Libro III, Capítulo XIVLA INTELIGENCIA NEGRA

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Aquellos a quienes los iniciados tienen el derecho de llamar profanos, la vil multitud, la turba de enfermos y perversos de inteligencia y de corazón, que adoran al dios de sombra o que creen venerar el ateísmo, todos ellos oyen siempre sin entender, porque son presuntuosos de la mala fe. El mismo dogma que se les presenta bajo una forma absurda para agradarles, ellos lo comprenden siempre de un modo más disparatado y generalmente al revés de su fórmula.

Por ejemplo, cuando repiten maquinalmente que hay un solo Dios en tres personas, examinadlos bien, y veréis que entienden por eso una sola persona en tres dioses.

Oirán decir y repiten que Dios, es decir, el principio infinitamente bueno, está en todas partes, y sin embargo, admiten espacios tenebrosos e inmensos donde Dios no está, y no podría estar, porque ahí se sufre daño, o sea, privación de Dios. ¿Qué haríais vos, preguntó el teólogo Thanler a un pobre hombre, o mas bien aun hombre pobre -porque el pobre hombre era el teólogo - qué harías, le dice, si Dios quisiera precipitaros al infierno?. Yo lo arrastraría conmigo, respondió el sublime indigente, y el infierno se volvería cielo.

El teólogo admiró la respuesta, pero la verdad no la comprendió.

Sí, diría un doctor de la Ley, Dios también se halla en el infierno, pero solamente como vengador.

Decid más bien, como verdugo y suprimamos al diablo del que no tenemos más necesidad; siempre será el mismo negocio.

Cuando hablan de redención, entienden que Dios, en un momento de cólera (no por causa de las ciruelas sino de una manzana), habiendo dado todos sus hijos al diablo, para rescatarlos fue obligado a sufrir y morir, sin dejar por esto de ser inmutable y eterno.

Si le habláis de Cábala, juzgarán que se trata de un grimorio cifrado que hace ver al diablo y que gobierna el mundo fantástico de los silfos, los gnomos, las salamandras y las ondinas. ¿Se trata de magia?. Entonces aun están en la baqueta y en la copa de Circe que muda los hombres en cerdos; de buen grado y combinarían Zoroastro con Mahoma, y en cuanto a Hermes Trimegisto, piensan que es un hombre airoso del que la gente se sirve para mistificar a los ignorantes, como el de ogro para meter miedo a los niños.

La ignorancia tiene su ortodoxia como la fe, y la gente es hereje delante de los falsos sabios cuando conoce las cosas que ignoran. Porque no hay verdades nuevas, los sabios de este mundo apoyan su autoridad en la vejez del error.

Bien sabido es que los errores heredados apoyan, casi siempre, las posiciones hechas - ¡Es así como respondes al soberano pontífice! - exclama un criado, abofeteando a Jesús, que acababa de hablar con una firmeza respetuosa. Cómo, hombre nulo, es la autoridad que prueba su ignorancia acusándote, y ¿Pretendes saber lo que ella ignora?. ¿El pontífice se engaña, y tú lo descubres?. ¿El delira, y te tomas la libertad de tener razón?.

Napoleón I detestaba a los ideólogos porque era el mayor ideólogo del mundo.

Quería hacer dinámica sin resistencia, por eso la fuerza de resistencia le faltó cuando la fuerza de impulsión agresiva, que por tanto tiempo fuera suya, se volvió repentinamente contra él.

Desde los orígenes de la historia veremos que es siempre la mentira la que reina en la tierra; y también es exacto, que la verdad gobierna a grandes golpes de desastre y flagelos. ¡Cruel e inflexible verdad!. No nos admiremos de que los hombres no la amen. Ella destruye las ilusiones de los reyes y de los pueblos, y si a veces tiene algunos ministros amorosos, los expone y los abandona a la cruz, a la hoguera, al cadalso; ¡pero dichosos los que mueren por ella!. Aunque más sabios serán siempre aquellos que la sirven hábilmente para no estrellarse contra el pedestal del martirio. Rabelais, fue, realmente, mayor filósofo que Sócrates, cuando supo, ocultándose a sí mismo bajo el antifaz de Aristófanes, escapar a la raza siempre viviente de los Amitos y Melitos.

