SEGUNDA PARTE EL MISTERIO SACERDOTAL O EL ARTE DE HACERSE SERVIR POR LOS ESPÍRITUS Libro III, Capítulo I LAS FUERZAS ERRANTES

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Un sentimiento vago, que podríamos llamar conciencia del infinito, agita al hombre y lo atormenta. Siente en sí fuerzas ociosas; cree percibir que a su alrededor se agitan enemigos sin forma o auxiliares desconocidos. Muchas veces tiene necesidad de creer en lo absurdo y experimentar lo imposible. Entonces se siente doliente y quebrantado, todo lo amenaza y querría torcer la desesperación para de allí salir con una esperanza nueva. Un filósofo lo enternecería; un mago lo espantaría; es entonces cuando necesita de un padre, de un sacerdote católico.

El sacerdote es el domador de los hipogrifos de la imaginación y de las tarascas de la fantasía. Saca fuerza de nuestras flaquezas y compone una realidad con nuestras quimeras; es el médico homeópata de la locura humana. ¿Pero no es él más que un hombre?. ¿No tiene una misión legítima, cuyos títulos de nobleza se remontan al Calvario y al Sinaí?. Hablo aquí del sacerdote o padre católico, que de hecho, sólo éste existe. Los Judíos tienen rabinos; los Musulmanes, imanes; los Indianos, brahamanes; los Chinos, bonzos; los protestantes, ministros y pastores. Sólo los católicos tienen padres, porque sólo ellos tienen el altar y el sacrificio, esto es, toda la religión.

Ejercer la Alta Magia es hacer competencia al sacerdocio católico, es ser un padre disidente. Roma es la gran Tebas de la iniciación nueva. Ella movió, otrora, los huesos de sus mártires para combatir a los dioses evocados por Juliano. Tiene como criptas sus catacumbas, como talismanes sus rosarios y medallas, como cadenas mágicas sus congregaciones, como focos magnéticos sus conventos, como centros de atracción sus confesionarios, como medios de expansión sus catedrales, la prensa, y las ordenaciones de sus obispos, tiene, en fin, su Papa: el hombre-Dios visible y permanente en la tierra; su Papa, que puede ser un necio como lo son la mayoría de los fanáticos, o un perverso, como Alejandro VI, pero que no por eso dejará de ser el regularizador de los espíritus, el árbitro de las conciencias y, en todo el universo cristiano, el distribuidor legítimo de las indulgencias y perdones.

Es insensato, me dirás. Sí, es casi insensato a fuerza de ser grande. Casi es ridículo, tanto es lo que esto sobrepasa lo sublime. ¿Qué poder igual apareció jamás en la tierra?. ¿Cómo se produjo este efecto inmenso?. ¿De dónde viene este prodigio que parece realizar lo imposible?. ¡De la concentración de las fuerzas errantes, de la asociación y dirección de los instintos vagos, de la creación convencional de lo absoluto en la esperanza y en la fe!.

¡Gritad ahora contra el monstruo, filósofos del siglo XVII!. El monstruo es más fuerte que vosotros y os vencerá. Diréis que es preciso destruir al infame. Discípulos de Voltaire: ¡La infame!. ¿Pensáis vosotros en eso?. ¡La infame inspiradora de Vicente de Paula y de Fenelón, la infame, que sugiere tantos sacrificios a las nobles hermanas de la caridad, tantos afectos a pobres y castas misioneras!. La infame, fundadora de tantas casas de caridad, de tantos refugios para el arrepentimiento, de tantos retiros para la inocencia. Si aquí estuviera la infamia, y en cambio la honra se hallase junto a vuestras calumnias e injurias, abrazo con amor el cadalso y calzo a los pies vuestra honra.

Pero no es esto lo que queréis decir, y yo, a mi vez, no quiero ser vuestro calumniador. ¡Alma de Voltaire, a quien de buena voluntad llamaría santa, porque preferías a todas las cosas la verdad y la justicia; para ti, el buen sentido era Dios y la estulticia era el diablo!. Sólo viste el alma en el pesebre de Bethlem. Contemplaste la entrada triunfal de Jesús en Jerusalem y reíste de las orejas del jumento. Esto debía disgustar a Freron. ¡Ah, si te hubiese conocido Veuillot!. Pero hablemos seriamente, pues se trata aquí de cosas graves.

