Canciones 76-100

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LXXVI

Hay un mundo sin fin, ¡oh, hermano mío!, y hay el Ser sin nombre, de quien sólo puede hablarse en silencio.

El mundo ilimitado sólo es conocido de aquel que lo alcanzó. Es muy otro de cuanto se ha dicho y escuchado. Ni formas, ni cuerpo, ni extensión, ni aliento existe en él. ¿Cómo podría decirte lo que es?

Está en el camino de lo infinito, sobre el que desciende la gracia del Señor, y el que lo alcanza queda liberado de nacer y de morir.

Kabir dice:

Estos sentimientos no pueden expresarse con palabras de la boca; como tampoco pueden escribirse en el papel.

LXXVII

¡Oh, corazón mío! ¡Vámonos al país donde mora el Bienamado!

La enamorada llena allí su cántaro en el pozo y, sin embargo, no tiene cuerda para retirarlo del agua.

En ese país las nubes no cubren el cielo; pero la lluvia cae allí en ráfagas suavísimas.

¡Oh, espíritu puro! No te quedes sentado en el umbral de tu puerta. Sal y báñate en esa linfa bienhechora. Maravillosa comarca donde reina un perpetuo claro de luna. Nunca está sombría.

¿Y quién habla de un solo sol? Ese país está iluminado por los rayos de millones de astros.

LXXVIII

Kabir dice:

¡Oh, Sadhu! Escucha mis inmortales palabras. Si quieres tu bien, presta mucha atención: te has separado del Creador, de quien tú has nacido; has perdido la razón; has merecído la muerte.

Todas las doctrinas, todas las enseñanzas vienen de El; en El se regocijan. Tenlo por cierto y no tengas miedo.

¡Deja que te dé noticias de esta gran verdad!

¿Qué nombre salmodias? ¿En qué meditas? ¡Sal de semejante laberinto! El está en el corazón de todas las cosas. ¿Por qué refugiarte en una vana desolación?

Si colocas al Maestro lejos de ti, lo único que honras es su alejamiento.

Si realmente el Maestro está lejos, ¿qué es lo que creó este mundo?

Por no creer que El esté aquí andas errante, cada vez más lejos, y lo buscas en vano y entre lágrimas.

Allí donde El está lejos no se lo puede alcanzar; donde está cerca, El es la verdadera felicidad.

Temeroso de que su servidor sufra, El lo penetra profundamente.

Conócete, pues, ¡oh, Sadhu!, pues El está en ti desde la coronilla hasta los pies. Canta de alegría y afiánzate inquebrantable en tu corazón.

LXXIX

No soy ni piadoso ni ateo.

No vivo ni según los mandamientos ni según mi corazón.

Ni hablo ni escucho.

No soy libre ni prisionero.

No tengo afecciones ni desafecciones.

No estoy lejos de nadie; no estoy cerca de nadie.

No iré al infierno ni al cielo.

Me afano por todo, aunque estoy ausente de todo afán. Pocos me comprenden; que Aquel que me entiende halle la paz.

Kabir no trata jamás de crear ni de destruir.

LXXX

El verdadero Nombre no se parece a ningun otro.

Distinguir entre lo condicionado y lo incondicionado no es más que cuestión de palabras. Lo incondicionado es el grano; lo condicionado es la flor y el fruto.

El saber es la rama; el Nombre la raíz. Busca la raíz. Serás feliz cuando la encuentres. La raíz te llevará a la rama, a la hoja, a la flor y al fruto.

Será tu encuentro con el Señor, será la realización de tu gozo; será la reconciliación de lo condicionado y de lo incondicionado.

LXXXI

En el comienzo, El estaba solo y se bastaba a sí mismo.

No había entonces ni comienzo, ni medio, ni fin. No había ojos, ni noche, ni día. No había tierra, ni aire, ni cielo, ni fuego, ni agua, ni ríos como el Ganges y el Jumna; ni mares, ni océanos, ni olas.

