Capítulo 5 El secreto de la voluntad

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Aunque los psicólogos puedan discrepar en sus teorías respecto a la naturaleza de la voluntad, ninguno niega su existencia ni pone en cuestión su poder. Todas las personas reconocen el poder de una fuerte voluntad: todas saben que puede utilizarse para superar los mayores obstáculos. Pero son pocas las que se dan cuenta de que la voluntad es algo que puede desarrollarse y reforzarse mediante una práctica inteligente. Creen que pueden lograr maravillas con una voluntad fuerte, pero en lugar de intentar desarrollarla, se contentan con vanos lamentos. Suspiran sin hacer nada más.

Quienes han investigado el tema en profundidad saben que la fuerza de voluntad, con todas sus posibilidades latentes y grandes potencias, puede desarrollarse, disciplinarse, controlarse y dirigirse, igual que cualquier otra de las fuerzas de la Naturaleza. No importa qué teoría quieras adoptar acerca de la naturaleza de la voluntad, porque acabarás obteniendo resultados siempre que practiques de manera inteligente.

Personalmente, yo sostengo una teoría un tanto extraña acerca de la voluntad. Creo que todo ser humano tiene, potencialmente, una fuerte voluntad, y que todo lo que ha de hacer es formar su mente para poder utilizarla. Estoy convencido de que en las regiones más elevadas de la mente de todos los seres humanos existe un gran repositorio de fuerza de voluntad esperando ser utilizado. La corriente de la voluntad discurre por un cableado psíquico, y todo lo que hay que hacer es levantar el trole mental para hacer que la energía descienda y utilizarla. Y el suministro es ilimitado, pues tu pequeña batería está conectada con la gran central de la fuerza de voluntad universal, cuya energía es inagotable. Tu voluntad no necesita formación, pero tu mente sí. La mente es el instrumento, y el suministro de fuerza de voluntad es proporcional a la excelencia del instrumento a través del que se manifiesta. No es necesario que aceptes esta teoría si no te gusta. Esta lección encajará tanto en tu propia teoría como en la mía.

Quien desarrolle su mente de manera que permita que la fuerza de voluntad se transmita a través de ella habrá abierto posibilidades maravillosas ante sí. No sólo habrá hallado un gran poder a su alcance, sino que podrá utilizar facultades, talentos y habilidades cuya existencia ni siquiera imaginaba. Este secreto de la voluntad es la llave mágica que abre todas las puertas.

Donald G. Mitchell [1] escribió en una ocasión:

La resolución es lo que manifiesta a un hombre; pero no una resolución débil, sino una determinación descarada; nada de propósitos erráticos, sino esa fuerte e infatigable voluntad que sortea dificultades y peligros, igual que un chico avanzando por las tierras heladas del invierno, que ilumina su mirada y cerebro con un orgulloso palpitar, lanzándose hacia lo inalcanzable. La voluntad convierte a los hombres en gigantes.

[1. Inglés: en.wikipedia.org/wiki/Donald_Grant_Mitchell ]

Muchos de nosotros sentimos que si pudiéramos ejercer nuestra voluntad, podríamos hacer maravillas. Pero por alguna razón parece que en todo caso no queremos tomarnos la molestia, que no alcanzamos el verdadero punto decisivo. Lo retrasamos una y otra vez, hablamos vagamente de que «algún día», pero ese día no acaba de llegar nunca.

Sentimos de manera instintiva el poder de la voluntad, pero carecemos de la energía suficiente para ejercerla, y por ello nos dejamos llevar por la corriente, a menos que alguna dificultad aparezca, de que algún útil obstáculo se interponga en nuestro sendero, de que algún amable dolor nos empuje a la acción. En esos casos nos vemos obligados a reafirmar nuestra voluntad y con ello empezamos a obtener resultados.

El problema es que no queremos que nada acabe obligándonos a ejercer nuestra fuerza de voluntad. No queremos esforzarnos. Somos mentalmente perezosos y de deseo débil. Si no te gusta la palabra «deseo», sustitúyela por «aspiración» (algunas personas llaman deseos a los impulsos inferiores, y aspiraciones a los superiores; es cuestión de palabras, así que elige la que prefieras). Ahí es donde radica el problema. Deja a una persona en peligro de perder su vida—o que una mujer esté a punto de perder un gran amor—y presenciarás una sorprendente exhibición de fuerza de voluntad procedente de una fuente inesperada. Deja que el hijo de una mujer se vea amenazado por algún peligro y verás cómo ella manifiesta un grado de coraje y voluntad que barre con todo lo que se le ponga por delante. Y no obstante, esa misma mujer gemirá ante un marido dominante y carecerá de la voluntad de realizar una tarea simple. Un chico hará todo tipo de tareas si las considera un juego, pero apenas podrá obligarse a cortar un poco de leña. Una fuerte voluntad sigue la estela de un deseo intenso. Si realmente quieres hacer algo, por lo general deberás desarrollar la fuerza de voluntad para conseguirlo.

