Canciones 1-25

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Canción I

¿Dónde me buscas, oh, servidor mío? ¡Mírame! Estoy junto a ti.

No estoy en el templo ni en la mezquita, ni en el santuario de La Meca, ni en la morada de las divinidades hindúes.

No estoy en los ritos y las ceremonias; ni en el ascetismo y sus renunciaciones.

Si me buscas de veras me verás enseguida; y llegará el momento en que me encuentres.

Kabir dice:

Dios, ¡oh, Santo!, es el aliento de todo lo que respira.

II

Inútil preguntar a un santo cuál es la casta a que pertenece; puesto que los sacerdotes, los guerreros, los mercaderes y las treinta y seis castas de la India, todos aspiran igualmente a Dios. Hasta resulta una locura preguntar cuál puede ser la casta de un santo; barberos, lavanderas, carpinteros, todos buscan a Dios. El propio Raidas era un buscador de Dios. El Rishi Swapacha pertenecía a la casta de los curtidores.

Hindúes y musulmanes, también ellos alcanzaron el límite donde se borran todas las marcas diferenciales.

III

¡Oh, amigo! Espera en El durante tu vida, conoce durante tu vida, comprende durante tu vida, pues en la vida está tu liberación.

Si no desatas tus ligaduras durante la vida, ¿qué esperanza de liberación tendrás en la muerte?

Creer que el alma se unirá a El sólo porque haya abandonado el cuerpo, es una idea absurda. Si lo hallamos ahora, lo hallaremos luego. De lo contrario, permaneceremos en la ciudad de la muerte.

Si te unes a El en el presente, lo estarás en la Eternidad.

Báñate en la Verdad; conoce al Maestro Verdadero; ten fe en su Nombre.

Kabir dice:

Lo que nos socorre es el Espíritu de búsqueda constante; soy esclavo de ese Espíritu.

IV

No vayas al jardín florido, no vayas, ¡oh, amigo! En ti están el jardín y sus flores.

Inclínate sobre el loto de los mil pétalos y contempla allí la Infinita Belleza.

V

¿Cómo podré, ¡oh, hermano!, renunciar a Maya?

Cuando deshice el nudo de mis cintas todavía se me quedó más sujeto el vestido; cuando me quité el vestido, aún me cubrían el cuerpo sus pliegues.

Y así, cuando abandono mis pasiones, mi cólera persiste.

Y cuando renuncio a la cólera aún queda la envidia.

Y cuando venzo a la envidia todavía persisten mi vanidad y mi orgullo. Cuando el espíritu se libera, arrojando a Maya, aún se queda prendido en la letra.

Kabir dice:

Oyeme bien, querido Sadhu: la verdadera senda no es fácil de encontrar.

VI

La luna brilla en mi interior; pero mis ojos ciegos no pueden verla.

La luna está en mí, lo mismo que el sol. Sin que lo toquen, el tambor de la eternidad resuena en mi interior; pero mis oídos sordos no pueden oírlo.

Así, en tanto que el hombre reclame el Yo y lo Mío, sus obras serán como cero. Cuando todo amor del yo y de lo mío haya muerto, entonces es cuando se consumará la obra del Señor.

Que el trabajo no tenga otro afán que el conocimiento.

Alcanzado el conocimiento, déjese el afán. El afán de la flor es el fruto; cuando el fruto madura, la flor se marchita.

El ciervo contiene el almizcle, aunque no lo busca en sí mismo sino husmeándolo en la hierba.

VII

Cuando se revela a sí mismo, Brahma descubre lo invisible.

Como el grano está en la planta; como la sombra en el árbol; como el espacio en el cielo; como infinidad de formas están en el espacio, así, desde el más allá del Infinito, el Infinito viene, y el infinito se prolonga en lo finito.

La caricatura está en Brahma y Brahma está en la caricatura; son para siempre distintos; aunque estén para siempre unidos.

El mismo es el árbol, el grano y el germen. El mismo es la flor, el fruto y la sombra. El es el sol, la luz y todo lo que se ilumina. Es Brahma, la criatura y la ilusión. Es la forma múltiple, el espacio infinito. Es el aliento, la palabra, la idea. Es lo limitado y lo ilimitado, y más allá de lo limitado y de lo ilimitado, es el Ser puro. Es el espíritu inmanente en Brahma y en la criatura. El Alma suprema se ve en el interior del alma.

El punto último se ve en el Alma suprema. Y en ese punto aún se reflejan las creaciones. Kabir es bendito porque goza de esta visión suprema.

VIII

El vaso terrestre acuna las campiñas y los boscajes; en él se halla el Creador. En ese vaso están los siete océanos y las innumerables estrellas. Dentro están el artífice y su piedra de toque.

En él resuena la voz del Eterno, que hace surgir la primavera.

