La via difícil

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De "Más allá del materialismo espiritual"

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Introducción

Puesto que nadie nos va a salvar, ya que nadie va a iluminarnos mágicamente, la vía que venimos explicando se conoce como la vía difícil. Este sendero no se conforma con nuestras expectativas de que la práctica de las enseñanzas budistas ha de ser una actividad mansa, pacífica, agradable y compasiva. Es la vía difícil, un simple encuentro entre dos espíritus: si abrimos nuestro espíritu, si estamos dispuestos a encontrarnos con el maestro, entonces él abre su espíritu también. No es cuestión de magia. La condición de la apertura es una creación conjunta.

En general, cuando hablamos de liberación o de libertad o de entendimiento espiritual creemos que para alcanzar estas cosas no tenemos que hacer nada, que otra persona se encargará de nosotros, alguien que nos diga: «Todo está bien, no te preocupes, no llores, todo te saldrá bien. Yo te cuidaré». Tendemos a creer que todo lo que tenemos que hacer es comprometernos con la organización, pagar nuestra cuota de iniciación, firmar el registro de miembros, y entonces seguir las instrucciones que se nos dan.

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Esta actitud nos provee el alivio de no tener que hacer nada, excepto obedecer órdenes. Todo se lo dejamos a la otra persona, para que ella nos instruya y nos libre de nuestros defectos. Pero, para sorpresa nuestra, las cosas nunca funcionan de esta manera.

Se requiere un esfuerzo tremendo para abrirse paso entre las dificultades del sendero y de veras enfrentarse a las situaciones de la vida justa y cabalmente. Así, el sentido y propósito fundamentales de la vía difícil parecen consistir en el esfuerzo individual que tiene que hacer el discípulo para reconocerse a sí mismo, para poder pasar por el proceso de desenmascaramiento. Uno tiene que estar dispuesto a pararse sobre sus propios pies, lo cual es sumamente difícil.

Con esto no queremos decir que lo más importante en la vía difícil es convertirse en un héroe. El ideal del heroísmo se basa sobre el supuesto de que somos fundamentalmente imperfectos, impuros, que no merecemos nada, que no estamos preparados para el entendimiento espiritual. La idea es que tenemos que reformarnos, ser distintos de lo que somos.

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Quizá intentemos imitar ciertos senderos espirituales exóticos, tales como el sendero del indio americano, o el sendero hindú o el sendero del budismo zen del Japón. Quizá nos vistamos como tibetanos, y adoptemos sus costumbres y esto nos parecerá ser la vía difícil; porque siempre habrá distintos obstáculos y tentaciones que nos distraigan de nuestro propósito.

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A veces nos parece que hemos logrado por fin la meta. Quizá logramos permanecer completamente arrobados y absortos en algún estado místico por seis o siete meses. Pero luego nuestro éxtasis desaparece. Y esto sucede una y otra vez. ¿Cómo podremos enfrentarnos a este tipo de situación? Quizá podamos permanecer en ese estado de arrobamiento o beatitud por un largo tiempo, pero a la larga tenemos que regresar, descender o retornar a la condición normal.

No quiero decir que las tradiciones extranjeras o las disciplinas ascéticas no tengan nada que ver con el sendero espiritual. Más bien quiero decir que tenemos la idea falsa de que tiene que haber algún tipo de medicina o poción mágica que nos ayude a alcanzar la condición mental correcta

No podemos escapar a lo que somos; lo llevamos con nosotros todo el tiempo.

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Así volvemos a nuestro tema anterior de que se necesita algún tipo de ofrenda o sacrificio real si queremos abrirnos completamente. Esta ofrenda puede tomar cualquier forma.

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Tenemos que entregar nuestra ambición de conseguir algo a cambio de nuestro don. Esta es la verdadera vía difícil.

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¿Hasta qué punto logran sacudimos los elementos exquisitos de la cultura y las imágenes, la belleza de las formas externas, hasta qué punto nos afectan realmente? Eso no lo sabemos. Solamente querernos deleitarnos con recuerdos hermosos. No queremos examinar nuestras experiencias muy detenidamente. Son un área muy sensible.

Pero ésta no es la vía difícil ni cosa que se le parezca.

Antes al contrario, parecería que hemos estado recolectando en vez de dedicarnos a dar. Si reexaminamos nuestras compras espirituales, ¿podemos recordar alguna ocasión en la cual dimos algo enteramente y como se debe, en que nos abrimos y lo dimos todo? ¿Ha habido alguna vez en que nos hayamos desenmascarado, en que nos hayamos despojado de nuestra camisa, de nuestra piel, de nuestra carne, de nuestras venas hasta dejar expuesto el corazón?

¿Hemos experimentado realmente el acto de desnudarnos, abrirnos y entregarnos? Esa es la pregunta fundamental. Tenemos que entregarnos de veras, tenemos que dar algo de nosotros, entregar algo de una manera muy dolorosa. Tenemos que comenzar a desmantelar la estructura fundamental del ego que hemos logrado crear.

