Canciones 51-75

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LI

Cuando estoy separada de mi Bienamado mi corazón se llena de tristeza. Ningún reposo durante el día, ningún sueño durante la noche. ¿A quién confiaré mis penas?

La noche es oscura. Las horas transcurren sin que El vuelva. La ausencia de mi Señor hace que me estremezca y tiemble de miedo.

Kabir dice:

¡Oyeme, amiga mía! No hay júbilo como el de encontrar al Bienamado.

LII

¿Qué flauta es esa cuya música me llena de alegría?

La llama arde sin lámpara. El loto florece sin raíces.

Las flores se abren en los claustros. El ave nocturna vuela hacia la luna. El ave de lluvia apetece la lluvia.

Pero, la que amor consagra su vida el eternal Amante?

LIII

¿No has oído los acordes de la misteriosa música?

En medio de la cámara suena, gentil y dulcemente pulsada, el arpa de la dicha.

No hay que salir para escucharla.

Si no has saboreado el néctar del Único Amor, ¿de qué te servirá purificarte de toda mancha?

El kazi investiga el sentido de los versículos del Corán e instruye a los hombres; pero si su corazón no está anegado en el amor divino, ¿de qué le servirá ser maestro?

El yogui tiñe de rojo sus vestiduras; pero si no conoce los colores del amor, ¿de qué le servirá el color de sus vestidos?

Kabir dice:

Ya esté en el templo o en el balcón de mi morada, en un campo o en un jardín de flores, os digo, en verdad, que en todo momento mi Señor se deleita conmigo.

LIV

¡Sutil es el sendero del amor!

No hay en él preguntas ni silencios; toda criatura se aniquila a sus pies, se hunde en el gozo de buscarlo a El, se sumerge en las profundidades de su amor como el pez en el agua.

El enamorado siempre está dispuesto a ofrecer su vida en servicio de su Señor.

Kabir revela el secreto de ese amor.

LV

Es verdadero Santo aquel que puede revelar a ojos humanos la forma de lo informe. Es verdadero Santo aquel que enseña el camino simple que ha de seguirse para alcanzarlo a El, sin ocuparse de ritos ni de ceremonias.

Es verdadero Santo aquel que no te hace cerrar las puertas, ni retener el aliento, ni renunciar al mundo; el que te hace ver al Espíritu Supremo doquiera haya inteligencia; el que te enseña a conservar la calma en medio de la actividad.

Inmerso para siempre en la felicidad y sin temor alguno en el corazón, el Santo mantiene, en medio de los placeres, la armonía de su vida.

La infinita presencia del Ser infinito está en todas partes: en la tierra, en el agua, en el cielo, en el aire.

Tan firme como el trueno, la sede del buscador se halla establecida por sobre el vacío del espacio.

El que está en el interior, está en el exterior. Lo veo a El y a ningún otro.

LVI

Recibe la palabra de donde surgió el universo.

Esta palabra es Maestro. Lo he escuchado y me he convertido en discípulo. ¿Cuántos son los que han comprendido esta palabra?

Trata tú de comprenderla, ¡oh, Santo! Los Vedas y los Puranas la proclaman. El mundo se asienta en ella.

Los rishis y los devotos la dicen; pero nadie conoce su misterio. El padre de familia abandona su hogar cuando la escucha. Los seis filósofos la comentan. El espíritu de renunciación emana de ella. De esa palabra nació el mundo de las formas. Esa palabra lo revela todo.

Kabir dice:

¡Pero quién sabe de dónde viene esa palabra!

LVII

¡Vacía la copa! ¡Embriágate! ¡Bebe el divino néctar de Su nombre!

Kabir dice:

Oyeme, querido Sadhu: desde la coronilla a la planta de los pies, el hombre está envenenado por la inteligencia.

LVIII

Si no conoces a tu propio Señor, ¿de qué te enorgulleces?

Renuncia a toda elocuencia: jamás te unirán a El las simples palabras. No te dejes engañar por el testimonio de las Escrituras.

El amor difiere mucho de la letra, y el que con toda sinceridad lo busca, lo encuentra.

LIX

La dulzura de vagar sobre el océano de la vida inmortal me ha liberado de todo vano parloteo.

Como el árbol está en el grano, todos los males están en la charlatanería.

LX

Cuando, al fin, hayas encontrado el océano de la felicidad, no te vayas sediento. Vuelve en ti y no seas loco; la muerte te acecha.

Aquí tienes, ante ti, el agua pura. Bébela hasta saciarte.

No persigas el espejismo; ten sed de néctar. Dhruva, Prahlad y Shukadeva bebieron de él. Raidas lo probó.

Los santos se embriagan de amor; tienen sed de amor.

Kabir dice:

Escucha, hermano mío: la guarida del miedo se ha desplomado. Ni por un instante miraste al mundo frente a frente. Con la falsedad tejes tu esclavitud; tus palabras están llenas de engaños. Con el fardo de deseos que llevas en la cabeza, ¿cómo podrías andar ligero?