Galileo, cuyo nombre por sí solo condena al tribunal de la Santa Inquisición a una irrisión eterna, fue hombre de mucho espíritu para no afrontar la tortura y la prisión. Los escritos del tiempo lo muestran prisionero en un palacio, bebiendo con los inquisidores y firmando inter pocula su acto irónico de abjuración, luego de decir, golpeando el suelo con el pie y cerrando los puños: Eppur si muove. Dicen que añadió: Sí, afirmo por vuestra palabra, que la tierra es inmóvil, y agregaría también, si lo quisierais, que los cielos son de vidrio y probaré a Dios que vuestras frentes también, para dejar pasar la luz. Rabelais habría terminado diciendo: ¡Y bebamos nuevamente!.

Morir para probar a los locos que dos y dos son cuatro ¿No sería el más ridículo de los suicidios?. En un teorema demostrado que no pudo negarse, la abjuración de una verdad matemática se vuelve una farsa, cuyo ridículo cae siempre sobre aquellos que pudieron exigirlo seriamente en nombre de una autoridad pretendida infalible. Galileo, yendo a la hoguera para protestar contra la Iglesia, habría sido un heresiarca. Galileo, retractándose como católico de lo que había demostrado como sabio, mató al catolicismo de la Edad Media.

Alguien presentó un día al autor de este libro un artículo del Syllabus, diciéndole: Escucha aquí la condenación formal de vuestras doctrinas. Si sois católico admitid esto y quemad vuestros libros; si por el contrario, persistís en lo que enseñasteis, no nos habléis más de vuestra catolicidad.

El artículo del Syllabus es el séptimo de la sección segunda, y las doctrinas que condena son estas:

"Las profecías y los milagros expuestos y relatados en las santas escrituras son ficciones poéticas y los misterios de la fe cristiana son el resumen de investigaciones filosóficas; en los libros de los dos testamentos están contenidas invenciones místicas y el propio Jesús es un mito". Me asombré mucho de aquello con que juzgaba confundirme, replicándole que no eran tales mis doctrinas: aquí está, dije yo, lo que enseño, o mejor, lo que la Iglesia, la ciencia y yo reconocemos:

"Las profecías y los milagros expuestos relatados en la Escritura lo son bajo una forma poética particular al genio de los orientales. Los misterios de la fe cristiana están confirmados y explicados, en su expresión, por las investigaciones filosóficas. En los libros de los dos Testamentos estás contenidas parábolas y el mismo Jesús fue asunto de un gran número de parábolas y leyendas". Someto sin temor estas proposiciones al Papa y al futuro concilio. Estoy de antemano, bien cierto que no las condenarán.

Lo que la Iglesia no quiere, y que tiene mil veces razón de no querer, es que afecten contradecirla y, en efecto, siendo necesaria su infalibilidad a la manutención de la paz en el mundo cristiano, es necesario que esta infalibilidad le sea conservada a todo precio. Así, pues; si ella dice que dos y dos son tres yo me guardaría de decir que se engaña. Diligenciaría, para estar cierto de ello, cómo y de qué modo dos y dos pueden ser tres, hasta llegar a encontrarlo. Como ejemplo: dos manzanas y dos mitades de manzanas hacen tres manzanas. Cuando la Iglesia parece emitir un absurdo, ello es simplemente un enigma que propone, para experimentar la fe de sus fieles.

Será un grande y conmovedor espectáculo el del próximo concilio general, en el que la reina del viejo mundo, envolviéndose en su púrpura despedazada, se afirmará más soberana que nunca en el momento de caer en el trono y proclamará sus derechos, aumentados con pretensiones nuevas, frente a una expoliación inminente. Los obispos serán entonces como estos marineros del Vengeur, que en una embarcación próxima a hundirse se exaltaban en vez de entregarse, y hacían su última descarga, sujetando su bandera al único pedazo del gran mástil.

Saben muy bien que una transacción los perdería para siempre, y que se apagaría la llama de los altares el mismo día que los altares dejasen de estar en la sombra. Cuando el velo del templo se rasga, los dioses se van, y vuelven, cuando nuevos tejidos dogmáticos les ofrecen un nuevo velo.

La noche retrocede sin cesar delante del día, pero es para invadir del otro lado del hemisferio las regiones que el sol abandona. Son necesarias las tinieblas; es preciso que haya misterios impenetrables para esta inteligencia negra que cree en lo absurdo y contrabalancea el despotismo de la razón limitada con las audacias inconmensurables de la fe. El día circunscribe los horizontes y hace ver los límites del mundo, y es la noche principalmente, la noche sin límites, con su inmensa confusión de estrellas, la que nos hace concebir el sentimiento de lo infinito.