Kabir dice:

Oyeme, amigo mío: mi Señor bienamado se halla en ese vaso.

IX

¿Cómo podría yo jamás pronunciar esas palabras misteriosas? ¿Cómo podría yo decir: El no es como esto y es como aquello? Si digo que El está en mí, el universo se escandaliza de mis palabras. Si digo que está fuera de mí, miento.

De los mundos internos y externos, El hace una unidad indivisible. Lo consciente y lo inconsciente son los taburetes de sus pies.

Ni se manifiesta ni se oculta; no es revelado ni irrevelado. No hay palabras para decir lo que El es.

X

Atrajiste mi corazón hacia ti, ¡oh, Fakir! Me hallaba dormido en mi alcoba y tú me despertaste con tu impresionante voz, ¡oh, Fakir!

Me hundía en las profundidades del océano de este mundo y Tú me has salvado, sosteniéndome en tu brazo, ¡oh, Fakir!

Una sola palabra de Ti, no dos, y me liberas de todas las cadenas, ¡oh, Fakir!

Kabir dice:

Has unido tu corazón a mi corazón, ¡oh, Fakir!

XI

Yo, antes, jugaba día y noche con mis compañeras, y ahora tengo miedo. El palacio de mi Señor está tan alto, que mi corazón tiembla de subir; pero no debo ser miedosa si quiero gozar de Su amor.

Mi corazón ha de buscar a mi Bienamado, he de quitarme el velo y unir a El todo mi ser. Mis ojos serán dos lámparas de amor.

Kabir dice:

Oyeme, amiga mía. El comprende quién lo ama. Si no languideces de amor por el Único Bienamado, es inútil que adornes tu cuerpo; es en vano que te pongas ungüento sobre los párpados.

XII

Cuéntame, ¡oh, cisne!, tu antigua historia. ¿De qué país vienes?, ¡oh, cisne!

¿Hacia qué riberas encaminas tu vuelo? ¿Dónde descansarás, ¡oh, cisne!, y qué es lo que buscas?

Despiértate esta misma mañana, ¡oh, cisne!, levántate y sígueme.

Hay un país donde no imperan ni la duda ni la tristeza; donde ya no existe el terror de la muerte.

Allí, los bosques primaverales están en flores y la brisa nos trae un perfume que dice: "El soy Yo".

Allí, la abeja del corazón penetra profundamente en la flor, sin aspirar a otro goce.

XIII

¿Quién te servirá, oh, Señor increado? Cada fiel adora al Dios que él se crea; cada día recibe sus favores.

Algunos no lo buscan a El, al Perfecto, a Brahma, al indivisible Señor. Creen en diez Avatares; pero un Avatar que sufra las consecuencias de sus actos, no puede ser el Espíritu infinito.

El Uno Supremo debe ser otro.

Los yoguis, los sanyasi, los ascetas, dispútanse entre sí.

Kabir dice:

¡Oh, hermano!, aquel que ha visto la irradiación de Su amor, ese está salvado.

XIV

El río y sus olas forman una misma superficie: ¿Qué diferencia hay entre el río y sus olas? Cuando la ola se levanta, es agua, y al caer, sigue siendo agua. Decidme dónde está la diferencia.

Decidme dónde está la diferencia. Porque la hayan nombrado ola, ¿ya no se la considerará como agua?

En el seno del Supremo Brahma, los mundos se engarzan como las cuentas de un rosario.

Contempla ese rosario con los ojos de la sabiduría.

XV

Donde reina la Primavera, señora de las estaciones, se escucha una música misteriosa. Torrentes de luz caen por doquiera.

Pocos hombres pueden alcanzar esas riberas, donde millones de Krishna se mantienen cruzados de brazos; donde millones de Vishnú se prosternan; donde millones de brahmanes leen los Vedas; donde millones de Shiva se abstraen en la contemplación.

Allí, millones de Indra y de innumerables semidioses tienen al cielo por morada.

Allí, millones de Saraswati, diosas de la música, tañen la vina.

Allí, mi Señor se revela a Sí mismo, y el perfume del sándalo y de las flores se esparce en todos los dominios del espacio.

XVI

Entre los polos de lo consciente y de lo inconsciente, el espíritu oscila.

Columpio donde están suspendidos todos los seres y todos los mundos y cuya oscilación nunca cesa.

A él se aferran millones de seres; en él se columpian la luna y el sol en su carrera. Transcurren millones de edades y el columpio sigue en su movimiento.

Todo oscila: el cielo y la tierra, y el aire y el agua, y el Señor mismo, ahí personificado. Y la visión de todo ello ha hecho de Kabir el servidor de su Dios.

XVII

La luz del sol, de la luna y de las estrellas fulgura con vivo resplandor: la melodía amorosa asciende cada vez más, acompasada al ritmo del amor puro.