El proceso de desmantelamiento, de desmontaje, de apertura, de entrega es el verdadero proceso de aprendizaje. ¿Cuánto de este ego, que es corno un uñero que vive de la misma carne que lo engendra, hemos decidido entregar? Lo más probable es que no hayamos podido entregar nada, solamente nos hemos dedicado a coleccionar, a construir, a añadir una capa sobre otra. Por eso la posibilidad de una vía difícil es algo que consideramos amenazador.

El problema es que tendemos a buscar una respuesta fácil que no nos duela. Pero este tipo de solución no se aplica al sendero espiritual, en el cual muchos de nosotros nunca debimos habernos iniciado. Una vez que nos comprometemos con este sendero espiritual, se nos hace muy doloroso y sabemos que nos esperan cosas muy desagradables. Nos hemos comprometido con el dolor de exponernos, de desnudarnos, de despojarnos de nuestra piel, de nuestros nervios, de nuestro corazón, de nuestro cerebro hasta quedar completamente expuestos al universo. No nos quedará nada. Será algo terrible, atroz, pero así es.

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El Medico

De alguna manera hemos terminado en manos de un médico muy extraño. Nos va a operar pero no va a usar ninguna anestesia, porque quiere comunicarse directamente con nuestra enfermedad. No nos permitirá montar una fachada de espiritualidad, de sofisticación psicológica, de problemas psicológicos falsos, o algún otro tipo de disfraz. Desearíamos no haberlo encontrado nunca. Desearíamos poder entender, saber cómo anestesiarnos a nosotros mismos, pero ya es muy tarde y vemos lo peor venírsenos encima.

No hay salida. No porque el médico sea excepcionalmente poderoso; podríamos decirle adiós en un minuto y escaparnos; pero le hemos dado tanto a este médico y sabemos que si tuviéramos que hacerlo de nuevo sería muy doloroso. No queremos tener que hacerlo otra vez. De modo que tenemos que llevar el proceso a su conclusión ahora.

El estar junto al médico nos es sumamente incómodo, porque continuamente tratamos de engañarlo, a pesar de que sabemos que él desenmascara nuestros trucos. Este proceso es la única manera que tiene él para comunicarse con nosotros, por lo tanto tenemos que aceptarlo. Tenemos que abrirnos a la vía difícil, que es este proceso, esta operación. Mientras más preguntas hacemos del tipo de «¿qué me va a hacer?», más nos avergonzamos, porque bien sabemos lo que somos.

Es un sendero extremadamente estrecho, sin salida, un sendero doloroso. Tenemos que entregarnos completamente y comunicarnos con este médico. Además tenemos que desenmascarar nuestra expectativa de una solución mágica de parte del guru. Es decir, nuestra esperanza de que él pueda, mediante sus poderes mágicos, iniciarnos en algún método extraordinario, libre de todo dolor. Tenemos que abandonar nuestra búsqueda de un proceso sin dolor, una operación sin dolor. Tenemos que abandonar toda esperanza de que él vaya a usar algún tipo de anestesia o sedante para que cuando despertemos todo esté ya resuelto. Tenemos que estar dispuestos a comunicarnos de una manera completamente abierta y directa con nuestro maestro espiritual, con nuestra vida, sin ningún tipo de dobleces. Esto es difícil y doloroso. Esto es la vía difícil.

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Preguntas y respuestas

P: ¿Es el acto de abrirse o darse, exponerse, algo que sucede por sí solo, o existe alguna manera de hacerlo, un método para abrirse?

R: Creo que si uno ya está comprometido con el proceso de darse, entonces, mientras menos se intente conscientemente la apertura, más diáfano se hace el proceso de apertura. Yo diría que es más bien un acto automático, antes que algo que hay que hacer conscientemente. Al principio, cuando hablaba de la entrega, dije que cuando lo exponemos todo al amigo [maestro] espiritual ya no hay nada más que hacer, se trata solamente de aceptar lo que está ahí, algo que hacemos de todas maneras; porque a menudo en ciertas situaciones nos encontramos a nosotros mismos completamente desnudos, deseando tener algún tipo de ropa para cubrirnos; este tipo de situación embarazosa siempre nos acontece en la vida.

P: ¿Es necesario tener un maestro espiritual para poder exponernos, o podemos abrirnos a las situaciones de la vida nosotros solos?

R: Yo creo que es menester tener a alguien que nos observe, porque esto hace la apertura más real para nosotros. Es muy fácil desvestirse en una habitación cuando no hay nadie mirando, pero se nos hace muy difícil quitarnos la ropa en una habitación llena de gente.

P: ¿Pero se trata entonces de que nos expongamos nosotros mismos ante nosotros mismos?

R: Sí. Pero no es así como lo vemos. Tenemos una conciencia muy fuerte de la presencia de un público observador, precisamente porque tenemos una conciencia tan fuerte de nosotros mismos.