Estudiad la infancia y veréis en ella al hombre saliendo de las manos de la Naturaleza para hablar el lenguaje de Rousseau, observad cuáles son las disposiciones del espíritu. Las realidades le fastidian, las acciones le exaltan, comprende todo excepto las matemáticas, cree más en las fábulas que en la historia. Es porque hay infinito en la primera sonrisa de la vida que el futuro se nos aparece tan maravilloso en el principio de la existencia y que, naturalmente, soñamos con gigantes y hadas en medio de tanto milagro. Es porque el sentido poético, el más divino de los sentidos del hombre, le presenta al comienzo el mundo como una nube del cielo. Este sentido es una suave locura muchas veces más sabia que la razón, si es que se puede hablar así, porque nuestra razón siempre tiene como estrechos límites las barreras que la ciencia procura apartar lentamente, al paso que, la poesía, salta al infinito con los ojos cerrados, y de ahí lanza todas las estrellas de nuestros sueños.

La obra de la Iglesia es mantener en sus justos límites las creencias de la locura infantil. Los locos, son creyentes indisciplinados, y los creyentes fieles, son locos que reconocen la autoridad de la sabiduría representada por la jerarquía.

Cuando la jerarquía se haga real; cuando los conductores de ciegos dejen de ser ciegos, la Iglesia salvará a la sociedad, recuperando, par no perderlas ya más, sus grandes virtudes y su poder.

La propia ciencia tiene necesidad de la noche para observar la multitud de los astros. El sol nos oculta los soles, la noche nos muestra y nos permite verlos florecer en el cielo oscuro, como las inspiraciones sobre humanas que aparecen en las tinieblas de la fe. Las alas de los ángeles se muestran blancas en la noche; durante el día, son negras.

El dogma no es irracional, es extrarracional o suprarracional, y siempre resumió las más altas aspiraciones de la filosofía oculta. Leed la historia de los concilios, siempre veréis en las tendencias de los heresiarcas una apariencia de progreso y de razón. La Iglesia parece sólo afirmar el absurdo y dar provecho de causa a la inteligencia negra. Así, cuando los Arios creían salvaguardar la unidad divina, imaginando una sustancia análoga pero superior a la existencia de Dios (¡la sustancia de Dios que es inmaterial e infinita!), la Iglesia proclama en Nicea la unidad de sustancia análoga a la unidad de Dios. Cuando quieren hacer de Jesucristo un personaje híbrido, compuesto de una persona divina, y de una persona humana, la Iglesia repele esta amalgama de lo finito y de lo infinito y declara, que sólo puede haber una persona en Jesucristo. Cuando Pelagio, exagerando en el hombre el orgullo y los deberes del libre albedrío, echa de un modo irremediable la masa de pecadores al infierno, la Iglesia afirma la gracia que opera la salvación de los injustos y que, por las virtudes de la elección, suple la insuficiencia de los hombres. Las prerrogativas concedidas a la virgen madre de Dios indignan a los Proudhon protestantes, sin ver que, en esta adorable personificación, es a la humanidad que arrancan de las manchas del pecado original y que es la generación que rehabilitan. En esta mujer que elevan, es a la madre que glorifican: Credo in unam sanctam catholicam eclesiam.

