Capítulo 14 Las grandes fuerzas dinámicas

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Ya has visto la diferencia entre los hombres triunfadores y fuertes en cualquier ámbito de la vida, y los fracasados y débiles que los rodean. Eres consciente de las diferencias que caracterizan a ambas clases, pero te resulta un tanto difícil expresar en qué radican dichas diferencias. Estudiemos un poco la cuestión.

Dijo [Sir Thomas Fowell] Buxton:

"Cuanto más vivo, más seguro estoy de que la gran diferencia entre los seres humanos, el débil y el poderoso, el importante y el insignificante, radica en la energía y en una determinación inquebrantable: establecer un propósito y lanzarse a por él a vida o muerte. Esta cualidad conseguirá todo lo que resulte posible conseguir en este mundo, y ningún talento, circunstancias u oportunidades convertirán a una criatura bípeda en un hombre si carece de ella."

No veo cómo la idea podría expresarse con más claridad de lo que Buxton ha hablado. Ha puesto su dedo justo en el centro del sujeto, su ojo ha visto el corazón del mismo.

Energía y una determinación inquebrantable: ambas superarán poderosas barreras y los mayores obstáculos. Y no obstante deben utilizarse juntas. La energía sin determinación queda desperdiciada. Muchos seres humanos tienen energía, tanta que les rebosa; y sin embargo, carecen de concentración, adolecen de la fuerza concentrada que les permitiría conducir su energía hacia el lugar adecuado. La energía no es algo tan escaso como muchos imaginan. Puedo mirar a mi alrededor en cualquier momento y señalar unas cuantas personas que conozco que están repletas de energía—a muchas de ellas parece sobrarles—y que no obstante, por alguna razón, no parecen poder progresar. No hacen más que malgastar sus energías. Ahora se encaprichan de una cosa y luego de la siguiente. Se ocuparán de algún asunto nimio sin interés ni importancia, y malgastarán energía y fuerza nerviosa para que les ayude en su esfuerzo, pero cuando acaban con ello resulta que no han obtenido nada.

Otras que cuentan con mucha energía fracasan a la hora de dirigir la fuerza de voluntad hacia el fin deseado. «Determinación inquebrantable», ésas son las palabras. ¿No te estremeces con su fuerza? Si tienes algo que hacer, ponte manos a la obra y hazlo. Reúne tu energía y luego guíala y dirígela con tu voluntad, insuflando en ella esa «determinación inquebrantable», y lograrás lo que quieras.

Todo el mundo cuenta con una voluntad gigantesca en su interior, pero la mayoría somos demasiado perezosos para utilizarla. No podemos animarnos lo suficiente como para decir, sinceramente: «Lo conseguiré». Si pudiéramos armarnos de valor hasta ese punto, y luego sujetarlo para que no se nos escurriese, seríamos capaces de echar mano de ese maravilloso poder: la voluntad humana. El hombre no tiene sino una ligera idea acerca del poder de la voluntad, pero quienes han estudiado las enseñanzas ocultas saben que la voluntad es una de las grandes fuerzas dinámicas del Universo y que si se aprovecha y dirige de manera adecuada, es capaz de lograr cosas casi milagrosas.

«Energía y determinación inquebrantable». ¿No son palabras magníficas? Grábatelas en la memoria, impresiónalas en la cera de tu mente como si fuesen un cuño, de manera que se conviertan en una inspiración constante para ti en tus momentos de necesidad. Si pudieras conseguir que esas palabras vibrasen en tu ser, serías un gigante entre pigmeos. Repítelas una y otra vez, y verás cómo te encuentras lleno de nueva vida, verás cómo circula tu sangre, cómo hormiguean tus nervios. Convierte esas palabras en parte de ti mismo y luego regresa renovado a la batalla de la vida, reanimado y reforzado. Ponlas en práctica. «Energía y determinación inquebrantable»... Deja que ése se convierta en el lema de tu vida cotidiana, y serás uno de los escasos individuos capaces de «hacer cosas».

Muchas personas están reprimidas y no dan lo mejor de sí mismas porque se subestiman en comparación con aquellas que triunfan en la vida, o más bien sobrevaloran a las que tienen éxito en comparación con ellas mismas.

Una de las cosas más curiosas que pueden percibir quienes han entrado en contacto con la gente que ha «llegado» es que esa gente que ha triunfado no es extraordinaria. Cuando conoces a algún escritor importante, te sientes un tanto decepcionado al darte cuenta de que es alguien muy normal. No tiene una conversación brillante y, de hecho, frecuentas a un montón de gente ordinaria que parece mucho más brillante que este hombre, que te deslumbró con la luz de sus libros. Conoces a un gran estadista, y no parece ni la mitad de sabio que un montón de ancianos de tu pueblo, que desperdician su sabiduría lanzándola al aire. Conoces a un magnate de la industria y resulta que no te da la impresión de contar con la sagacidad de la que hacen gala algunos de los comerciantes minoristas de tu barrio. ¿Cómo es posible? ¿Es ficticia la fama de esos personajes, o cuál es el meollo de la cuestión?