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Es fácil engañarse a uno mismo haciéndose creer que uno pone en práctica la vía difícil, cuando en realidad no lo está haciendo. Es como participar en un drama heroico. La vía fácil consiste mayormente en la experiencia del heroísmo, mientras que la vía difícil estriba en algo mucho más personal. Después de pasar por la vía del heroísmo, todavía hay que atravesar el sendero difícil; cuando descubrimos esto, resulta un poco desconcertante.

P: ¿Pero, es necesario pasar por la vía heroica primero y perseverar en ella para luego continuar en la verdadera vía difícil?

R: No lo creo. Eso es lo que vengo tratando de decirles. Si uno se entrega al sendero heroico, simplemente añade nuevas capas o pieles a su personalidad porque cree haber logrado algo. Más tarde, para sorpresa nuestra, descubrimos que es menester hacer algo más, que hay que quitar esas capas, esas pieles.

P: Se refiere usted a la necesidad de experimentar un dolor agudísimo. Pero, ¿no es posible evitar ese dolor si se tiene un entendimiento cabal del proceso de desenmascaramiento?

R: Es esa una proposición algo falaz. Entender no quiere decir hacer, poner en práctica, meramente quiere decir entender. Podemos entender el proceso fisiológico por el cual una persona que es objeto de cierta tortura experimenta dolor, pero la experiencia como tal es algo muy distinto. El entendimiento intelectual o filosófico del dolor no basta. Habría que sentirlo realmente. La única manera de llegar al meollo del asunto es con la experiencia real sentida dentro de uno mismo, pero no es necesario crear situaciones dolorosas. Estas situaciones ocurrirán con la ayuda del amigo espiritual, que es un cirujano con un bisturí muy afilado.

P: Si sucediera que en el momento en el cual uno está a punto de entregarse, el maestro espiritual nos pusiera el bisturí al pecho y nos quitara toda la anestesia, esto podría ser una experiencia aterradora. Nos parece que el amigo espiritual está enfurecido y disgustado, y nos dan ganas de salir corriendo. ¿Podría explicarlo?

R: Esto es precisamente lo que he estado tratando de decir. Se trata de una operación sin anestesia de ningún tipo. Usted tiene que estar dispuesto a someterse a ella. Si huyera, sería como si el paciente que necesita una apendectomía saliera corriendo de la sala de operaciones, su apéndice podría reventar.

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Verá usted. No importa que sea usted un estudiante principiante o uno avanzado, lo importante es cuánto tiempo ha pasado usted con usted mismo. Si ha estado mucho consigo mismo, entonces debe de conocerse a sí mismo.

Es como una enfermedad común. Imagínese que anda de viaje por tierras extrañas y de pronto se siente enfermo y decide ir a ver un médico. Este apenas si puede hablar su idioma, pero puede auscultarle y averiguar lo que lo tiene a usted enfermo. Sucede entonces que este médico decide llevarlo a usted de inmediato a un hospital para hacerle una operación. Todo dependerá, desde luego, de cuán avanzada esté la enfermedad; la gravedad de la operación dependerá de la evolución de la enfermedad en su cuerpo. Podría suceder que reventara si no lo tratan enseguida. Si tiene apendicitis y el médico espera demasiado, quizá porque se toma un rato para hacerse amigo suyo, entonces el apéndice va a reventar, y usted no dirá que ésta es una buena manera de practicar la medicina.

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Si usted se desenmascara completamente, entonces va está en el sendero. Si usted se entrega sólo a medias, entonces está en el sendero sólo a medias. Y esto a la larga le va a repercutir adversamente. Si usted no se lo dice todo al médico, entonces va a tardar más en curarse; porque el médico no cuenta con todo el historial suyo. Mientras más le diga al médico, más pronto podrá curarlo a usted.

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Siempre que nos enfrentamos a algo que consideramos «malo», esto representa una amenaza para la auto-preservación del ego. Estamos tan ocupados tratando de preservar nuestra existencia cuando nos enfrentamos a esta amenaza, que de ningún modo podemos ver las cosas claramente. Para abrirnos tenemos que ir más allá del deseo de conservar nuestra propia existencia. Sólo entonces podemos ver la situación con claridad tal cual ella es y bregar con ella de esa manera.

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El asunto es que la lucha no sirve de nada cuando se trata de abrirse. Si una vez que se ha puesto el pie en el camino, se abandona la lucha misma, con eso basta para eliminar todo el problema. Entonces ya no surge más el problema de querer o no querer verse comprometido con las situaciones vitales. El instinto simio del ego se disuelve, porque se basa siempre en información de segunda mano y no en la experiencia directa de lo que está allí. La lucha es el ego. Una vez que se abandona la lucha, ya no queda nadie tratando de sobreponerse a ella, ésta desaparece por sí sola. Como ve usted, no se trata de lograr una victoria sobre la lucha.

 

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