El dogma católico, es decir, universal, se asemeja a esa nube que precedía a los israelitas en el desierto, oscura durante el día y luminosa durante la noche. El dogma es el escándalo de los falsos sabios y la luz de los ignorantes. La nube, en el pasaje del Mar Rojo, se colocó, dice el Éxodo, entre los hebreos y los egipcios, espléndida para Israel y tenebrosa para Egipto; lo mismo ocurre con el dogma universal que sólo los iniciados deben comprender. Al mismo tiempo es sombra y luz. Para suprimir la sombra de las Pirámides habría que derribar las Pirámides; igual acontece con las oscuridades del dogma eterno. Dicen y repiten, todos los días, que la reconciliación es imposible entre la religión y la ciencia. Se equivocan en la palabra, no es conciliación, sería fusión o confusión lo que se debe decir. Si hasta hoy parecen inconciliables la ciencia y la fe, es porque siempre procuran en vano mezclarlas y confundirlas. Sólo hay un medio de conciliarlas, y que es, distinguirlas y separarlas una de la otra, de modo completo y absoluto. Consultar al Papa ciando se trata de la demostración de un teorema, someter a un matemático una distinción teológica, serían dos disparates equivalentes. La inmaculada concepción de la Virgen no es una cuestión de embriología, y la tabla de logaritmos nada tiene de común con las tablas de la ley. La ciencia está forzada a admitir lo que está demostrando, y la fe, cuando es regulada por una autoridad razonable, y que es necesario admitir, nada puede rechazar de lo que es artículo de fe. La ciencia nunca demostrará que Dios y el alma no existen, y la Iglesia se vio forzada a retractarse delante de los sistemas de Copérnico y de Galileo. ¿Prueba esto que ella puede engañarse en materia de fe?. No, pero sí que debe permanecer en su dominio. Ella no pretende que Dios le haya revelado los teoremas de la ciencia universal.

Lo que puede ser observado por la ciencia son los fenómenos que la fe produce, y entonces, conforme a la palabra de Cristo, puede juzgar del árbol por los frutos. Es evidente que una creencia que no hace mejores a los hombres, que no eleva sus pensamientos, que no engrandece su voluntad únicamente en el bien, en lo bello y en lo justo, es una creencia mala o pervertida. El judaísmo de Moisés y de la Biblia hicieron al gran pueblo de Salomón y de los Macabeos. La judería de los Rabinos y el último Talmud, hizo los sórdidos usuarios que envenenan el Ghetto.  (1).

El catolicismo también tiene su Talmud corrompido, es la mezcolanza insensata de los teólogos y de los casuistas, la jurisprudencia de los inquisidores, el misticismo nauseabundo de los capuchinos y de las beatas. En estas doctrinas anticristianas e impuras se apoyan intereses materiales y vergonzosos. Es contra esto que hay que protestar por todos los medios y no contra la majestad de los dogmas.

Desde los primeros siglos, la religión fue protegida y deshonrada por el Imperio, cristianos que la Iglesia llama santos pusieron el desierto entre ellos y sus altares. Y con todo, ellos la amaban con toda su alma, pero preferían orar y llorar lejos de ella. El que escribe este libro es un católico del desierto.

La Thebaida   5 nada tiene de siniestro, sin embargo, prefiero la abadía de Theleme,  (3) cuyo fundador fue Rabelais, a la ermita de San Antonio. La humanidad no tiene más necesidad de ascetas, a ella hacen falta sabios y trabajadores, que vivan con ella y para ella; en nuestros días, la salvación sólo puede ser alcanzada de esta forma.

En la Cábala del Rabí Schimeon ben Jochai, figura un dios blanco y un dios negro; en la naturaleza, hay hombres blancos y hombres negros, como también en la filosofía oculta, una inteligencia blanca y otra negra.

Para llegar a la ciencia de la luz, hace falta saber calcular la intensidad y dirección de la sombra. Los pintores más sabios son los que comprenden la luz oscura.

Para enseñar bien es necesario colocarse en el lugar de aquellos que comprenden

mal.

La inteligencia negra es la adivinación de los misterios de la noche, es el sentimiento de realidad de las formas del invisible.

Es la creencia en la posibilidad tumultuosa. Es la luz en el sueño. Durante la noche todos los seres son como ciegos, excepto los que, como el mochuelo, el gato y el lince, tienen fósforo en los ojos. El mochuelo devora a los pájaros indefensos en la noche; tengamos, pues, ojos de lince para combatir a los mochuelos, pero no incendiemos los bosques bajo el pretexto de alumbrar a los pájaros.

Respetemos los misterios de la sombra y al mismo tiempo conservemos nuestra lámpara encendida, y sepamos rodear nuestra linterna con un velo, para no atraer a los insectos que en la noche gustan de chupar la sangre del hombre.

notas del traductor

(1)  Ghetto. Barrio judío situado a las márgenes del Tíber, Roma, que recuerda la destrucción del templo judío y degüello de sus antepasados. Hay distintos Ghettos o barrios judíos en muchas ciudades de Italia y de Bohemia.

(3) Theleme, (Abadía de). Una de las más encantadoras creaciones de Rabelais. Palabra que designa un paraje donde todo es abundancia.

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