No había vicios ni virtudes, ni libros sagrados como los Vedas, los Puranas o el Corán.

Kabir reflexiona y dice:

Todo era entonces silencio y paz. El Ser Supremo permanecía inmerso en el seno profundo de sí mismo.

El Dueño no come, ni bebe, ni vive, ni muere. No tiene forma, ni color, ni vestido. No pertenece a un clan, ni a una casta, ni a nada... ¿Cómo podría yo describir su gloria? No tiene forma y, sin embargo, no está sin formas. No tiene nombre.

Carece de color y no es incoloro. No tiene morada.

LXXXII

Kabir medita y dice:

El que no tiene casta ni país, ni forma, ni cualidad, llena el espacio.

El Creador ha puesto en el Ser el juego de la dicha, y de la palabra "Om" nació la creación.

La tierra es su gozo; su gozo es el cielo. Su gozo es el esplendor del sol y de la luna. Su gozo es el comienzo, el medio y el fin. Su gozo es visión, sombra y luz. Los océanos y las olas son su gozo. Su gozo, las Saraswati, el Jumna y el Ganges.

El Dueño es uno: vida y muerte, unión y separación son los juegos de su gozo. Sus juegos son el sol y el agua y el universo entero. Sus juegos, la tierra y el cielo.

En el juego se desarrolla la creación; en el juego se establece.

El mundo entero –dice Kabir– reposa sobre su juego; pero el jugador permanece desconocido.

LXXXIII

El arpa difunde una suave música y la danza continúa sin danzantes. La música se toca sin tañerla; se escucha sin oídos, pues El es el oído y El escucha.

La puerta está cerrada; pero el incienso está en el interior y nadie ve la cita.

El sabio comprende estas palabras.

LXXXIV

El Mendigo mendiga, pero no alcanzo a verlo.

¿Qué le pediré al Mendigo? Me da sin que yo le pida nada.

Kabir dice:

Soy suyo, y dejo que se cumpla el destino.

LXXXV

Mi corazón reclama la morada de mi Bienamado.

A la que pierde la ciudad de su esposo, igual le da el gran camino que el abrigo de un techo.

Mi corazón de nada se alegra; mi espíritu y mi cuerpo divagan sin cesar.

Su palacio tiene un millón de puertas; pero entre El y yo media un vasto océano. ¿Cómo lo cruzaré? No tiene fin, ¡oh, amigo!, la extensión de esa ruta.

¡Qué maravillosa obra es esa lira! Bien templada, arrebata el corazón; pero rotas las clavijas o distendidas las cuerdas, ya no interesa a nadie.

Les digo, riendo, a mis padres: "Es preciso que vaya a ver esta misma mañana a mi Señor".

Ellos se encolerizan, no quieren dejarme ir y dicen: "Esta criatura cree haber adquirido tan gran dominio sobre su Esposo como para obtener de El todo cuanto quiere; de ahí su impaciencia por encontrar a su Señor."

Ahora, querido amigo, alza ligeramente mi velo, que es esta mi noche de amor.

Kabir dice:

¡Escúchame! Mi corazón está impaciente por encontrar a mi Bienamado, permanezco en mi lecho, sin sueño. Acuérdate de mí cuando despunte el alba.

LXXXVI

Sirve a tu Dios, presente en este templo, que es la vida. No seas loco, pues las sombras de la noche pronto se espesan.

Me ha esperado durante la eternidad de las edades; por amor a mí, El ha perdido su corazón. ¡Y yo ignoraba la felicidad que tan cerca tenía! Mi amor aún no se había despertado.

Pero ahora mi amante me ha dado a conocer el sentido de los sones que percibieron mis oídos. Ahora he realizado mi felicidad.

Kabir dice:

¡Contempla cuán grande es mi ventura! ¡He recibido la infinita caricia de mi Bienamado!