Kabir sigue diciendo:

Guarda en ti la verdad, el espíritu de sacrificio y el amor.

LXI

¿Quién le ha enseñado a la viuda a dejar consumir su cuerpo sobre la hoguera de su esposo difunto?

¿Y quién le ha enseñado al amor a encontrar su felicidad en el sacrificio?

LXII

¿Por qué, corazón mío, eres tan impaciente? Aquel que vela por las aves, por las beste-zuelas y por los insectos. Aquel que cuidaba de ti cuando todavía estabas en el seno de tu madre: ¿dejará de protegerte ahora que ya saliste de él?

¿Cómo puedes, ¡oh, corazón mío!, apartarte de la sonrisa de tu Dios y andar errante tan lejos de El?

Abandonaste a tu Bienamado para pensar en futilezas, ¿y te asombras de la banalidad de tu obra?

LXIII

¡Cuán difícil me es encontrar a mi Señor!

El pájaro de lluvia, alterado, llama a la lluvia a grandes gritos. Morirá en la espera antes que beber de otra agua.

Atraído por los sones de la música, la cervatilla se acerca; arriesga la vida para escucharlos; pero el temor no la hace retroceder.

La viuda se queda sentada junto al cuerpo de su esposo; el fuego no le da miedo.

¡No sientas temor alguno por esa miseria que es tu cuerpo!

LXIV

Cuando ya me extraviaba, ¡oh, hermano!, el verdadero Maestro me enseñó el camino. Entonces dejé los ritos y las ceremonias; ya no volví a sumergirme en las aguas sagradas. Comprendí que sólo yo era el loco; que todo el mundo a mi alrededor estaba cuerdo y que yo era motivo de escándalo y de befa.

A partir de ese día, ya no ruedo por el polvo en señal de obediencia; ya no toco la campana del templo; ya no coloco ningún ídolo en su trono; ya no pongo flores ante las imágenes en signo de adoración.

Lo que le place al Señor no son las austeridades ni las mortificaciones de la carne. No le eres grato porque andes casi en cueros y mortifiques tus sentidos.

El hombre bueno y leal que permanece sereno en medio de la agitación del mundo, el que ama como a sí mismo a todas las criaturas de la tierra, ese hombre alcanza al Ser Inmortal, y el verdadero Dios está con él.

Kabir dice:

Aquel cuyas palabras son puras y que no tiene orgullo ni envidia, conoce Su verdadero Nombre.

LXV

El asceta tiñe sus vestiduras, en lugar de teñirse el alma, con los colores del amor.

Permanece sentado en el templo, abandonando a Brahma, para adorar una piedra; se agujerea las orejas; lleva una larga barba y sórdidos andrajos; parece un chivo.

Anda por el desierto yugulándose el deseo, y acaba pareciéndose al eunuco. Se rapa la cabeza y tiñe sus vestidos; lee el Gita y se convierte en un charlatán.

Kabir dice:

Tú, que obras como él, marchas hacia las puertas de la muerte atado de pies y manos.

LXVI

No sé cuál es mi Dios.

El mullah grita hacia El. ¿Por qué?

¿Está sordo el Señor? Pues bien que oye resonar hasta las sutiles articulaciones del insecto que marcha.

Reza tu rosario; píntate en la frente la cifra de tu Dios; envuélvete en andrajos manchados y vistosos.

Si en tu corazón hay un arma de muerte, ¿cómo podrás poseer a Dios?

LXVII

Cuando escucho la melodía de su flauta ya no soy dueño de mí. La flor se abre sin que la primavera haya llegado, y ya la abeja ha recibido su perfumado mensaje. Retumba el trueno, fulgen los relámpagos; en mi corazón saltan las olas. Cae la lluvia y mi alma languidece pensando en mi Señor.

Allí donde el ritmo del mundo nace y muere a la vez, allí es donde mi corazón lo alcanza. Allí flotan al viento los pendones ocultos.

Kabir dice:

Mi corazón se muere de vivir.

LXVIII

Si Dios está en la mezquita, ¿a quién pertenece el mundo?

Si Rama, ¡oh, peregrino!, está en la imagen que tú adoras, ¿qué ocurre allí donde no hay imágenes?

Hari está en Oriente; Alá, en Occidente. Mírate el corazón y allí encontrarás a la vez a Karim y a Rama.

Todos los hombres y todas las mujeres del mundo son sus formas vivientes.

Kabir es el hijo de Alá y de Rama.

El es mi Maestro; El es mi mentor espiritual.

LXIX

Aquel que es modesto y se conforma con su suerte; aquel que es justo; aquel cuyo espíritu está henchido de resignación y de paz.