Día y noche, el coro llena los cielos; y Kabir dice:

Mi único Bienamado me deslumbra como el relámpago.

¿Sabéis cómo dicen su adoración los instantes?

Blandiendo su círculo de luces, el universo, día y noche, canta adorando. Allí –dice Kabir–, la adoración no cesa jamás.

Allí está en su trono el Señor del universo. El mundo entero ejecuta su obra y comete sus yerros; pero pocos son los amantes que conocen al Bienamado.

Como se mezclan las aguas del Ganges y del Jumna, así se mezclan en el corazón del hombre piadoso las dos corrientes del amor y del sacrificio.

En su corazón, el agua sagrada se esparce día y noche, y así concluye el ciclo de los natalicios y de los óbitos.

¡Qué inefable reposo en el Espíritu Supremo! Sólo lo goza quien lo busca.

Sujeto por las cuerdas del amor; va y viene el columpio oceánico del gozo, y hay un potente estallido de canciones.

¡Ved aquel loto que florece sin agua! Y Kabir dice:

La abeja de mi corazón liba su néctar. ¡Maravilloso loto florecido en el corazón del universo!

Sólo las almas puras conocen sus delicias verdaderas.

La música vibra por doquiera y el corazón participa en el gozo del mar infinito.

Kabir dice:

Sumérgete en ese océano de dulzura y deja que vuelen lejos todos los errores de la vida y de la muerte.

Ya ves cómo aquí se sacia la sed de los cinco sentidos; ya no existen las tres formas de la miseria.

Kabir dice:

Estamos en lo Inaccesible; miraos adentro y veréis cómo brillan en vosotros los rayos de luna de Dios escondido.

Ahí late el ritmo de la vida y de la muerte. Ahí surgen los arrobamientos, todo el espacio radiante de luz.

Ahí se escucha la misteriosa música que es la del amor de los tres mundos.

Ahí arden los millones de lámparas del sol y de la luna.

Ahí resuenan por doquiera los amorosos cánticos, llueven ondas de luz y el adorador saborea con delicias el celeste néctar.

Ved la vida y la muerte: ya no hay entre ellas separación alguna.

Kabir dice:

El sabio enmudecerá, pues la Verdad no puede hallarse en los libros ni en los Vedas. Me he asociado al armonioso equilibrio del Uno.

He bebido la copa de lo inefable. Encontré la clave del misterio. Alcancé la raíz de la Unión.

Viajando sin camino llegué al país sin dolor, y la gracia del Gran Señor ha descendido, dulcísima, en mí.

Se canta al Dios infinito como si fuera inaccesible; pero en mis meditaciones, sin mis ojos, yo lo he visto.

Es, de cierto, el país sin sufrimientos, y nadie sabe el camino que a El conduce.

Sólo aquel que encontró ese camino va más allá de la región de los dolores. Maravilloso país, que no puede pagarse con ningún mérito.

El sabio lo ve; el sabio lo canta.

Tal es la última palabra; pero ¿cómo expresar su maravilloso sabor? Aquel que la saborea una vez, sólo él sabe el gozo que puede dar.

Kabir dice:

Al conocerla, el ignorante se convierte en sabio y el sabio se queda mudo, en silenciosa adoración.

El adorador se embriaga totalmente. Su sabiduría y su desprendimiento son perfectos. Bebe en la copa de las inspiraciones y de las aspiraciones del amor. Allí, todo el cielo se llena de armonías y la música suena sin cuerdas y sin pulsaciones. Allí, no cesa nunca el juego de la alegría y del dolor.

Kabir dice:

Si te sumerges en el océano de vida, vivirás en el país de la suprema felicidad.

¡Qué frenesí de éxtasis contiene cada hora! El adorador exprime y bebe la esencia de las horas. Vive con la vida de Brahma... Digo la verdad porque acepté la verdad en mi vida. Estoy consagrado a la verdad porque ahuyenté lejos de mí todas las falsas apariencias.

Kabir dice:

Así se libra el adorador, de todo miedo, así lo abandonan todas las ideas erróneas sobre la vida y sobre la muerte.

Allí, el cielo se llena de música. Allí, llueve néctar. Allí, vibran las cuerdas del arpa y suenan los tambores. ¡Qué secreto esplendor irradia ese castillo del cielo!

Ya no hay amaneceres ni puestas de sol. En el océano de revelaciones que es la luz del amor, el día y la noche no forman más que uno. Alegría eterna; ni dolor ni luchas.

Allí he bebido, llena hasta los bordes, la copa de la dicha, de la dicha perfecta. No hay lugar allí para el error.

Kabir dice:

Allí he sido testigo de los juegos de la única felicidad.