El meollo de la cuestión es el siguiente: has imaginado que esa gente estaba hecha de un material superior y te sientes decepcionado al descubrir que están hechos de lo mismo que tú y quienes te rodean. Pero te preguntas: ¿dónde radica la grandeza de sus logros? Sobre todo en lo siguiente: creer en sí mismos y en su poder inherente, en su facultad para concentrarse en la tarea que tienen entre manos cuando trabajan y en su capacidad para evitar filtraciones de energía cuando no están trabajando. Creen en sí mismos y hacen que todo esfuerzo dé resultado. Los listos de tu pueblo vierten su sabiduría por las esquinas y hablan con muchos tontos, mientras que si fuesen sabios de verdad ahorrarían esa sabiduría y la situarían allí donde sirviese para algo. El escritor brillante no malgasta su ingenio por las esquinas; de hecho, cierra el armario en el que guarda su ingenio y sólo lo abre cuando está listo para concentrarse y ponerse a trabajar. El magnate industrial no desea impresionarte con su sagacidad e inteligencia. Nunca lo hizo, ni siquiera de joven. Mientras sus compañeros no dejaban de hablar y jactarse, este futuro financiero de éxito no decía esta boca es mía.

La gente importante del mundo—es decir, los que han «llegado»—no son muy distintos de ti, o de mí, o del resto de nosotros: en el fondo todos somos muy parecidos. Sólo tienes que conocerlos para darte cuenta de lo «ordinarios» que son. Pero no olvides el hecho de que ellos saben cómo utilizar el material del que disponen, mientras que el resto no lo sabe y, de hecho, incluso duda de que lo tenga. El hombre o la mujer que «llega» normalmente empieza dándose cuenta de que él o ella no es tan diferente, después de todo, de la gente triunfadora de la que tanto se oye hablar. Eso les da confianza, y el resultado es que descubren que son capaces de «hacer cosas». Luego aprenden a mantener la boca cerrada y a evitar desperdiciar y disipar su energía. Almacenan energía y la concentran en lo que están haciendo, mientras que sus compañeros disipan sus energías en todas direcciones, tratando de demostrar a la gente lo listos que son. El hombre o la mujer que «llega» prefiere esperar al aplauso que sigue a los logros, y se preocupa muy poco de las alabanzas que rodean a las promesas, de lo que espera hacer «algún día» o de llevar a cabo una exhibición de «listeza» sin resultados.

Una de las razones por las que la gente que tiene trato con personas de éxito manifiesta a su vez éxito es que son capaces de observar a los triunfadores y «coger el truco» de su grandeza. Se dan cuenta de que el triunfador es un hombre normal y corriente, pero que cree totalmente en sí mismo, y también que no malgasta energía, sino que reserva todas sus fuerzas para las tareas que le aguardan. Y aprovechando el ejemplo, empiezan a poner en práctica en sus propias vidas las lecciones aprendidas.

¿Cuál es la moraleja de esta charla? Simplemente que no hay que infravalorarse uno mismo ni sobrevalorar a los demás. Comprende que estás hecho de buena pasta, y que en el interior de tu mente hay muchas cosas buenas. Luego ponte a trabajar y desarróllalas, y extrae algo bueno de esa buena pasta. Consíguelo poniendo atención a lo que tienes ante ti y dando a cada una de ellas lo mejor de ti mismo, sabiendo que en ti hay otras muchas y buenas cosas que te ayudarán en todo lo que se te presente por delante. Dedica lo mejor de ti mismo a la empresa que te ocupe, y no hagas trampas en la tarea presente por mor de otra que pudiera aparecer en lontananza. Tu suministro es inagotable. Y no malgastes tu buena pasta con la multitud de mirones, espectadores y críticos que tienes alrededor observando lo que haces. Guarda tu buena pasta para tu tarea, y no tengas prisa por recibir los aplausos. Guarda tus buenos pensamientos para «copiarlos» si eres escritor; guarda tus buenos proyectos para ponerlos en práctica si te dedicas a los negocios; guarda tu sabiduría para cuando lo requiera la ocasión si eres estadista; y, en todos los casos, evita el deseo de mostrar tus cartas a la multitud de mirones que buscan un «espectáculo gratuito» con el que entretenerse.

No hay nada de «elevado» en esta enseñanza, pero es justo lo que muchos de vosotros necesitáis. Dejad de hacer el tonto y tomaos las cosas en serio. Dejad de echar a perder lo bueno que hay en vosotros y empezad a trabajar en algo que valga la pena.

 

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