Aquel que lo ha visto y lo ha tocado, es el que se halla libre de temor y de angustia. Para él, la idea de Dios es como un ungüento de sándalo esparcido por la piel. Para él no hay otro goce que esa idea. Una bella armonía rige su trabajo y su reposo; de él emana un resplandor de amores.

Kabir dice:

Toca los pies de Aquel que es uno, indivisible, inmutable, apacible, de Aquel que llena de desbordante alegría los vasos terrestres y cuya forma es el amor.

LXX

Reúnete con los buenos, donde el Bienamado tiene su morada. Aprende de ellos todas tus ideas, todo tu amor y todo tu saber.

¡Redúzcase a cenizas la asamblea en que Su Nombre no sea pronunciado!

Dígame, ¿cómo podría celebrar un banquete de bodas si el novio mismo no estuviera allí?

No vaciles más; piensa sólo en el Bienamado. Que tu corazón no adore a otros dioses. No es bueno adorar a otros dueños.

Kabir reflexiona y dice:

Si obras de otro modo jamás encontrarás al Bienamado.

LXXI

La joya se ha perdido en el fango y todos quieren encontrarla. Estos la buscan por un lado, aquellos por otro; algunos la ven en el agua, otros entre las piedras.

Pero el discípulo Kabir, que la aprecia en su verdadero valor, la ha envuelto cuidadosamente en su corazón como en los pliegues de su manto.

LXXII

El palanquín ha venido por mí, para llevarme a la morada de mi esposo; un temblor de felicidad me agita el corazón. Mas los portadores me han conducido a un bosque solitario, donde no conozco a nadie.

Beso suplicante vuestros pies, ¡oh, portadores! Aguardad un momento todavía. Dejadme volver a casa de mis padres y de mis amigos para despedirme de ellos.

El discípulo Kabir canta:

Abandona tus ventas y tus compras, ¡oh, santo l, deja ahí tus beneficios y tus pérdidas pues no hay tiendas ni mercados en el país adonde te encaminas.

LXIII

No conoces, ¡oh, corazón mío!, todos los secretos de esta ciudad de amor. Ignorante viniste, ignorante te vas.

¿Qué hiciste de esta vida?, ¡oh, amigo mío! Cargaste sobre tu cabeza un pesado fardo de piedras, ¿quién te aliviará de esa carga?

Tu Amigo se encuentra en la otra orilla y nunca me preguntas cómo podrías llegar hasta su encuentro. El barco se ha roto; mientras, tú sigues sentado en el banco, sin avanzar y a merced del oleaje.

Te pregunta el servidor Kabir:

¿A quién tendrás al final por Amigo? Estás solo, sin compañeros, y asi habrás de soportar las consecuencias de tus actos.

LXXIV

Los Vedas dicen que lo incondicionado está por encima del mundo de las condiciones. ¿Qué ganas, ¡oh, mujer!, con discutir si El está por encima de todo o si está en todo? Brahma se te revelará día y noche, vestido de luz, sentado en un trono de luz.

Kabir dice:

El verdadero Maestro es todo luz.

LXXV

¡Abre tus ojos de enamorado y contémplalo a El, que reina en el universo! Considera el universo y persuádete de que ese es tu país.

Cuando hayas encontrado a tu verdadero Maestro, El despertará tu corazón. El te dirá los secretos del amor y del sacrificio, y conocerás entonces que El sobrepasa al universo.

Ese mundo es la ciudad de la Verdad; el laberinto de sus senderos fascina el corazón. Podemos alcanzar la meta sin cruzar la ruta, en un deporte que no acaba jamás. Allí donde el círculo de los múltiples goces danza en torno del Creador, allí están los juegos de la eterna felicidad. Cuando los conozcamos concluirá el ciclo de todas nuestras aceptaciones y renunciamientos. Entonces dejará de quemarnos la llama de la concupiscencia.

Es el reposo último y sin límite. El ha extendido sobre el mundo entero las formas de Su amor.

Del resplandor, que es Verdad, surgen perpetuamente las ondas de las formas nuevas, y El penetra esas formas.

Todos los jardines, todos los boscajes, todas las masas de vegetación están pobladas de flores, y el aire juguetea con ellas. Allí, el cisne juega un juego maravilloso. Allí, los sones de la misteriosa música giran en torno de la infinita Unidad.

Allí brilla, en el punto central, el trono de Aquel que contiene todas las cosas y donde el Gran Ser tiene su sede.

La luz de millones de soles se desvanece, confusa, ante el esplendor de uno solo de sus cabellos.

Por el camino, ¡qué dulces melodías hace oír el arpa! Sus notas traspasan el corazón. La eterna fontana de vida deja correr su chorro donde juegan sin fin el nacer y el morir.

Y se llama nada Aquel que es la Verdad de las verdades, Aquel en quien están contenidas todas las verdades.

En El se perpetúa la creación, superior a toda filosofía y que ninguna filosofía podría concebir.

 

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