Capítulo 8 La ley del control mental

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Tus pensamientos son o bien fieles servidores o señores tiránicos, lo que tú les permitas ser. Tú tienes la palabra, así que elige. O bien se dedicarán a trabajar bajo la dirección de una voluntad firme, haciendo todo lo que puedan, no sólo durante las horas de vigilia, sino también cuando duermes—parte de nuestras mejores operaciones mentales tienen lugar cuando nuestra mentalidad consciente descansa—como lo demuestra el hecho de que cuando llega la mañana descubrimos que hay preocupantes problemas que parecen haberse resuelto durante la noche, después de que los hubiésemos desechado de nuestras mentes. al menos en apariencia; o bien se nos subirán a la parra y nos convertirán en sus esclavos en caso de ser lo suficientemente tontos como para permitírselo. Más de la mitad de la población mundial es esclava de cualquier pensamiento errático que tenga a bien atormentarla.

Se te ha dado la mente para que la utilices bien, no para que te utilice a ti. Son muy pocos los que parecen saberlo y los que entienden el arte de controlar la mente. La clave de este misterio es la concentración. Un poco de práctica desarrollaría en todos los seres humanos el poder de utilizar la maquinaria mental apropiadamente. Cuando tengas alguna tarea mental que llevar a cabo, concéntrate en ella excluyendo todo lo demás, y descubrirás que la mente converge en ello—en lo que hay que hacer—y que todo se resuelve con rapidez. No existe fricción y se obvia todo movimiento superfluo o desperdicio de energía. Se utilizan todas las energías disponibles y cada revolución de la rueda directriz mental tiene un objeto. Vale la pena ser un ingeniero mental competente.

Y el ser humano que sabe cómo dirigir su motor mental sabe que una de las cosas más importantes es ser capaz de detenerse cuando se ha realizado la labor. No sigue echando carbón a la caldera, y manteniendo la presión alta una vez que ha acabado su labor, o cuando finaliza la parte cotidiana de trabajo. Sabe que hay que apagar las calderas hasta el día siguiente. Algunas personas actúan como si el motor debiera continuar siempre funcionando, tanto si hay como si no hay algo que hacer, y luego se quejan de que se desgasta y hay que reparar esto y lo otro. Los motores mentales son máquinas estupendas, y lo que requieren es un cuidado inteligente.

A quienes están familiarizados con las leyes de control mental les parecerá absurdo que haya alguien que permanezca toda la noche en vela preocupándose de los problemas de ese día, o más a menudo, de los problemas de mañana. Resulta tan fácil reducir la velocidad de la mente como de un motor, y son miles los que aprenden a hacerlo en la actualidad gracias al Nuevo Pensamiento. La mejor manera de conseguirlo es pensar en otro asunto, lo más diferente posible del pensamiento entrometido. Es inútil luchar contra un pensamiento inaceptable con el propósito de «ahogarlo». Es una gran pérdida de energía, y cuanto más dices: «¡No pensaré en eso!», más te viene a la mente, pues uno lo está manteniendo delante para golpearlo. Suéltalo; no pienses más en ello, concentra la mente en algo totalmente distinto y mantén la atención ahí mediante un esfuerzo de la voluntad. Un poco de práctica haría maravillas en ese sentido. La atención sólo puede concentrarse en una cosa a la vez, así que dirige toda tu atención a un pensamiento, y los otros se escabullirán. Inténtalo y verás.

 

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