LXXXVII

La tormenta se acumula en el cielo. Escucha la honda voz de su fragor. La lluvia viene del Oriente y murmura su monótono plañir. Presta atención a tus cercados, para que la lluvia no los invada y los arrase.

Prepara el suelo de la liberación y deja que sólo se ahoguen bajo la tormenta los parásitos del amor y del sacrificio.

Sólo el labrador precavido podrá festejar el fin de la cosecha. Sólo él podrá llenar de grano sus vasijas y alimentar a los sabios y a los santos.

LXXXVIII

Este día me es caro entre todos los días, porque hoy mi Señor bienamado es huésped de mi casa. Mi cámara y mi corazón resplandecen con Su presencia.

Mis ardientes deseos cantan Su nombre y se pierden en Su infinita belleza.

Lavo Sus pies, contemplo Su rostro y ante El me prosterno, llevándole como ofrendas mi cuerpo, mi alma y todo cuanto tengo.

¡Qué día de felicidad es este en que mi Bienamado, mi tesoro, viene a mi casa! Todos los malos pensamientos huyen volando de mi corazón cuando diviso a mi Señor. Mi amor lo ha conmovido, mi corazón languidece por Su nombre, que es la Verdad.

Así canta Kabir, el servidor de todos sus servidores.

LXXXIX

¿Qué sabio podría escuchar la música solemne que se eleva hacia el cielo?

El es la fuente de toda música; El llena con ese surtidor, hasta los bordes, todos los vasos humanos, permaneciendo desbordante El mismo.

Aquel que vive corporalmente siempre está sediento, porque el objeto de sus afanes es imperfecto; aunque siempre surgen en él, y cada vez más hondas, estas palabras, donde van fusionados el amor y el sacrificio: "El es esto; esto es El".

Kabir dice:

Esas son, ¡oh, hermano !, las palabras supremas.

XC

¿Dónde iré que aprenda a conocer a mi Bienamado?

Kabir dice:

Jamás hallarás el bosque si no conoces el árbol, jamás lo encontrarás si lo buscas en las abstracciones.

XCI

He aprendido el sánscrito; deja, pues, que todos los hombres me llamen sabio. Pero ¿de qué me valdrá todo mi saber si yerro a la ventura, si mi garganta se reseca de sed, si me abrasa el ardor de mi deseo?

Kabir dice:

Resulta perfectamente inútil que lleves en la cabeza toda esa carga de orgullo y vanidad, tírala al polvo y corre al encuentro del Bienamado. Dirígete a El como a tu Señor que es.

XCII

Separada de su amado, la mujer hila en su rueca.

La ciudad de su cuerpo, con el palacio de su espíritu, se alza en su hermosura.

La rueca del amor, hecha con las joyas del saber, gira en el cielo.

¡Qué hilos tan sutiles teje la mujer y cómo los refina su amor y su respeto!

Kabir dice:

Trenzo la guirnalda de los días y de las noches; cuando venga mi Amado y toque yo Sus pies, le ofrendaré mis lágrimas.

XCIII

Bajo el gran quitasol de mi Rey brillan millones de soles, de lunas y de estrellas.

El es el Espíritu de mi espíritu; El es la Pupila de mis pupilas.

¡Que mi espíritu y mis ojos no formen más que uno! ¡Que mi amor alcance a mi Bienamado!

¡Que la fiebre ardiente de mi corazón pueda encontrar alivio!

Kabir dice:

Cuando el amor y el Amado se unen, es cuando el amor alcanza la perfección.

XCIV

Mi país, ¡oh, santo!, es un país sin dolor.

Les clamo a todos a gritos: al rey como al mendigo, al emperador como al fakir. ¡Quien quiera que busque abrigo junto al Altísimo, que venga a mi país!

¡Que venga el triste y fatigado y que deposite allí su fardo!

Ven aquí, hermano, para que puedas pasar más fácilmente a la otra orilla.