He conocido en mí mismo el juego del universo; he escapado al error de este mundo. Lo externo y lo interno se han hecho para mí un solo cielo.

Lo infinito y lo finito se han unido. Me embriago con la visión del Todo.

La luz invade el universo; es la lámpara del amor ardiendo en el candelero del saber.

Kabir dice:

Allí no puede deslizarse error alguno, y ya no existe el conflicto de la vida con la muerte.

XVIII

La región central del cielo, donde el espíritu reposa, está radiante de una música de luz. Allí, florece la pura y cándida armonía, donde mi Señor halla sus delicias. En el prodigioso esplendor de su cabellera piérdese el fulgor de millones de soles y de lunas.

Kabir dice:

Ven, ¡oh, Dharmadas! y contempla el triunfo de mi Señor omnipotente.

¿Dónde la acción y el reposo en esa ribera? No hay agua a la vista; ni barco, ni marino. No hay ni una sola cuerda para empujar el barco ni hombre alguno para sirgar. Ni tierra, ni cielo, ni tiempo; nada existe ahí: ni río, ni ribera. No hay ahí ni cuerpo, ni espíritu.

¿Dónde podrías aplacar la sed de tu alma? Nada encontrarás en esa nada. Sé fuerte y vuélvete a ti mismo. Ahí te hallarás en tierra firme. Considera esto, ¡oh, corazón mío! No te vayas a ninguna otra parte.

XIX

¡Oh, corazón mío! El Espíritu Supremo, el Dueño omnipotente está junto a ti. ¡Despierta, despiértate!

Corre a echarte a los pies de tu Bienamado, pues tu Señor está muy cerca. Estuviste dormido durante siglos innumerables, ¿y no quieres despertar esta mañana?

XX

¿Qué ribera quieres alcanzar, corazón mío? Ningún viajero ante ti. Ningún camino.

Kabir dice:

Rechaza toda imaginación y fortalécete en lo que eres.

XXI

Cada morada enciende sus lámparas. Como eres ciego, no las ves.

Un día tus ojos se abrirán de pronto y verás; y las cadenas de la muerte caerán por sí solas.

Nada que decir, nada que escuchar, nada que hacer.

Aquel que vive, aunque muerto, no morirá jamás.

Porque vive en soledad, dice el asceta que Su casa está muy lejos.

Tu Señor está junto a ti y, sin embargo, trepas a lo alto de la palmera para buscarlo.

El sacerdote brahmán va de casa en casa, para iniciar al pueblo en la fe.

Pero ¡ay!, la verdadera fuente de vida está a tu lado mientras te pones a adorar la piedra que tú mismo levantaste.

Kabir dice:

No puedo decir cuán adorable es mi Señor. El ascetismo, el rosario, las virtudes y los vicios, nada de todo ello existe para El.

XXII

Mi corazón suspira, ¡oh, hermano!, por el verdadero Dueño que llena la copa del amor para ofrecérmela tras de haber bebido.

Levanta el velo y Brahma se revela a mis ojos.

Descubre en El los mundos y me hace oír la música misteriosa. Me muestra que las alegrías y las penas son una misma cosa. Todas sus palabras están llenas de amor.

Kabir dice:

En verdad, nada ha de temer quien posea semejante Dueño para llevarlo a seguro refugio.

XXIII

Las sombras de la noche caen espesas y profundas; ensombrecen el corazón y envuelven el cuerpo y el espíritu.

Abre tu ventana al poniente y piérdete en el cielo del amor. Bebe la miel azucarada que destilan los pétalos del loto del corazón.

Déjate penetrar en las olas del mar. ¡Húndete en su esplendor! Escucha y oye el rumor de las caracolas y de las campanas.

Kabir dice:

Contempla, ¡oh, hermano!, al Señor en ese vaso, que es mi cuerpo.

XXIV

Llevo en el fondo del corazón aquel amor que me hace vivir en este mundo una vida sin límites.

Así vive el loto en el agua, y en el agua florece.

Aunque el agua no pueda tocar sus pétalos abiertos por sobre su nivel.

Así vive la esposa que penetra en las llamas de la pira, al mandato del amor.

Arde y deja gemir a sus compañeras; pero jamás deshonra al amor.

Difícil es cruzar el océano del mundo; sus aguas son muy profundas.

Kabir dice:

Oyeme, ¡oh, Santo hombre! Pocos son los que logran llegar a la otra orilla.

XXV

Mi Señor se oculta y, a maravilla, mi Señor se revela. Mi Señor me aherroja duramente y mi Señor hace que caigan mis cadenas. Mi Señor me trae voces de tristeza y voces de alegría, y es El mismo quien dosifica los contrastes.

Ofrendaré a mi Señor mi cuerpo y mi espíritu. Daré mi vida antes que olvidar a mi Señor.

 

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