El "Genio del Cristianismo" respondió a los sarcasmos de Voltaire, o más bien dicho, Chateaubriand completó a Voltaire, pues estos dos grandes hombres están, igualmente, fuera del catolicismo de los clérigos.

Las orejas de burro serán indispensables mientras haya burros en el mundo, y debe haber burros en él, puesto que la Naturaleza, hija de Dios, los creó.

Jesús el Cristo quiso tener una jumenta para montar, y es por eso que el Santo Padre monta en una mula. Su propia babucha es la llamada mula, tal vez para indicar que un buen Papa debe ser obstinado hasta la punta de los dedos de los pies. Non possumus, dice nuestro Santo Padre Pío IX cuando le piden concesiones y reformas. El Papa nunca dice possumus, "podemos", porque ése es el Gran Arcano del sacerdocio; todos los padres lo saben bien, y esto es verdad, principalmente en cuanto que no lo dicen.

El poder fundado en los misterios debe ser un poder misterioso, de otra manera no existiría.

Creo que este hombre tiene algún poder que no puedo definir porque hay algo más que no comprendo y que tampoco él comprende. Por tanto, debo obedecerle, pues no podría decir por qué no le obedeceré, no pudiendo negar la existencia de lo que no sé, existencia que, además, él afirma con igual razón. Siento que esto no es razonable, pero estoy muy satisfecho porque él me dice muchas veces que es preciso desconfiar de la razón. Solamente hallo que esto me hace bien y que pensar así me tranquiliza.

Tenéis razón, Charbonnier.

Amores abortados o desilusionados, ambiciones repelidas; disgustos impotentes, resentimientos amargados, orgullo que aspira a descender, prejuicio del espíritu agotado por la duda, arrobos de ignorancia por lo desconocido y principalmente por lo maravilloso, temores vagos de muerte, tormentos de mala conciencia, necesidad de descanso que nos mueve sin cesar, sueños sombríos y grandiosos artistas, visiones terribles de la eternidad: he aquí las fuerzas errantes que la religión reúne y con las cuales forma una pasión, la más invencible y formidable de todas: la devoción.

Esta pasión no tiene freno, porque nada puede retenerla o limitarla; ella se vanagloria de sus excesos y cree que la eternidad comienza en ella. Absorbe todos los sentimientos, vuelve insensible a todo lo que no es ella, y lleva el celo de la propaganda hasta el despotismo más asesino y el furor más implacable. Santo Domingo y San Pío V son reconocidos como tales por toda la Iglesia y no pueden ser renegados por un católico sumiso y de buena fe.

Se comprende cuán poderosa palanca puede volverse la devoción en manos de una autoridad que se declara infalible. Dadme un punto de apoyo fuera del mundo, decía Arqupimedes, y yo dislocaré la tierra. Los padres católicos encontraron un punto de apoyo

fuera de la razón personal y dislocarán la razón de la humanidad:

"Viendo que los hombres no llegaban al conocimiento de Dios por la ciencia y por la razón, Nos aprueba, dice el príncipe de los apóstoles, salvar a los creyentes por la absurdidad de la fe".

Adversarios de la Iglesia, ¿qué tenéis que responder a esto? San Pablo habla, como él dice, con la boca abierta y no pretende engañar a nadie.

La fuerza religiosa del dogma está en esta oscuridad que hace su absurdidad aparente. Un dogma explicado deja de ser un dogma, es un teorema de filosofía o apenas un postulado. Siempre quieren confundir la religión con la filosofía y no comprenden que la separación y la distinción, no digo su antagonismo, son absolutamente necesarias para el equilibrio de la razón.

Los astrónomos piensan que los cometas son errantes sólo en relación con nuestro sistema, pero que siguen un curso regular que va desde un sistema a otro y describe una elipse cuyos focos son dos soles.

Lo mismo acontece con las fuerzas errantes del hombre. Una luz no les basta, y para equilibrar su vuelo les son necesarios dos centros y dos focos: uno es la razón y el otro es la fe.

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