Capítulo 13 Poder atractivo: Fuerza del deseo

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Ya hemos visto la necesidad de deshacerse del miedo, de que tu deseo cuente con la máxima fortaleza para trabajar. Suponiendo que hayas llegado a dominar esta parte de la tarea, o al menos empezado a recorrer el camino que conduce a tal dominio, ahora te llamaré la atención acerca de otra importante cuestión también relacionada. Me referiré a la cuestión de las filtraciones mentales. No, no estoy hablando de la filtración que procede de tu fracaso a la hora de guardar tus propios secretos, que es importante, pero que forma parte de otra cuestión. La filtración a la que me refiero es la ocasionada por el hábito de que la atención se sienta atraída y distraída por cualquier fantasía o capricho.

Para conseguir algo es necesario que la mente se enamore de ello, y sea consciente de su existencia, casi con exclusión de todo lo demás. Debes enamorarte de aquello que deseas obtener, igual que si conocieses a la mujer o al hombre con el que deseases casarte. No estoy diciendo que debas convertirte en un monomaníaco del tema, y que pierdas todo interés en cualquier otra cosa de este mundo. Eso no funcionaría, pues la mente debe contar con esparcimiento y cambio. Lo que digo es que has de estar tan «concentrado» en el objeto deseado que todo lo demás parezca tener una importancia secundaria. Un hombre enamorado puede resultar muy agradable para todos los demás, y llevar a cabo sus deberes y gozar de los placeres de la vida con buen talante, pero interiormente todo lo que se dice a sí mismo es: «Para mí sólo hay una chica», y todas sus acciones están dirigidas a conseguir a esa chica, y a crear un hogar cómodo para ella. ¿Comprendes qué quiero decir? Debes enamorarte de aquello que deseas, y debes enamorarte hasta la médula, nada de ese tipo de amor-ligue ni de «hoy sí y mañana no», sino que debe ser de ese tipo antiguo, que hacía que un joven no pudiera meterse en la cama si no daba un paseo cerca de la casa de su novia, para asegurarse de que el edificio seguía allí. ¡Así sí!

Y el hombre o la mujer en busca del éxito deben convertir esa cosa deseada en su principal pasión: tienen que concentrar su mente en la gran ocasión, en la oportunidad óptima. El éxito provoca celos. Le pide a un hombre todo su afecto, y si éste empieza a flirtear con otras pitonisas de feria, no tarda en darle la espalda. Si un hombre se desvía de su principal interés, acabará siendo un perdedor. La fuerza mental opera mejor cuando está concentrada. Hay que dedicar a lo que se desea todas las fuerzas disponibles. Igual que un hombre que está enamorado no deja de trazar planes con los que pueda agradar a la bella de turno, lo mismo hará quien esté enamorado de su trabajo o negocios, y el resultado será que cien planes se manifestarán en el campo de la conciencia, muchos de ellos de gran importancia. La mente opera en el plano subconsciente, recuérdalo, y casi siempre de acuerdo con la pasión o el deseo predominante. Arreglará cosas y compondrá planes y proyectos, que surgirán en tu conciencia cuando más los necesites, y sentirás ganas de gritar de alegría, como si hubieses recibido una gran ayuda externa.

Pero si dispersas tu fuerza de pensamiento, la mente subconsciente no sabrá cómo agradarte, y el resultado será que no repararás en esta fuente de ayuda y asistencia. Además de eso, serás inconsciente del potente resultado de concentrar el pensamiento en la elaboración consciente de los detalles de tus planes. Y además, el ser cuya mente está repleta de una docena de intereses fracasa a la hora de ejercer el poder de atracción que manifiesta quien sólo tiene una pasión rectora, y no puede atraer personas, cosas y resultados que le ayudarían en el trazado de sus planes; también fracasará a la hora de situarse en la corriente de atracción en la que entraría en contacto con quienes estarían encantados de ayudarle por compartir intereses.

Me he percatado, en mis propios asuntos, de que cuando permito que cualquier distracción externa me aparte de mi línea de trabajo habitual, no pasa mucho tiempo antes de que me empiecen a devolver recibos y que mis asuntos demuestren claros signos de falta de vitalidad. Ahora bien, habrá quien diga que la causa es que habré dejado algunos asuntos sin solucionar, asuntos que habría hecho si mi mente hubiera estado concentrada en ellos. Es cierto; pero también he percibido resultados similares en casos en los que no había nada que hacer, casos en los que la semilla estaba sembrada y la cosecha no tenía más que madurar. Y en esos casos, en cuanto dirigí mi pensamiento a la cuestión la semilla empezó a brotar. No estoy sugiriendo que tuve que emitir una enorme cantidad de ondas mentales con la idea de afectar a otras personas..., de ninguna manera. Simplemente comencé a darme cuenta de que me hallaba en posesión de algo muy beneficioso, que interesaba a otras muchas personas, y que estaba encantado de que todo el mundo pudiera tener acceso a ello. Mi pensamiento parecía revitalizar el trabajo, y las semillas empezaron a dar fruto.

No es ninguna fantasía, pues lo he experimentado en varias ocasiones. He hablado con otras muchas personas de este tema y he descubierto que nuestras experiencias encajan perfectamente. Así que no hay que caer en el hábito de permitir esas filtraciones mentales. Mantén el deseo fresco y activo, y deja que lleve a cabo su labor sin las interferencias de deseos contrapuestos. Mantente enamorado de aquello que deseas alcanzar—alimenta tu fantasía con ello—considéralo conseguido, pero no pierdas el interés. Mantén tu atención en tu interés primordial, y mantén tu pasión rectora fuerte y vigorosa. No seas un polígamo mental—el ser humano sólo necesita un amor mental—es decir, ten tus deseos uno a uno.

Algunos científicos han afirmado que algo que pudiera denominarse amor subyace en el fondo de toda vida. Sostienen que el amor de la planta por el agua hace que extienda sus raíces hasta hallar el objeto amado. Dicen que el amor de la flor por el sol la hace apartarse de los lugares oscuros, para poder recibir luz. Las denominadas «afinidades químicas» son en realidad una forma de amor. Y el deseo es una manifestación de este amor de la Vida Universal. Así que no estoy simplemente utilizando una metáfora cuando te digo que debes amar aquello que deseas conseguir. Nada excepto un amor intenso te permitirá superar los numerosos obstáculos que se alzarán en tu camino. Sólo ese amor te permitirá soportar las pesadas pruebas de esa tarea. Cuanto más desees algo, más lo amarás; y cuanto más lo ames, más intensa será la fuerza de atracción hacia su consecución, tanto en tu interior como fuera de ti.

Así que ama una cosa en cada ocasión, no seas un mormón mental. [polígamo]

 

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