El problema radica en que en realidad no quieres ninguna de esas cosas, y sin embargo le echas la culpa a tu falta de voluntad. Dices que quieres hacerlo, pero si te detuvieses a pensar verías que en realidad deseas hacer otra cosa. No estás dispuesto a pagar el precio para conseguirlo.

Detente un instante y analiza esta afirmación, y aplícala a tu propio caso.

Eres mentalmente perezoso, ése es el problema. No me cuentes nada sobre carecer de la voluntad suficiente. Dispones de un gran repositorio de voluntad esperando que la utilices, pero eres demasiado perezoso para hacerlo. Ahora bien, si realmente te interesa esta cuestión, ponte manos a la obra y en primer lugar descubre qué es lo que de verdad quieres hacer, y luego empieza a trabajar y hazlo. No te preocupes de la fuerza de voluntad: dispondrás de toda la que desees siempre que la necesites. La cuestión es llegar a ese punto en el que decidirás hacerlo. Ésa es la verdadera prueba, la resolución. Piensa en esto un poco, y decide si realmente quieres ser un voluntarista con las ganas suficientes como para ponerte a trabajar.

Se han escrito muchos ensayos y libros excelentes acerca de este tema, y todos están de acuerdo a la hora de reconocer la grandeza de la fuerza de voluntad, utilizando para ello los términos más entusiastas. Pero pocos han dicho algo acerca de cómo pueden adquirir esta fuerza quienes no la poseen, o la poseen pero en un grado limitado. Algunos han ofrecido ejercicios con vistas a «reforzar» la voluntad, que en realidad lo que hacen es reforzar la mente, para que ésta pueda recurrir a su almacén de energía. Pero por lo general han pasado por alto el hecho de que en la autosugestión es donde se encuentra el secreto del desarrollo de la mente, para así poder convertirse en instrumento eficaz de la voluntad.

Autosugestión

Utilizo mi fuerza de voluntad.

Repite estas palabras varias veces con tesón y de forma positiva, inmediatamente después de finalizar este apartado. A continuación repítelas frecuentemente a lo largo del día, al menos en una ocasión cada hora, y en especial cuando te enfrentes a algo que requiera que ejercites la fuerza de voluntad. Repítela igualmente varias veces una vez que te acuestes para dormir. Ahora bien, esas palabras no significarán nada a menos que las respaldes con el pensamiento. De hecho, el pensamiento lo es todo, y las palabras sólo son pinzas de las que cuelga el pensamiento. Así que piensa en lo que estás diciendo y sé consciente de lo que dices. Al principio deberás echar mano de la fe, y utilizar las palabras con una expectativa confiada en el resultado. Mantén el pensamiento al que estás dando forma en el almacén de la fuerza de voluntad, y antes de que pase mucho tiempo descubrirás que ese pensamiento toma forma en la acción, y que tu fuerza de voluntad se manifiesta. Sentirás una oleada de energía cada vez que repitas esas palabras. Te verás superando dificultades y malos hábitos, y te sorprenderá el grado de suavidad que muestra todo aquello que sale de ti.

Ejercicio

Lleva a cabo al menos una tarea desagradable al día durante un mes... Si hay alguna que te desagrada especialmente y que quisieras evitar, ésa será precisamente la que realizarás. No se trata de que te sacrifiques ni te amanses, ni nada por el estilo: se trata de que ejercites la voluntad. Cualquiera puede hacer aquello que le agrada con alegría, pero para llevar a cabo alegremente lo que nos desagrada hace falta voluntad; y así es como debes realizar la tarea. Verás cómo es una disciplina de lo más valioso. Prueba durante un mes y comprobarás hasta dónde llegas. Si esquivas este ejercicio, lo mejor es que te pares aquí y reconozcas que no quieres fuerza de voluntad, que te contentas con estar donde estás y seguir siendo un debilucho.

 

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