocamos y que proceden de una disposición enfermiza, aparecemos nosotros mismos bajo formas que una proyección magnética provee a nuestra imaginación exaltada. Y también, a veces, ciertos dolientes y algunos maniáticos pueden proyectar fuerzas que imantan objetos sometidos a su influencia, de manera que tales objetos parecen moverse por si mismos y cambiar de lugar.

Estas producciones de imágenes y de fuerzas, no perteneciendo al orden habitual de la naturaleza, proceden siempre de alguna disposición enfermiza, que pude volverse contagiosa de un momento a otro, por efectos del temor, el espanto, o una mala disposición.

Es entonces que se duplican los prodigios y todo parece ser arrastrado por el vértigo de la demencia. Semejantes fenómenos son, evidentemente, desequilibrios producidos por el magnetismo del mal, y el vulgo tendría razón, si admitiese la definición que dimos, de atribuírselos al demonio.

Este fue el origen de los milagros de los convulsionarios de S. Medardo y tantos otros. Así se producen las singularidades del espiritismo; en el centro de todos estos círculos, al frente de todas estas corrientes había exaltados y enfermizos. Gracias a la acción de la corriente y a la presión de los círculos, los pacientes pueden tornarse incurables, y los exaltados, locos.

Cuando la exaltación visionaria y el desequilibrio magnético se producen en forma crónica en el paciente, éste queda obcecado o poseso, según la gravedad del mal.

El individuo que se halla en tal estado, es atacado por una especie de sonambulismo contagioso; sueña despierto, cree en lo absurdo y lo produce hasta cierto punto alrededor de sí, fascina las miradas y engaña los sentidos de personas impresionables que le rodean. Es entonces que la superstición triunfa y que la acción del diablo se hace evidente. Y de hecho ella es efectiva, pero lo que juzgamos, no es el diablo. Se podría definir la magia como la ciencia del magnetismo universal, más ello sería tomar el efecto por la causa. La causa, ya lo dijimos, es la luz primaria del OD, OB y AUR de los hebreos. Volvamos pues, al magnetismo, cuyos grandes secretos aún no son conocidos en sus futuros teoremas.

I

Todos los seres que viven bajo una forma son polarizados para aspirar y respirar la vida universal.

II

Las fuerzas magnéticas, en los tres reinos, son hechas para equilibrarse por la fuerza de los contrarios.

III

La electricidad sólo es apenas el calor especial producido por la circulación del magnetismo.

IV

Los remedios no curan las dolencias por la acción propia de su sustancia, mas sí por sus propiedades magnéticas.

V

Toda planta es simpática a un animal y antipática al animal contrario. Todo animal es simpático a un hombre y antipático a otro. La presencia de un animal puede mudar el carácter de una dolencia.

Más de una solterona se volvería loca si no tuviese un gato y sería casi razonable, si con la posesión de un gato consigue conciliar la de un can.

VI

No hay una planta, no hay un insecto, no hay una piedra que no oculte una virtud magnética y que no pueda servir, sea a la buena o a la mala influencia de la voluntad humana.

VII

El hombre tiene el poder natural de aliviar a sus semejantes, por la voluntad, por la palabra, por la mirada y por los signos. Para ejercer este poder es preciso conocerlo y creer en él.

VIII

Toda voluntad no manifestada por una señal es una voluntad ociosa. Hay señales directas y señales indirectas. La señal directa tiene más poder porque es más racional; pero la señal indirecta siempre es un signo o una acción correspondiente a la idea, y como tal puede realizar la voluntad. La señal indirecta sólo es efectiva cuando la directa es imposible.

IX

Toda determinación a la acción es una proyección magnética. Todo consentimiento a una acción es una atracción del magnetismo. Todo acto consentido es un pacto. Todo pacto es una obligación libre al principio, fatal después.

x

Para obrar sobre los otros, sin esclavizarse, es necesario estar en esa independencia perfecta que sólo a Dios pertenece. ¿Puede el hombre ser Dios? ¡Sí, por participación!

xi

Ejercer un gran poder sin ser perfectamente libre es sacrificarse a una gran fatalidad. Es por eso que un hechicero no puede arrepentirse y necesariamente es condenado.

xii

El poder del mago y el del hechicero es el mismo; solamente que el mago se asegura en el árbol cuando corta la rama, mientras que el hechicero está suspendido en la propia rama que quiere cortar.

xiii

Disponer de las fuerzas excepcionales de la naturaleza es ponerse fuera de la ley. Es, por consiguiente, someterse al martirio siendo justo, y a un legítimo suplicio si no lo fuere.

xiv

Por el Rey a Dios queda prohibido

de aquí en este lugar facer milagros

Es una inscripción paradojal solamente en la forma. La policía de este o aquel lugar pertenece al rey, y mientras el rey es rey. Dios no puede ponerse en contradicción con la policía del rey. Dios puede lanzar en el basural a los malos papas y a los malos reyes, pero no puede oponerse a las leyes reinantes. Por consiguiente, todo milagro que se hace contra la autoridad espiritual y legal del papa o contra la autoridad temporal y legal del rey, no viene de Dios sino del Diablo.

Dios, en el mundo, es el orden y la autoridad; Satán es el desorden y la anarquía. El por qué no sólo es permitido si no que es también glorioso resistir a un tirano, es porque el tirano es un anarquista que usurpó el poder. ¿Queréis pues, luchar victoriosamente contra el mal?. Sed la personificación del bien. ¿Queréis vencer a la anarquía?. Sed el brazo de la autoridad. ¿Queréis encadenar a Satán?. Sed el poder de Dios.

Ahora bien, el poder de Dios se manifiesta en la humanidad por dos fuerzas: la fe colectiva y la incontestable razón.

Hay, pues, dos especies de exorcismos infalibles: los de la razón y los de la fe. La fe manda en los fantasmas, de la que es reina, porque es su madre, y a su conjuro ellos se apartan por algún tiempo. La razón sopla sobre ellos, en nombre de la ciencia, y ellos

desaparecen para siempre.

notas del traductor

(1) Tiberio. Segundo emperador romano que, según Cardán, veía claro como él, en medio de las tinieblas. Justamente criticado por Tácito, por sus crueldades.

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