Este es un país sin tierra ni cielo, sin luna ni estrellas. La radiante Verdad es lo único que brilla en el triunfo de mi Señor.

Kabir dice:

¡Oh, hermano amadísimo! Nada es esencial sino la Verdad.

XCV

Estuve con mi Señor en la casa de mi Señor; pero no viví con El; ignoré Sus caricias y mi juventud pasó como un sueño.

En la noche de mis bodas, mis amigas cantaban a coro; me ungieron con los ungüentos de la alegría y del dolor.

Pero al concluir la ceremonia abandoné a mi Señor y me fui; mis amigas, en el camino, intentaron en vano consolarme.

Kabir dice:

Iré a la casa de mi Señor con mi Amado a mi lado, y haré entonces que suene la trompeta del triunfo.

XCVI

Reflexiona bien, ¡oh, dulce amigo de mi corazón! Si verdaderamente amas, ¿por qué duermes?

Si lo has encontrado, date a El enteramente y únete a El.

¿Por qué lo pierdes después de haberlo hallado?

Si una profunda necesidad de sueño cierra tus ojos, ¿por qué perder el tiempo haciendo la cama y arreglando las almohadas?

Kabir dice:

Te he enseñado las vías del amor. Aunque hubieras de ofrendar tu cabeza, ¿para qué llorar?

XCVII

El Señor está en mí, el Señor está en ti, como la vida está en cada simiente. Renuncia a un falso orgullo, ¡oh, mi servidor!, y busca en ti a tu Señor.

Un millón de soles irradia Su luz. Un océano azul se extiende en el cielo. La fiebre de la vida se aplaca y todos mis pecados se lavan cuando permanezco en el seno mismo del mundo.

Escucha las campanas y los tambores de la Eternidad. ¡Regocíjate en el amor! La lluvia cae sin agua y los ríos son torrentes de luz.

Sólo el Amor puede penetrar al mundo, y pocos son los que saben estas cosas.

Están ciegos los que quieren verlas a la luz de la razón, de esa misma razón que es la causa del alejamiento. ¡El Palacio está tan distante de la razón!

¡Bendito Kabir, que puede, en el seno de la dicha infinita, cantar en sí mismo el cántico del encuentro del alma con el Alma, el cántico del olvido de las penas, el cántico que supera todo cuanto penetra en nosotros y todo cuanto emana de nosotros!

XCVIII

Se acerca el mes de marzo. ¿Quién me unirá a mi Bienamado?

¿Cómo encontraré palabras para expresar la hermosura de mi Amado? El y la belleza son una misma cosa.

Su color está en todas las imágenes del mundo; es un hechizo del cuerpo y del espíritu.

Quienes conocen su hermosura saben cuán inefables son los juegos de Su creación.

Kabir dice:

Oyeme, hermano mío, pocos son los que han hecho ese descubrimiento.

XCIX

Sé, ¡oh, Narad!, que mi Amado no puede estar lejos.

Cuando mi Amado se despierta, yo me despierto; cuando El duerme, yo duermo.

¡Aniquilado sea quien aflija a mi Bienamado!

Allí donde se cantan Sus alabanzas, allí vivo yo. Cuando El camina, yo camino ante El. Mi corazón suspira por mi Bienamado. Una peregrinación sin fin se sucede a Sus pies y millones de devotos se prosternan sobre ellos.

Kabir dice:

El Bienamado revela, El mismo, la gloria del verdadero amor.

C

¡Cuelga hoy mismo el columpio del amor! Suspende tu cuerpo y tu espíritu entre los brazos del Bienamado, para un éxtasis de los goces del amor.

Acerca los ojos al torrente de lágrimas de los nubarrones cargados de lluvia, y cúbrete el corazón con las sombras de la noche.

Aproxima el rostro a Su oído y murmúrale las más hondas aspiraciones de tu alma.

Kabir dice:

¡Escúchame, hermano! Lleva la visión de tu Bienamado en el corazón.

 

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